Apenas hay cromos de Luis Rubiales. El actual presidente de la Real Federación Española de Fútbol (RFEF), nacido en Las Palmas en 1977 y criado en Motril, fue jugador de primera división durante solo tres años. Era una época importante para su club de entonces, el Levante, que en 2004 regresó a la élite 39 años después de que dejara esa categoría. También lo fue para la carrera de un defensa —lateral o central— que en 2008 vio cómo el club valenciano presentaba suspensión de pagos. Allí, convertido ya en uno de los cuatro capitanes del equipo levantinista, su entrega en el campo impulsó la creación de la Peña Pundonor Rubiales 17. Pero su carrera de liderazgo extradeportivo comenzó como portavoz de una plantilla que llegó a anunciar una huelga, posteriormente desconvocada, en la sede madrileña de la Asociación de Futbolistas Españoles (AFE).
Esa sería su siguiente parada. Desde poco después de retirarse —casi 300 partidos y un gol—, en marzo de 2010 inauguró su etapa como presidente de la entidad que vela por los derechos de los jugadores. Lo más próximo a aquello que podríamos llamar un sindicato de futbolistas. Rubiales entró como un símbolo de renovación comparado con los 22 años en el cargo de su antecesor, Gerardo González Movilla. La organización se reactivó. Con Rubiales al frente y con un nuevo convenio colectivo y el pago de las deudas a los jugadores como reivindicaciones en 2011, la AFE convocó la primera huelga que en 27 años fue capaz de paralizar el fútbol profesional español.
La AFE de Rubiales puso en marcha iniciativas como la Casa del Futbolista, un proyecto de “lugar de encuentro” para deportistas con centros médicos y académicos que orbitasen alrededor del fútbol. También la creación de un plan de pensiones para jugadores retirados que se sufragaría mediante el ingreso de los derechos de televisión percibidos por la Liga de Fútbol Profesional. Con el presidente de esta entidad desde 2013 hasta la actualidad, Javier Tebas, se produjeron ya roces en la temporada 2015-2016, en los que Rubiales no escondió que también había algo “ideológico”. Con Tebas y con Ángel María Villar, presidente de la Federación durante casi tres décadas. Villar también pasó por la AFE antes. Y Rubiales lo sustituyó en la primavera de 2018 tras décadas de escándalos y sospechas en la federación deportiva más importante del país.
En realidad, a la entidad que organiza y disciplina el fútbol de este país, Rubiales llegó venciendo en las urnas por 80 votos a 56 al interino Juan Luis Larrea, en el cargo tras la detención de Villar por corrupción. Una de las primeras medidas de Rubiales fue cambiar al jefe de los árbitros, Victoriano Sánchez Arminio, que cumplía también la tradición de longevidad en los despachos de este deporte con un cuarto de siglo, por Carlos Velasco Carballo. Al foco mediático extrafutbolístico lo catapultó el cese de Julen Lopetegui como seleccionador de España en junio de 2018. El Real Madrid acababa de anunciar el fichaje del técnico, pese a la postura contraria de la Federación, que prefería esperar para ello a que terminase el Mundial en Rusia. De la noche a la mañana, el director deportivo de la Federación, Fernando Hierro, se encontró al mando del combinado nacional. A Rubiales no le tembló el pulso para tomar la decisión fulminante apenas 48 horas antes del debut de La Roja y de paso desafiar al club más poderoso del país.
De los “paños menores” a Arabia Saudí
En ese Mundial, España dio más de mil pases ante la anfitriona para despedirse en octavos. Pero recién acabado Rusia’18, Rubiales volvió a salir de la sección de Deportes. Ese verano, en el sorteo del calendario de la siguiente liga, el presidente invitó al escenario a algunas jugadoras internacionales. “Sé que han venido medio en paños menores”, dijo. Ante la improvisación y el comentario, la capitana de la selección, Amanda Sampedro, tuvo que pedir disculpas ante el público. Era 24 de julio y las futbolistas vestían pantalón corto. Ese año, la Supercopa de España salió por primera vez de España, a Tánger, pero no fue la última que lo hizo.
Las Supercopas de los últimos años, desde 2019 y a excepción de la de 2021 por la pandemia, se han disputado en Arabia Saudí tras sucumbir a la chequera de otro régimen autoritario. La decisión ha sido ampliamente criticada desde el punto de vista de los Derechos Humanos en aquel país, pero además trajo el que ha sido el momento más crítico de Rubiales hasta el Mundial conquistado en las últimas horas por la selección femenina. En abril de 2022 El Confidencial publicó unas conversaciones entre el presidente de la RFEF y el entonces jugador barcelonista Gerard Piqué que revelaban el pacto del cobro de una comisión de 24 millones de euros, a cuatro por cada una de las seis temporadas previstas, a la empresa de este último por llevar la Supercopa al país asiático. Ambas partes defendieron la legalidad del acuerdo.
En la rueda de prensa en la que Rubiales dio explicaciones, aseguró, como defensa, lo siguiente: “Cuando hay una mafia detrás, me da miedo”. “Soy una persona sencilla de Motril, soy diferente al resto, nunca he bebido una cerveza, no fumo, pero no puedo garantizar que mañana me vayan a meter un saco de cocaína en el maletero”, agregó. También dejo caer, sobre Arabia Saudí, otra reflexión: “Antes de ir nosotros no había ni baños para las mujeres en los campos de fútbol, con nosotros entraron en igualdad”. El caso de la Supercopa se encuentra actualmente bajo investigación en un juzgado de Majadahonda.
Su entorno ha vertido sospechas continuadas sobre el que es su gran enemigo en el fútbol: el presidente de la Liga, Javier Tebas, otro controvertido dirigente que maneja la patronal de los clubes, patrocinios en medios de comunicación y un negocio millonario.
