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Lydia Cacho: “El nuevo feminismo, el más joven, en especial en Latinoamérica, acepta y busca el diálogo con los hombres”

Mexicana, periodista, feminista, luchadora incansable, perseguidora de las injusticias, látigo de los proxenetas. Es Lydia Cacho (Ciudad de México, 1963). Ahora vive fuera de su país para sortear las amenazas de muerte, pero no ha detenido su trabajo intentando desentrañar los fundamentos culturales del machismo. Ellos hablan (Debate), su último libro, reúne los testimonios de un grupo de hombres que en su conversación con la autora abrieron las puertas a unos recuerdos infantiles que les enfrentaron a terribles realidades olvidadas. Cacho pelea también contra la violencia endémica de su país, la narcopolítica y sueña con un feminismo que desde la radicalidad de sus reivindicaciones acepte también un encuentro de lucha compartida con los hombres.

¿Qué pasa con la violencia en México?

Creo que hay varios factores. Uno de ellos tiene que ver con la normalización de la violencia y con una cultura que, por un lado, ha celebrado la muerte de una forma muy festiva y, por otro, está absolutamente sometida a una visión patriarcal de un partido que nos gobernó más de 70 años.

Y esa visión patriarcal era la de un padre maltratador. La política siempre ha estado vinculada a la vida cotidiana, en el sentido de que las personas que no se portaban bien de acuerdo a los gobernantes, recibían castigos. Se utilizaba al gobierno y al sistema de justicia como una herramienta de castigo para las personas que no respondían a la ideología del PRI. Me parece que eso está subsumido en todas las familias de todo el país, en todos los estados, las 32 provincias de México. Paralelamente, desde los primeros 80, en los que ya entró formalmente el narcotráfico como una delincuencia organizada dentro de México, particularmente desde el sur, desde Quintana Roo, se empezó a construir lo que hoy llamamos la narcopolítica. Entonces todos los narcotraficantes colombianos y mexicanos empezaron a invertir de manera muy seria dentro de los partidos. No hay un solo partido en México que no esté manchado con dinero ensangrentado de la delincuencia organizada.

Dice que no se salva ningún partido… ¿Le da alguna posibilidad a López Obrador de emprender un nuevo camino?

Quisiera dársela, pero soy periodista y voy a los datos duros y a quienes le rodean. Los especialistas que tienen que resolver temas de delincuencia organizada, de justicia y de impunidad. En todo eso ha recortado los presupuestos para la persecución del delito. Las últimas estadísticas, incluso las reconocidas oficialmente, nos dicen que solamente el cuatro por ciento de todos los delitos cometidos en México son llevados ante la justicia de principio a fin. Y esto tiene que ver con una cadena que no es perseguida ni investigada, con una gran incapacidad para la investigación científica dentro del sistema de justicia. Y López Obrador, junto con el Congreso, en el que Morena, su partido, controla la mayoría, ha recortado gran parte de los recursos para la persecución de los delitos de todo tipo, desde el feminicidio hasta las desapariciones y el secuestro, y ya no se diga de los delitos comunes. Y está implementando políticas absolutamente paternalistas, muy populistas, y eso es muy preocupante, porque además no tiene un equipo especializado en los temas de la delincuencia organizada, que está imbricada también en toda la vida socio económica de México. Desde el petróleo hasta los grupos más pequeños de narcotraficantes, están lavando dinero constantemente, lo blanquean de una manera absolutamente abierta y no hay una política específica de López Obrador para abatir este escenario.

El periodismo en México está sufriendo, se ha convertido en uno de los países en los que se asesina a más periodistas…

Es una debilidad de la democracia, un problema enorme, porque en realidad los periodistas mexicanos estamos viviendo como periodistas de guerra. En vez de poder volver a nuestro país y estar en una situación de libertad, volvemos a casa y estamos en una situación de doble riesgo donde nos amenazan, se meten en nuestras casas, nos llegan mensajes, llegan hombres armados. Solamente este año [por 2019] he perdido dos amigos. El año anterior asesinaron a cinco de mis mejores compañeros de diferentes diarios del país.

