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ENTREVISTA Bióloga, especialista en cáncer pediátrico

Marta Alonso: “Los tumores pediátricos se consideran raros y no cuentan con la inversión suficiente”

Hace cientos de años, un médico se dio cuenta de que ciertos pacientes que padecían algún tumor y que al mismo tiempo se infectaban de virus comunes, como el de la gripe, presentaban después sorprendentes mejorías de su grave enfermedad. Aquello, que al principio pudo parecer una coincidencia, hoy se intenta replicar en el laboratorio para que ciertos virus modificados sean capaces de acabar con las células cancerígenas. La bióloga especialista en tumores pediátricos Marta Alonso, que dirige el Laboratorio del Tumores Sólidos Pediátricos del CIMA de la Universidad de Navarra, es especialista en terapias con virus oncolíticos.

Los tumores que afectan a los niños son considerados raros, por lo que normalmente no cuentan con la financiación ni con la investigación suficiente. Muchas veces, indica Alonso, “llegan terapias que han funcionado en tumores como el melanoma, que no funcionan en los pediátricos” y esto puede ser una pérdida de tiempo. Por esto precisamente la especialista pide seguir financiando e investigando.

¿En qué se centran en estos momentos las investigaciones del cáncer pediátrico?

El término cáncer pediátrico es muy amplio. Por un lado tenemos los tumores hematológicos. Los estudios para leucemias y linfomas están mucho más avanzados en comparación con los tumores sólidos. En el 90% de los casos se curan, tienen que hacer todos sus tratamientos, pero tienen un pronóstico mucho mejor.

Por otro lado tenemos los tumores sólidos. Aquí también hablamos de muchísimas entidades. Dentro de los tumores sólidos infantiles cabe destacar los tumores cerebrales y, dentro de los cerebrales, hay varias entidades que son los más agresivos.

En cuanto a las terapias, ahora mismo estamos todavía intentando comprender la biología de muchos de estos tumores porque, en muchos casos, estamos por detrás de lo que se sabe de los tumores del adulto. También estamos desarrollando nuevas estrategias terapéuticas.

Ahora mismo, yo creo que hay un movimiento muy fuerte en todos estos tumores con las terapias CAR-T [terapias con células T] y con la inmunología para intentar que los niños que no responden a las estrategias convencionales tengan una oportunidad.

Está especializada en el desarrollo de virus oncolíticos para tumores cerebrales infantiles. ¿Qué es esto exactamente?

Cuando hablamos de virus oncolíticos quiere decir que son capaces de romper las células. No es que sea una terapia muy novedosa, empezó hace varios siglos cuando algunos médicos se dieron cuenta de que pacientes con tumores que se cogían una gripe o algún virus, de manera espontánea, se curaban de esos tumores.

Este campo ha ido evolucionando y se utilizan diferentes virus. Quizá los más utilizados son el herpes y el adenovirus, y lo que se hace es modificarlos en el laboratorio para que sean específicos de tumor, de manera que solo maten a las células tumorales y que dejen a las células normales en paz.

Esta terapia se basa en dos patas. Por un lado, son capaces, al infectar y replicarse, de matar a las células tumorales. Y, por otro lado, al ser patógenos y al matar las células, hacen un efecto llamada al sistema inmune. Cuando el sistema inmune viene al tumor a ver qué está pasando, porque el virus lanza unas señales muy fuertes, en algunos casos es capaz de reconocer al tumor y eliminarlo.

Hace unos días, en una charla con la Asociación Española contra el Cáncer, se habló de que existe una gran desigualdad de inversión en la investigación contra ciertos tipos de cáncer. ¿Este es el caso de los tumores pediátricos?

Totalmente. Los tumores pediátricos están considerados raros. Por lo tanto, no son muy interesantes desde el punto de vista de las inversiones. Por supuesto, de la inversión privada. Si tú desarrollas un fármaco para este tipo de tumores, el mercado es mucho más pequeño. Pero también [sucede] por parte de las administraciones y la verdad es que no lo entiendo. Un niño enfermo en una familia es un problema económico muy grande. A veces uno o los dos progenitores tienen que dejar de trabajar para poder ocuparse del niño. Existen una serie de factores que me parece que son lo suficientemente importantes para que se ponga el foco y se destinen más recursos para estos tumores.

Que un investigador se tenga que dedicar a un tema donde no va a encontrar financiación para sus proyectos es complicado

¿Qué consecuencias tiene la desigualdad en investigación?

Muchas. Lo primero es que como no hay inversión tampoco se atrae a la investigación. Que un investigador se tenga que dedicar a un tema donde no va a encontrar financiación para sus proyectos es complicado. Por tanto, hay menos investigación y como hay menos investigación se comprenden menos estos tumores y hay menos terapias.

Muchas veces lo que ocurre es que llegan terapias que han funcionado en tumores como melanoma, mama o colon, pero que en estos tumores, tanto pediátricos como raros, no funcionan porque no estamos con el foco bien dirigido al no tener investigación específica para ellos.

