Mariaje González Flor (Madrid, 1972) estuvo dentro de una gran tecnológica –trabajó durante años para Microsoft– y ahora se dedica, entre otras cosas, a formar a jóvenes y familias en educación digital. También forma parte del comité ejecutivo de la Media and Information Literacy Alliance de la UNESCO, una alianza para compartir buenas prácticas en la alfabetización mediática e informacional. Ante la aparición de iniciativas entre familias para retrasar la compra de un móvil hasta los 16 años, González Flor reconoce los riesgos pero lo compara con “poner puertas al campo”.
“Es complejo, por eso lo más recomendable es explicar y consensuar las normas para que se vea a las familias como referentes”, asegura en esta entrevista, en la que aboga por poner límites pero siempre respetando la intimidad de los y las adolescentes. Y acaba con un mensaje directo para las familias. “Hay que tratar de no culpabilizar a las madres y los padres. Cada uno hace lo que puede y lo que mejor sabe con el mismo objetivo: ir acompañándoles para que vayan a sitios seguros”.
Tenemos familias que se unen para retrasar hasta los 16 años la compra de un móvil a sus hijos y comunidades autónomas que los están prohibiendo en el entorno de la escuela. ¿Por qué surgen ahora estos movimientos?
Hay un caldo de cultivo desde hace muchos años entre familias. En cualquier reunión en torno a un centro educativo había runrún, pero alguien ha tenido una idea y todo el mundo se ha subido en el tsunami. Hay debate y sobre todo una preocupación brutal en las familias porque un porcentaje alto de los conflictos se produce por los dispositivos, ya sean móviles, tabletas o consolas. Por la dificultad de negociar y de encontrar espacios donde todos, padres, madres e hijos, se sientan cómodos. Es el día a día.
En la sociedad que vivimos, todas las personas terminan accediendo a la tecnología. ¿Cuál es el mejor momento para que los niños y las niñas tengan un móvil?
Desgraciadamente no existe una receta mágica. Siempre que hablamos de cualquier cosa digital intento pasarlo a la vida real. Parece que al ser online necesitas nuevas instrucciones, pero nadie te dice a qué edad hay que enseñarle a tu hijo o hija a cruzar el paso de cebra, depende de cada niño, de cada circunstancia, si vives en una ciudad o en la zona rural... Me niego a entrar en el debate móvil sí o no y cuál es la edad. Hay tantos dependes... No quiero evitar la pregunta pero es que no se puede decir una cifra.
Las familias se tienen que poner las pilas. Hay que formarse y para eso hace falta mucho tiempo, un tiempo que muchas veces no tenemos. La educación digital es parte de la educación y la mejor guía está en las familias y en los centros educativos.
Hay que tener en cuenta que cuando se habla de entornos digitales, además de preocupar a las familias, hemos visto que hay posturas enfrentadas, polarizadas como la sociedad en la que vivimos. Lo más razonable es que, te coloques donde te coloques, mantengas presente que es un tema muy complejo que solo se puede analizar con matices. Los blancos y los negros no funcionan.
Tiene que ir más allá de la edad: el contexto, la relación con la tecnología de los progenitores o el uso que le vaya a dar el menor. Las familias se tienen que poner las pilas. Hay que formarse y para eso hace falta mucho tiempo, un tiempo que muchas veces no tenemos. La educación digital es parte de la educación y la mejor guía está en las familias y en los centros educativos.
¿Es recomendable que no usen el móvil hasta una determinada edad?
Aquí hay muchas fuentes de información. Se trata de ver las tendencias comunes. En general hay consenso en que de cero a dos años no debe haber ninguna exposición, excepto alguna videollamada puntual. De dos a cinco, una hora máximo pero siempre acompañado de adultos. A partir de los seis años hay que establecer límites coherentes, aunque a partir de los ocho o diez años empieza el lío porque les dejamos la tableta en el sofá, por ejemplo.