Y el hecho de que López Obrador haya cooptado en este momento a los medios desde hace un año con las famosas conferencias mañaneras, ha complicado mucho más la situación de la prensa, porque no solamente consiguió que toda la prensa esté ahí por las mañanas, todos los medios de todas las ideologías y tendencias, sino además tiene ya a un grupo de periodistas pagados por el Gobierno para que estén haciendo las preguntas que necesita responder el presidente. Es una teatralización de la respuesta presidencial que es absolutamente preocupante. No entendemos –lo he discutido con muchos amigos, intelectuales, periodistas– por qué dio ese giro y por qué tomó esa decisión, que es brillante en términos de estrategia política, pero gravísima para la prensa mexicana. Y eso nos ha debilitado porque no hay día que no descalifique a la prensa, a todos en general.

Usted ha recibido en varias ocasiones ataques de todo tipo. Este verano, en julio, allanaron su domicilio. Ya en 2005 sufrió una detención ilegal. ¿En qué situación se encuentra ahora? ¿Puede volver a México?

A finales de julio entraron a mi casa dos sicarios, iban a por mí, entraron directamente en mi habitación, no robaron nada de valor, excepto material periodístico y dejaron el mensaje de que me iban a matar. Los tenemos plenamente identificados, yo misma los investigué. Tengo los nombres, sus fotografías y vídeos, porque puse cámaras en mi casa por seguridad. Sé que les han pagado para matarme y por eso no puedo volver a México. Tuve que irme inmediatamente a los Estados Unidos. He estado allí, en Europa y viajo constantemente. Vivo así desde que denuncié una red internacional de trata. Gané el caso en cortes internacionales y el Estado mexicano se vio obligado a girar órdenes de detención contra exgobernadores, exsenadores y, por supuesto, Kamel Nacif, que es uno de los grandes delincuentes de esta red de trata de niños y niñas. Él tiene negocios desde Shanghái a toda Europa, Asia y Latinoamérica. En este momento está escondido en Líbano. Ya denuncié y dije exactamente dónde está. Pero parece que Interpol no puede encontrarlo y yo no puedo volver. Mi situación es bastante delicada porque estoy expulsada de mi país. Estoy viviendo digamos que legalmente perseguida, aunque la autoridad supuestamente debería estar persiguiendo a los delincuentes y me tengo que mover constantemente.

Cuando habla de la red de trata de niños y niñas entiendo que esa red solo puede funcionar porque tiene algún tipo de protección política.

Absolutamente. Una de las razones por las que mi caso es tan complejo y tan conocido es porque cuando yo publiqué Los demonios del Edén, el libro que reveló cómo funcionaba la red, con nombres y apellidos, y con toda la evidencia del blanqueo de capitales y la explotación sexual de niñas y niños de diferentes países en México, lo que sucedió es que fui secuestrada por la Policía, torturada… y yo he seguido el caso hasta sus últimas consecuencias, como si fuera la propia fiscal y lo llevamos a cortes internacionales. Ahí es donde gané. A partir de eso, el Gobierno mexicano de López Obrador se vio obligado a girar órdenes de aprehensión, pero todavía sigue funcionando la superestructura que avala la impunidad en México, que tiene que ver con cómo funciona la red de mandos medios y altos dentro de todas las corporaciones policíacas que permiten que las personas sean perseguidas, secuestradas, desaparecidas, etcétera. No solo periodistas. Y esa red de protección sigue viva. El fiscal actual que eligió López Obrador trabajó para el presidente Fox y el presidente Fox protegió a esta red de trata de niños y niñas porque habían invertido en su campaña política.

Además de investigar esa red de trata, usted se ha especializado en trabajar el tema de la violencia machista. En el libro que hace unas semanas presentó en Madrid –Ellos hablan– recoge testimonios de un puñado de hombres muy diferentes entre sí con los que ha tenido conversaciones muy extensas, en las que ellos cuentan cuestiones muy íntimas de cómo han llegado a comprender de dónde viene su percepción de la violencia machista. ¿Los hombres necesitamos repasar nuestra biografía para identificar en profundidad lo que nos pasa?

Sin duda. No podemos reconocer la violencia machista sin comprender la historia de cómo se construyó la masculinidad. Igual que las mujeres no nacen mujeres, se hacen mujeres –lo dijo Simone de Beauvoir–, los hombres tampoco nacen hombres. La cultura los convierte en hombres, en cierto tipo de hombres, en un hombre maltratador o en un hombre que hace el bien a los demás, que tiene ética.