La imparcialidad no fue el fuerte del presidente del fútbol español cuando, según también el medio citado, en una conversación familiar se refirió a tres históricos, Villarreal, Sevilla y Valencia, “en este orden”, como los equipos que peor le caen. Al Atlético de Madrid le llamó “patético”. Tampoco entre algún sector de su Levante la imagen es mejor. A raíz de la polémica por la Supercopa, la peña levantinista Pundonor Rubiales le retiró el nombre.
“Ya no le profesamos admiración alguna ni le consideramos portador de los valores que históricamente han distinguido a nuestro club. Luis Rubiales hace tiempo que dejó de ser Pundonor. Nuestro equipo, forjado en el yunque de la adversidad, ha escrito su historia a base de sufrimiento, trabajo, humildad, lealtad y amor al futbol. Unos valores que, a nuestro juicio, hoy no representa Luis Rubiales. Nos resulta muy triste recordar a aquel jugador peleón y combativo que se ganó el sobrenombre de Pundonor, y que hoy en día, desde la atalaya de la RFEF, ha cambiado el valor de la humildad por la soberbia, la lealtad por el olvido”, afirmaron sus miembros, que también se quejaron del retraso de la federación en reconocer legalmente la Copa de la República ganada por el equipo granota en 1937.
Peticiones de dimisión
En marzo de 2023, la AFE, antigua casa de Rubiales, fue clara en un comunicado oficial. Exigían su salida de la federación, “la inmediata inhabilitación del presidente por parte de los órganos competentes, ya que su dimisión es poco probable”. En junio pasado, Rubiales anunció la intención de construir un estadio propio de la federación, algo inédito en nuestro país, con los beneficios de los dos últimos años, estimados en 61 millones.
Pero lo peor estaba por llegar. Y precisamente en un momento que debía de ser únicamente de celebración. El domingo, España ganaba a Inglaterra y con ello el Mundial de fútbol femenino. Eran campeonas, a pesar del masculino que empleó el cuestionado seleccionador Jorge Vilda. En la entrega de medallas, Rubiales sujetó con ambas manos la cara de una de las figuras del equipo, Jennifer Hermoso, y la besó en la boca. El vídeo comenzó a circular por las redes sociales ante la sorpresa, primero, y la indignación después, de miles de personas. Lo que sucedió después en el vestuario, antes que aclarar la situación, la pintó como más problemática. Al “no me ha gustado” de la futbolista en un directo de Instagram le siguió la huida hacia adelante en forma de broma del presidente de la federación. “Queremos comunicaros Jenni y yo que nos vamos a casar” puede ser una frase que leamos dentro de unos años incluso con mayor sonrojo que ahora.
“Idiotas”, “gilipolleces”, “tontos del culo” o “pringados que no saben ver lo positivo” fueron algunas de las descalificaciones de Rubiales para salir al paso de las críticas, que ya acechaban en redes, al ser entrevistado en caliente por la Cadena Cope. Afirmaba que había sido un gesto de amistad y cariño, “un pico de dos amigos”. Rubiales, que tiene poder laboral sobre Hermoso, acabó siendo el protagonista inesperado, e incómodo, en el día más importante de las futbolistas. De las que levantaron la copa, de las que estaban en su casa pero antes se jugaron el tipo para que este triunfo fuera posible y de las que vendrán. Un beso en la mejilla a la goleadora Olga Carmona en mitad de un directo de esta en redes. El vídeo de Rubiales en el palco, al lado de la reina Letizia y la infanta Sofía, gesticulando y tocándose los genitales como señal de victoria, no ayudaba a zanjar un asunto que fuera ya estaba en The Guardian o L’Équipe y aquí provocaba ya la aparición de la palabra “dimisión”, incluso por parte de la vicepresidenta del Gobierno en funciones Yolanda Díaz. La ministra de Igualdad, Irene Montero, le atribuyó un acto de violencia sexual. El responsable de Deporte del Gobierno, Miquel Iceta, le animó a dar “explicaciones por un comportamiento inaceptable”.
El día después llegó el comunicado de Rubiales. De pie y mirando a cámara casi tanto fuera de ella, la disculpa parecía una condena: “No queda otra”. Según explicó no hubo “mala fe por ninguna de las dos partes”, incluyendo a Hermoso en una polémica que ella no generó. La “equivocación” se atribuyó al apartado sentimental, a dejarse llevar por la “efusividad” y la “espontaneidad”. El enfado generalizado con respecto al beso robado aparece como fruto de un fallo a la hora de guardar las formas que hay que guardar en el cargo “en ceremonias y este tipo de cuestiones”. Finalmente, se adjudica la responsabilidad de la polvareda levantada a la sensibilidad externa que sutilmente se presenta como incomprensible. Fue algo “natural” y “normal” que “si alguien ha visto de otra manera desde fuera, desde luego tendrán sus motivos”. Las disculpas, en fin, iban como enseñarían en primero de credibilidad que no deben, en condicional. Llegó al punto de señalar que “no hubo mala fe por ninguna de las dos partes”.
“Somos campeonas del puto mundo”, había acertado a decir emocionada Jenni Hermoso antes de todo el vendaval. Pocas veces ha dicho tanto un giro de género: Campeonas. Y la noticia parece exceder al ámbito deportivo. Quizá las jugadoras no solo están ganando títulos. También impresionando a las futbolistas del futuro y educando la mirada de los aficionados, los de un tiempo próximo que unidos tienen que salvar a este deporte y conseguir que marche a la par, y no siempre rezagado, de los avances que con tanto esfuerzo se han conseguido en el resto de la sociedad.