El 70% de los chicos y chicas entre 10 y 15 tiene un smartphone propio. No es un móvil con posibilidad de llamar, sino una puerta abierta a todo internet. Es como abrir la puerta de casa y dejarla abierta
A veces no nos damos cuenta pero si le ofrecemos a un niño de esa edad una tableta, que es inofensiva, a dos clicks pueden tener acceso a porno si estamos en nuestro Gmail de adultos. Van a pinchar a lo más llamativo. Quizá es mejor abrir una cuenta de correo para ellos, sin cookies aceptadas. Según el INE, el 70% de los chicos y chicas entre 10 y 15 tiene un smartphone propio. No es un móvil antiguo con posibilidad de llamar, sino una puerta abierta a todo internet. Hay un símil que usa una colega y replico: es como abrir la puerta de casa y dejarla abierta.
A mi hijo no le puse control parental –yo prefiero llamarlo guía– hasta los 17 años, que es cuando se supone que hay que empezar a quitarlo. Le marqué un tiempo máximo y vi que se pasaba. Él se resistió porque era el único de sus colegas que no había tenido. Con mi hija, sin embargo, lo hice de manera diferente. Tengo los límites más relajados: me pide más horas, le doy más. El pacto con los menores tiene que ser de cada familia y dentro de la misma familia depende del niño y de la niña. Hay que tratar, además, de no culpabilizar a las madres y los padres. Cada uno hace lo que puede y lo que mejor sabe. Todos tenemos el mismo objetivo: que vayan a sitios seguros, ir acompañándoles y que no caigan en sitios que no deberían hasta determinada edad.
Si no permito el acceso, no hay riesgo. ¿Esa ecuación funciona?
Vivimos en una sociedad hiperconectada y multidispositivo. El riesgo cero no existe, aunque podemos intentar acercarnos. Podemos estar prohibiéndole el móvil propio y a la salida del cole o en el parque se lo deja un colega. Si no tiene móvil, tendrá un amigo que sí tenga, un ordenador en la biblioteca o una consola. Por ejemplo, le puedo decir que no tenga la consola en su habitación y juntos definir limites para que solo pueda jugar con amigos o con amigos de amigos, y llega un momento que se lo salta. Esto ocurre. O le estas cerrando la puerta de los riesgos del smartphone pero en el ordenador está haciendo otras cosas.
Si prohíbes hasta los 16 años, no pueden pensar que no va a llegar a ningún dispositivo. En los talleres que doy he encontrado chavales que tienen móviles debajo del colchón que han comprado en Wallapop. Como el agua, encuentran la manera de colarse por algún lado. Ponerle puertas al campo prohibiendo el móvil es complejo. Por eso hago especial hincapié en la educación digital, igual que educamos en cruzar los pasos de cebra o coger los cubiertos.
Si prohíbes hasta los 16 años, no pueden pensar que no va a llegar a ningún dispositivo. En los talleres que doy he encontrado chavales con móviles debajo del colchón que han comprado en Wallapop
Además, cuanto más pequeños, más receptivos. Son esponjas. Aprovechas para que entiendan la función de cada plataforma, por qué hay un límite de edad, la seguridad digital de no compartir datos, distinguir anuncios. En definitiva, evaluar de manera más crítica. Esto se puede hacer desde el cole localizando información relevante en buscadores. Es útil para desarrollar habilidades digitales de manera controlada. Si se hace de manera gradual, acompañando desde el principio, llegamos al contenido responsable que soluciona problemas. ¿Por qué les vamos a cortar ver un vídeo en Tik Tok sobre manualidades?
¿Qué opina de la prohibición de los móviles en las escuelas?
Creo que prohibir no funciona en general. Aunque en el caso de la escuela, concretamente, dar un marco jurídico al personal docente es genial para que tengan la potestad de retirarlo y evitar el conflicto. Ayuda a la armonía de la clase, pero es como decir que no se puede copiar. Alguno sacará el móvil por debajo de la mesa.