Y este libro es un ejercicio para responder un poco a todo este movimiento 'me too'. Es decir, las mujeres ya denunciamos, ya tenemos todas las evidencias. Ya hay miles de hombres activos que se suman a las marchas, a la denuncia de la violencia machista, pero no hemos bajado todavía un escalón más, que es el que nos toca, que tiene que ver con la revisión personal de la niñez, que es donde se cultiva todo esto. Mientras no la revisemos, no lo vamos a poder ver. Y una de las cosas más interesantes para mí cuando entrevisté a todos esos hombres, desde intelectuales hasta el jardinero y el chico que está en prisión, es que todos me dijeron que no iba a ser útil la entrevista porque ellos no habían vivido violencia en la niñez. Y cuando lees el libro, te das cuenta de cómo la normalizaron y la manera en que van justificando las violencias machistas en sus propias vidas.

En realidad, la almacenaron en un lugar muy lejano de su memoria, algo de lo que no se acordaban.

Exactamente. De eso trata el buen periodismo: hacer las preguntas correctas para tener respuestas de esa profundidad. Es muy impresionante cómo los seres humanos en general, y en particular en este caso en el tema de la masculinidad, cómo los hombres van haciendo este constructo psicoemocional que por un lado, conserva un perdón hacia el padre porque tienen que sobrevivir, es quien les da de comer, les da hogar, es quien les mantiene vivos de alguna manera desde niños. Y por otro lado, se va construyendo un resentimiento y un odio del que hablan muy poco los hombres. Las mujeres socializamos la experiencia psicoemocional todo el tiempo y los hombres no.

En el libro se hace la pregunta de por qué las mujeres han cambiado tanto y los hombres tan poco. ¿Tiene la respuesta?

Creo que los propios hombres responden a esto cuando a un hombre de 45 o 50 años que se ha dedicado toda su vida a pensar y escribir le hago preguntas que nunca jamás se las había hecho él mismo.

Ahí está la respuesta. No hay introspección en el tema del machismo. Creo que tiene que ver con varias cosas y una de ellas, sin duda, es el miedo que los hombres le tienen a los otros hombres de poder, a todos aquellos que representan el patriarcado. Y a salirse de ese modelo de masculinidad, dependiendo además de la edad, porque no hay otro modelo masculino, no han construido nada y de pronto por eso se acercan tanto a las feministas, a las feministas que sí creemos que los hombres deben participar.

En España el movimiento feminista es extremadamente pujante. ¿Cree que el feminismo puede renunciar a establecer ese diálogo con los hombres?

No. Creo que llegamos al momento en el que las mujeres ya hicimos la tarea. La vamos a seguir haciendo en el sentido de denunciar aquello que se vincula con la impunidad y la injusticia. Todas estas performances que se han hecho en todo el mundo alrededor de la famosa frase 'el violador eres tú', son importantísimas, porque visibilizan cómo el aparato de justicia sigue otra vez los mandatos del patriarcado para silenciar a las mujeres. Tenemos un ejemplo que acaba de salir en todos los medios de Europa, el del chico británico que se drogaba y violaba a otros chicos y fue juzgado y sentenciado en menos de una semana y nunca se dudó de los hombres que dieron sus testimonios. Ni una sola duda. No se le preguntó en los tribunales a los chicos violados cómo iban vestidos. Y este caso tan reciente nos pone sobre la mesa la desigualdad dentro del ámbito jurídico.

Pero dentro del feminismo hay muchas posiciones.

Sí, dentro del feminismo hay muchos feminismos, ya lo sabemos. Y hay una parte de esos feminismos que no creen que los hombres deban participar, que ellos deben crear sus propios movimientos y están en su derecho de creerlo. Particularmente, en España lo veo como muy álgido. A mí me parece que somos una sociedad de hombres y mujeres y que tenemos que trabajar de la mano porque no hay otra para construir la paz. Puede sonar un poco cursi, pero es así. La única manera de construir relaciones pacíficas es dialogar y es permitiendo que los hombres abran un espacio propio, que hagan su trabajo, pero también que lo hagan desde un lugar en el que aprendan del feminismo. Creo que hay muchos hombres que están aprendiendo de la experiencia feminista, incluso con sus parejas o documentando el propio movimiento. Creo que el nuevo feminismo, el más joven y en especial en Latinoamérica, porque España en eso va un poco más tarde, sí tiene un movimiento muy pujante que acepta y que busca que los hombres estén dentro de este diálogo. Y eso es muy interesante. No necesariamente asumiéndose como feministas, pero sí para trabajar su propia masculinidad dentro de esta batalla tan grande contra una cultura que nos tiene cooptados a todos y a todas.

