María Cegarra Salcedo (1899-1993) nació y vivió durante toda su vida en La Unión (Murcia), una comarca cuya economía giraba en torno a la explotación de las minas de su sierra. En aquellos tiempos, y en aquellos yacimientos, los trabajadores unionenses extraían plata y plomo entre otros minerales. Arriesgaban su vida, expuestos a enfermedades incurables, con horarios agotadores a cambio de unos salarios limitados.
La madre de María, Filomena Salcedo Apolinario, era maestra. Su padre, Ginés Cegarra Bernal, era comerciante. María era la hermana pequeña de Andrés, Ginés y Pepita. Estuvo muy unida a su hermano Andrés, a su hermana y también a su lugar de nacimiento, en el que siempre vivió. Andrés marcó profundamente la vida de la familia: padecía una enfermedad degenerativa que le dejó paralítico y ciego en su juventud. La vida de la familia giraba en torno a él y sus hermanas intentaban hacer lo más agradable posible el poco tiempo que le quedaba de vida.
Tras la Primera Guerra Mundial, el paro aumentó en La Unión. Sus minas se iban agotando y además descendió bruscamente la demanda de plomo, requerido fundamentalmente para fabricar proyectiles. Aumentó el paro, y con él la pobreza y las enfermedades. Se cerraron negocios y comercios. Las familias más pudientes se marcharon a vivir a Cartagena o a Murcia. Muchas de las personas más pobres emigraron a tierras lejanas en busca de un trabajo para subsistir. Otros, como la familia de María, se quedaron y sufrieron el abandono y la escasez.
Amor a fuego lento
La primera persona dedicada a la literatura en el entorno de los Cegarra Salcedo fue Andrés.
María conoció a algunos poetas que iban a visitar a su hermano, que permanecía postrado en su silla de ruedas. Fue precisamente Andrés quien la animó para que estudiara química: le parecía una buena manera de ganarse la vida, estudiando y analizando minerales.
Aunque al principio no le gustaba demasiado la idea, María se fue enamorando poco a poco de esta disciplina. De hecho, mucha de su poesía está inspirada y salpicada de conceptos de química.
María fue la primera mujer que obtuvo un diploma de perito químico en España. Abrió su propio laboratorio de análisis mineralógico, pasando a formar parte de la industria de la que vivía La Unión. Buscaba plata en aquellos minerales que salían de las minas. Alternó este trabajo con el de profesora de química en la Escuela de Peritos Industriales y Maestría de Cartagena, en el Instituto de Bachillerato de La Unión y otros centros de Formación Profesional. Su trabajo ayudaba a sostener a la familia y, tras la muerte de sus padres, Pepita y ella vivieron con el único sueldo de María.
Dos mundos no tan opuestos: poesía y química
María Cegarra dedicó su primer poemario, Cristales míos (1935), a su hermano, que falleció en 1928. La química está muy presente en este libro dedicado a Andrés, como se aprecia en estos fragmentos:
Dedicó su último libro de poesía, Poemas para un silencio (1995) a su hermana Pepita, a la que sobrevivió poco tiempo.
Compartió amistad con escritores y políticos de su época. Aunque de ideologías opuestas, fue una gran amiga del poeta Miguel Hernández (1910-1942), con el que intercambió cartas durante un largo período de tiempo.
Sus análisis químicos, su docencia y su poesía estuvieron ligados a la tierra en la que siempre residió. Llevó una vida discreta, como ella misma expresa a través de estos versos:
María Cegarra falleció el 26 de marzo de 1993. Su vida pasó triste y tranquila, haciendo análisis químicos de minerales, dando clases de química y escribiendo poemas.
Este artículo es una versión ampliada de María Cegarra: poemas de laboratorio que se publicó en el blog Mujeres con ciencia de la Cátedra de Cultura Científica de la UPV/EHU el 16 de junio de 2017.María Cegarra: poemas de laboratorio
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Puedes leer el original aquí.The Conversationaquí