Dentro de la pediatría, ¿cuáles son los más comunes?

De los tumores más abundantes tenemos por un lado la leucemia y, de los sólidos, los tumores cerebrales, que son los más prevalentes en la edad pediátrica. Luego le siguen los sarcomas. Pero son los tumores cerebrales los más abundantes y los que más mortalidad causan. Por encima de las leucemias.

¿Estos tumores cerebrales a cuántos menores pueden afectar?

Cada año se dan alrededor de 1.100 casos de enfermedad tumoral en menores de 14 años, según los datos del Registro Español de Tumores infantiles, y unos 1.600 si se tiene en cuenta a los adolescentes.

¿Para estos tumores sólidos o para el sarcoma cuáles son los tratamientos que se aplican?

Son muy diferentes. En los tumores cerebrales se empieza con una cirugía siempre que se pueda y luego se sigue con una serie de quimioterapias o radioterapias. En cambio, para el osteosarcoma se empieza con una terapia que utiliza tres fármacos diferentes que son el cisplatino, la doxorrubicina y el metotrexato, y luego siguen con cirugía. El manejo de estos pacientes es muy diferente.

¿Cómo le afecta a un niño o a un adolescente el pasar por todo esto?

Es muy diferente la manera en la que viven el proceso los niños más pequeños en comparación con un adolescente. Un niño pequeño, a pesar del sufrimiento que genera en la familia, como no son tan conscientes, lo pasan mal en los ingresos o los procedimientos, pero ellos viven el momento. En el momento en el que ellos se encuentran un poco mejor, ya no son tan conscientes de su enfermedad.

A partir de diez o doce años, momento en el que además los adolescentes están empezando a vivir llenos de ilusiones, llenos de proyectos de futuro, es terrible. Es terrible pensar que igual su vida no va a continuar. Y ya no solo en el largo plazo. Los tratamientos les dejan calvos y esto en la adolescencia... imagínate quedarte calvo. Yo pienso en mi hijo adolescente, que está todo el día peinándose. Es muy duro. Son procesos que, tanto a nivel físico como emocional, castigan mucho.

Hoy en día, vemos a muchos jóvenes narrar en las redes sociales cómo están siendo sus tratamientos o cómo es su día a día dentro del hospital. ¿Esto puede ayudarles incluso para luchar contra su propia enfermedad?

Cada uno vive la enfermedad de una manera. Pero estoy segura de que a los que comunican su enfermedad les sirve como terapia para normalizarlo, para que se vea que la vida continua y que ellos están intentando sacar lo mejor de ella. Creo que es positivo siempre que el que lo hace lo haga porque quiere.

¿Cómo afectó la pandemia en las labores de investigación del cáncer pediátrico?

La pandemia nos ha afectado a todos. Ya no podíamos tener un ritmo de trabajo igual, nos ha ralentizado y muchos recursos se han desviado para la COVID-19. No solo en lo personal, que no puedes venir a trabajar, sino que los investigadores también tenemos familia. Tenemos una vida fuera de la investigación, que quizá también el hecho de que tú tengas a tus hijos en casa ha hecho que no te puedas dedicar a trabajar al 100%.

Se necesitan más recursos, recursos estructurales que ayuden a mantener una investigación en el tiempo, una investigación de calidad y que tenga sentido

¿Qué queda por hacer en España para luchar contra el cáncer infantil?

Yo diría que casi todo. Se necesitan más recursos, recursos estructurales que ayuden a mantener una investigación en el tiempo, una investigación de calidad y que tenga sentido. En toda la parte del diagnóstico molecular, ya sabemos más de los diferentes tumores y hay un proyecto muy grande español, que se llama Pencil, que agrupa a muchísimos centros de España.

A través de este proyecto se está intentando instaurar que dé igual dónde estés y cualquiera que sea tu tumor, que se pueda secuenciar y ponerle nombres y apellidos para poder ponerle un tratamiento adecuado y muy dirigido al tipo de tumor que tengan esos niños. Pero más allá de eso, está todo por hacer.

Hay que avanzar mucho más en el conocimiento, en el desarrollo de tratamientos específicos para estos tumores y que no nos vengan dados de lo que está funcionando en otras enfermedades.

Cuando se aplica un tratamiento que está diseñado para otra enfermedad, ¿se puede perder el tiempo?

Sí. De hecho, se ha perdido el tiempo. Los immune checkpoints en melanoma han sido revolucionarios. Son unos anticuerpos que lo que hacen es quitar el freno al sistema inmune, pero estos buenos resultados en melanomas que antes no se curaban, cuando se han trasladado a diferentes tipos de tumores pediátricos no han dado el mismo resultado.

Por ejemplo, hay un tipo de tumor cerebral donde se han aplicado en el que no hay linfocitos, con lo cual, por mucho que le quites el freno a estos linfocitos no hay nada que activar ahí. Con lo cual se ha perdido el tiempo.