En España, por el contrario, lo que veo es que las abuelas o las matriarcas del feminismo, las maravillosas y geniales filósofas y antropólogas y políticas que lo han liderado, siguen sin lograr vincularse adecuadamente con las jóvenes, y mientras no se vinculen con la búsqueda de las feministas más jóvenes, no va a avanzar. En particular en este momento histórico en el que en verdad tiene lugar la primera transición política polipartidista.

Volviendo a su libro, ¿Cuándo la víctima se convierte en victimario?

He estudiado mucho ese fenómeno. Lo que las y los especialistas, tanto en psiquiatría como en neurociencias nos dicen es que si una víctima fue atendida adecuadamente en el momento, si se le creyó la violencia que vivió, va a trascender siempre la naturalización de esa violencia. Si esa víctima por el contrario no solamente sigue viviendo la violencia a lo largo de los años, sino que es desacreditada por los seres amados, es decir, los padres, los profesores, la justicia, todos quienes tienen poder sobre la víctima, generalmente se va a convertir en alguien que va a normalizar la violencia. No necesariamente la va a reproducir, obviamente no todas las personas que han sido violadas son violadores, pero algunos expertos calculan que un veinticinco por ciento de los hombres que fueron abusados sexualmente se convierten en violadores.

En España tenemos un partido de ultraderecha, Vox, que está arrastrando a los otros partidos de la derecha a negar el tema de la la violencia machista o incluso a ridiculizar todo lo que tiene que ver con el feminismo.

Hay varios aspectos aquí que tiene que analizar la sociedad española, como lo estamos haciendo en otros países de Latinoamérica también, y es que todos los grupos negacionistas como Vox, el PAN en México, Bolsonaro en Brasil, Trump en EEUU o Putin en Rusia, también se burlan del feminismo y de todo el movimiento feminista. Ellos se alimentan de la religión. Los países que son profundamente religiosos son incapaces de reconocer que es la religión la que ha creado la ideología de género. A mí cada vez que una persona de Vox, con los que he discutido aquí en España, me dice que tenemos que destruir la ideología de género les digo destrúyanla, está en la Biblia, la ideología de género la crearon ustedes. Lo que el feminismo hizo a través de la filosofía y de las ciencias sociales fue desentrañar cómo se construyó la ideología de género para poder intervenir en ella y comprender todos los factores socioculturales que la construyen. Pero los creadores de la ideología de género son todos los más recalcitrantes conservadores.

Quieren volver a un momento al que ya no pueden regresar las sociedades. Lo que sí están creando es mucha tensión política, sin duda. Ahora, les puede costar muy caro y eso no lo están valorando estratégicamente. Creen que mucha más gente va a responder a este llamado de la selva. Lo que están haciendo es tratar de que retrocedamos por lo menos 100 años.

Pero eso está sucediendo en algunos de los países más poderosos. Es muy inquietante.

Profundamente inquietante. Incluso para la izquierda en todo el mundo. Muy pocas líderes del feminismo han hecho el cuestionamiento hacia la izquierda, hacia los líderes de la izquierda no con respecto al discurso feminista, que sí lo tienen, sino a llevar el discurso feminista con hechos a las políticas públicas y a la acción. Hay políticos como Evo Morales, que también se burló de los movimientos feministas sin entenderlos. A López Obrador le sucede lo mismo. No quiere hablar del aborto, cada vez que las mujeres le preguntan cómo va a abordar ciertos temas de violencia contra las mujeres, él dice que eso se va a mandar a consulta pública, como si los derechos se pudieran llevar a consulta pública.

Todos estos hombres que están dirigiendo el mundo en este momento y que son los más radicales son los más expuestos por su estulticia, por su ignorancia, por su brutalidad, por su pasión por la violencia. Están incrementando la naturalización de la violencia machista y eso facilita que la impunidad permee en todos esos países, incluidos los Estados Unidos y Canadá, países supuestamente civilizados, que tienen altísimos índices de feminicidio, pero casi nadie habla de ello.