Ahora bien, esto no es lo mismo que cerrar la puerta a los dispositivos en el aula. Eso lo considero un error. Es bueno tener pizarras y ordenadores con direcciones capadas para que solo puedan acceder a determinadas cosas. Si quitamos la tecnología del aula, no les estamos educando en las competencias digitales como ciudadanos.
¿La amenaza de los smartphones, y lo que las niñas y niños hagan con ellos, hace sentirse indefensas a las familias? No parece difícil sentirse amenazado con riesgos nuevos como el acceso temprano a la pornografía, el bullying online, la adicción a juegos a través de la red…
Yo entiendo esa sensación y puede estar causada por lo desconocido. Si te formas y te informas y sabes los peligros a los que te enfrentas puedes guiar y enseñar a los adolescentes. Si no sabes como hacerlo, lo desconocido nos da miedo a todos. Ellos ven en ti un referente al que preguntar. Si te dicen “he visto un reel en Instagram” o “voy a hacer un nuevo trend en Tik Tok” y tú no sabes de que te habla...
Comprendo que es muy loco pensar que un día estamos hablando en una mesa de la ilusión de que vienen los reyes y al poco, en la misma mesa, de porno. Estirar la ilusión es muy bonito, pero también hay que ser realistas y saber en qué mundo viven
No nos podemos borrar de educar. Es una mochila más, al mismo nivel de otras cosas como la alfabetización mediática o los valores. Estas habilidades digitales y competencias las van a necesitar ahora y toda su vida. Hay unos riesgos y hay que jugar con ellos. Como cuando sales a la calle. Igual que le enseñas a que no debe ir a las tres de la mañana por ese callejón a oscuras, les decimos “este contenido no es para ti”. Y a lo mejor un día, siguiendo con el símil del callejón, a determinada edad se atreve a ir.
Comprendo que es muy loco pensar que un día estamos hablando en una mesa de la ilusión de que vienen los reyes y al poco, en la misma mesa, de porno. Estirar la ilusión es muy bonito, pero también hay que ser realistas y saber en qué mundo viven. Esa línea la tiene que poner cada familia. Cerrarlo creo que no es la opción, sino encontrar el equilibrio de cuánto abrir. La falta de relaciones sociales, la baja autoestima y problemas de salud mental están ahí y no son para tomar a la ligera. Nos jugamos mucho.
Esta misma semana una revisión de estudios sobre el uso de pantallas concluía que los efectos negativos existían pero eran pequeños. ¿Parece el apocalipsis y no es para tanto?
De momento no tenemos tantos estudios como para tener tendencias. Se pueden encontrar investigaciones en varios sentidos. Desde luego que hay cuestiones que parecen evidentes, como la alteración de la autopercepción por el contenido que consumen, cómo impactan los influencers, el condicionamiento de la adopción de hábitos...
Si demarcamos espacios sin móviles, entonces deben ser sagrados. No deberíamos coger una llamada en la cena, porque entonces dirán: ¿por qué tu trabajo es más importante que la notificación de mi amiga?
Sin embargo, también hay otras investigaciones que nos hablan de los beneficios: permite la comunicación con amigos que están lejos, es útil para personas más tímidas o ciertos videojuegos pueden ayudar a niños con déficit de atención.
¿Es contradictorio prohibir a un niño usar el teléfono si los adultos lo usamos todo el tiempo?
Hay que ser coherente, cosa que es difícil en la vida y en esto también. Sobre todo a determinadas edades, se recomienda crear espacios libres de tecnología y esto supone tiempo. Hay que currárselo y ser atractivos en las propuestas alternativas. Y si demarcamos espacios sin móviles, entonces deben ser sagrados. Es decir, que no deberíamos, con la excusa del trabajo, coger una llamada en la cena. Si esto es una excepción hay que ponerlo sobre la mesa en la negociación. Porque entonces dirán: ¿por qué tu trabajo es más importante que la notificación de mi amiga?
