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Machismo en los dientes: el análisis de miles de dentaduras medievales muestra cómo se perpetúa la discriminación

elDiario.es

13 de marzo de 2023 20:00 h

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Los dientes no mienten. En ellos quedan de por vida –y después de la muerte– las señales causadas por traumatismos, malnutrición o enfermedades. Utilizando los registros dentales de más de 10.000 personas procedentes de 139 yacimientos arqueológicos de toda Europa, con una antigüedad media de mil años, investigadores estadounidenses han reconfirmado lo que ya sabíamos: que las mujeres son discriminadas desde hace siglos.

Los hallazgos –publicados este 13 de marzo de 2023 en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS)– muestran cómo las normas de género se han mantenido obstinadamente persistentes en muchas partes del mundo, a pesar de los avances logrados por el movimiento feminista en el último siglo y medio.

Las diferencias entre dientes masculinos y femeninos en una misma ubicación son un indicio de qué sexo recibía un trato preferente en términos de atención sanitaria y recursos dietéticos en aquella época, señalan los autores en una nota de prensa. Investigaciones arqueológicas anteriores ya habían estudiado el esmalte dental para saber más sobre nuestros antepasados. Lesiones permanentes en los dientes causadas por traumatismos, malnutrición o enfermedades sirven para analizar la igualdad de género en la prehistoria.

Dado que las lesiones se forman exclusivamente en casos de estrés corporal sostenido, su presencia o ausencia puede decir mucho a los investigadores sobre la salud y las condiciones de vida de la persona.

La investigación de la Universidad de Washington en San Luis corrobora que las normas y prejuicios de género en Europa tienen profundas raíces históricas que se remontan a la Edad Media y más allá. Evidentemente, el ADN no es lo único que heredamos de nuestros antepasados.

Patrones de sesgo de género

“Los esqueletos de este estudio tienen una media de edad de unos mil años. Se remontan a la época medieval; por lo tanto, es sorprendente que los patrones de sesgo de género que existían en esa época y en épocas anteriores se sigan reproduciendo en las actitudes contemporáneas”, afirma en ese mismo comunicado Margit Tavits, catedrática Dr. William Taussig de Artes y Ciencias de la Universidad de Washington.

El estudio ha comparado zonas de Europa con una desigualdad histórica frente a otras que, a lo largo de los siglos, se han mostrado más igualitarias. Por ejemplo, en un yacimiento situado en Istria, un pequeño asentamiento urbano griego a orillas del Mar Negro –en la actual región rumana de Dobruja– los investigadores hallaron pruebas de un sesgo favorable a los hombres en los registros dentales históricos que se remontan aproximadamente al año 550 d.C. De los 49 esqueletos de los que se pudo extraer información sobre sexo y dentadura, el 58% de las mujeres mostraban signos de desnutrición y traumatismos en los dientes, mientras que sólo el 25% de los hombres.

Según los autores, el estatus de hombres y mujeres en la sociedad actual ha seguido siendo relativamente desigual en la región sudoriental de Rumanía, según los indicadores modernos de igualdad de género. Por ejemplo, señalan, sólo el 52,5% de las mujeres participan en el mercado laboral, frente al 78% de los hombres, y sólo el 18% de los representantes en el consejo municipal moderno son mujeres.

Los esqueletos tienen una media de edad de unos mil años. Se remontan a la época medieval; por lo tanto, es sorprendente que los patrones de sesgo de género que existían en esa época y anteriores se sigan reproduciendo en las actitudes contemporáneas

Las creencias de la población sobre las normas de género son igualmente desiguales, escriben. Más de la mitad de los residentes creen que los hombres tienen más derecho al trabajo que las mujeres y hay casi consenso (89%) en que una mujer debe tener hijos para sentirse realizada.

Contrasta esto con Plinkaigalis, una comunidad rural del actual oeste de Lituania formada por habitantes bálticos. A diferencia de Istria, Plinkaigalis favorecía la salud de la mujer. De los 157 esqueletos de este yacimiento –que también data del año 550 d.C.–, el 56% de los varones presentan signos dentales de traumatismo y desnutrición, mientras que sólo el 46% de las mujeres. Otros estudios también han hallado pruebas de que las normas de género eran favorables a las mujeres.

En la era moderna, este lugar, ahora llamado KÄ—dainiai, sigue siendo relativamente igualitario en cuanto al género. Los niveles de empleo en Lituania occidental no varían mucho en función del género: 76% de hombres frente a 72,7% de mujeres. Y las mujeres están casi proporcionalmente representadas en la política local (48%). Asimismo, menos de una cuarta parte de los residentes de la localidad moderna cree que los hombres tienen más derecho al trabajo que las mujeres, y el 56% cree que las mujeres necesitan tener hijos para sentirse realizadas.

Un análisis poco profundo

Almudena Hernando, catedrática de Prehistoria y miembro del Instituto de Investigaciones Feministas de la Universidad Complutense de Madrid, pone en cuestión la relevancia de este estudio. “Diría que mi objeción tiene que ver con la profundidad del análisis, no con los datos en sí”, señala en declaraciones al SMC España. “El estudio aporta una única novedad: defiende, con datos empíricos de indudable calidad, que existe una continuidad en el grado de desigualdad de género que caracteriza a las sociedades de determinados territorios europeos desde la Edad Media, cuando en la Edad Media había más desigualdad, sigue habiéndola a día de hoy en ese mismo territorio”. 

Y añade: “Considerar que demostrar una larga perduración de la norma de género constituye una aportación relevante de por sí, demuestra que se desconoce, ignora o diluye la diferencia esencial entre la norma de género y cualquier otra norma o valor social. A diferencia de las demás, la norma de género tiene un carácter estructurante del orden social, como ya demostraron feministas como Kate Millet desde los años 70, al referirse al ‘sistema sexo-género o patriarcado’”.

Ese “carácter estructurante” –continúa Hernando– es la causa por la que perdura un orden social desigual “mientras existe continuidad histórica, para la que obviamente hace falta continuidad poblacional. De hecho, existe abundante bibliografía generada desde la arqueología feminista sobre la presencia de esa desigualdad desde etapas prehistóricas en esos mismos territorios, es decir, sobre la continuidad de la norma en las trayectorias históricas desde su inicio”.