Habla de la importancia de la formación en las familias. ¿Hay recursos suficientes para que aprendan a cómo manejar esta etapa? Es nuevo para ellas también y significa enfrentar retos a los que no se habían enfrentado antes.
Hay muchas iniciativas, también gubernamentales, que poca gente conoce. Por ejemplo, el 017 es el número del Instituto Nacional de Ciberseguridad (INCIVE). Es una línea de ayuda que asesora, con atención presencial y a través de Whatsapp. La Agencia Nacional de Protección de Datos también tiene un canal prioritario. Cuentan con un acuerdo con Google y otras plataformas que impiden, por ejemplo, que se siga compartiendo un contenido, como el de las chicas de Almendralejo, por ejemplo. Luego al margen está la investigación judicial. Estos servicios existen a nivel estatal y no se conocen.
También hay fundaciones y recursos privados, como cibervoluntarios, que dan charlas en colegios. Pero aún somos gotitas en un océano. Esto es una formación constante porque la app de ahora no es la de dentro de tres meses, pero si tienes los mimbres y la carretera hecha... Es curioso porque hay una gran preocupación pero cuando voy a los coles la sala no está a rebosar. A la gente no le da la vida.
¿Qué papel tienen las plataformas y empresas tecnológicas en todo esto? ¿Debemos pedirles más compromiso?
Empecé mi carrera como periodista y después salté a Microsoft, donde empecé a gestionar equipos y terminé en la monetización de Microsoft News España. Cualquier empresa con cuenta de resultados exige a sus empleados que los ingresos sean mejores. En una plataforma y en cualquier big tech, todo se mide: cada scroll, cada click se mide. Es muy cómodo demonizar a las plataformas pero te ofrecen un servicio gratis a cambio de un precio que pagas. Por ejemplo, con Google Maps consientes que sepa dónde andas y dónde no. El pacto es claro.
Ahora bien, en el momento en el que estamos, hay que responsabilizar a las plataformas porque aprovechan esa grieta por la que se cuelan para poder conseguir lo que ellos quieren. Sí rotundamente tienen responsabilidad. Por ejemplo, creo que habría que poner más difícil a los menores el acceso a contenido pornográfico, no vale con preguntar si eres mayor de edad antes de entrar.
La nueva ley de servicios digitales de la UE está intentando hacer cosas, lento pero se está empezando a andar. No dejan de ser derechos fundamentales. La norma ha comenzado a definir la responsabilidad de las plataformas. La gente decía que DCA, como se conoce la ley en Europa, iba a acabar con Twitter y Facebook, con internet tal y como lo conocemos. Veremos a ver cómo se aterriza.
¿Qué recomienda, entonces, a las familias?
Yo creo que lo mejor es que las propias familias se formen para poder guiar y acompañar a los menores en las habilidades digitales cuando vayan demandando y a la velocidad que consideren. Lo más recomendable es explicar y consensuar las normas. Eso no impide que se use el principio de autoridad alguna vez. Se trata de guiarles en la resolución de conflictos para que nos vean como referentes. Y, aunque pongamos límites, es muy importante tener en cuenta que el adolescente o la adolescente tiene una intimidad y un ámbito privado. Tiene derecho a eso, aunque comporte un riesgo.
Lo más valioso en el proceso de la educación digital es la confianza y por eso hay que adecuar a la edad de cada uno el control. Si se percibe riesgo hay que hablarlo y elevar ese control. Pero si les acompañamos en la toma de decisiones es más fácil detectarlo. Se trata al final de fomentar los mismos valores que en otros ámbitos. Descanso, autocuidado, solidaridad, responsabilidad... pero en el ámbito digital.
Por último, en el tiempo de uso nos obsesionamos con el numero de horas y a veces no tiene tanto que ver con la cantidad sino con la calidad del contenido que consumen. Igual están viendo una serie de una hora.