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80 años de la Guerra Civil

Los mecenas que le pagaron el golpe y la guerra a Franco

La Guerra Civil española resultó la secuela de un fracaso: el estallido golpista de julio de 1936. Poco importaba el fiasco a los rebeldes. Llegaban a la contienda fratricida con una idea fija, exterminar al rival ideológico. Limpiar España al coste necesario. Y emprendían la tarea con las alforjas llenas. ¿Quiénes fueron los mecenas de un puñado de militares sublevados?

Franco fue patrocinado por Hitler y Mussolini. Con armas, tropas y financiación, apoyo logístico que arribó antes, durante y después de la asonada. Parte de la oligarquía económica del país no dudó en financiar la trama, con el paradigma del contrabandista, banquero y empresario Juan March a la cabeza. Desde la iglesia también hubo colaboracionismo y grandes propietarios y terratenientes sumaban donativos a otros más modestos de derechistas locales… Todo sirvió, incluso el robo y el saqueo pueblo a pueblo sobre los derrotados.

Dinero de Juan March para comprar armas

“Juan March facilitó dinero” en marzo del 36 “para la adquisición de armas en el extranjero”, expone el historiador Ángel Viñas. De fuera del país, el político Francesc Cambó recaudó importantes sumas de dinero. La financiación corría desde créditos de entidades y sociedades externas, en ejemplos de que la “conspiración contra la legalidad republicana” no era una trama “solo militar sino también civil”, apunta. Un complot latente “siempre” desde 1931 y que “revivió súbitamente” en marzo del 36 tras la victoria del Frente Popular en las elecciones generales.

Con pruebas como la actuación del abogado y político Antonio Goicoechea. “Solicitó a los italianos ayuda financiera para pagar a los pistoleros que sembraban y propulsaban la inquietud social” en España. Violencia callejera y atentados terroristas a manos de milicias falangistas y carlistas para romper cualquier atisbo de calma ciudadana. “La explosión de alegría, y de cólera, en las filas de la izquierda fue estimulada conscientemente por la trama civil”, subraya Viñas.

El préstamo solicitado en el tramo previo a la guerra no fue el único servicio a los planes golpistas. Como explica el hispanista Paul Preston en su libro El holocausto español, una delegación de derechistas “viajó a Roma en busca de armas y apoyo financiero en su intento de derrocar a la República”. Tras una entrevista con Benito Mussolini y el gobernador de Libia, Italo Balbo, “recibieron 1.500.000 pesetas, 20.000 rifles, 20.000 granadas de mano y 200 ametralladoras”. Llegaron a través de Trípoli y la Portugal de Salazar, país que reclutó todo tipo de aportes a la causa. Centenares de mercenarios serían “entrenados como instructores por el Ejército italiano”.

La decisiva colaboración de Alemania e Italia

El soporte de Alemania e Italia resultó determinante. Al envío de municiones, armas e incluso aviones hay que sumar la participación activa en la guerra civil de escuadrones italianos y nazis. La balanza, de otro modo, nunca hubiera caído del lado franquista, según el historiador Francisco Espinosa Maestre. “Los acuerdos con Mussolini y Hitler pusieron en manos de los golpistas, y en condiciones óptimas de pago, hombres y armas sin las cuales poco hubieran podido hacer”, relata.

Y no solo la guerra, sino el propio golpe, “se financió de varias formas”. Con el componente esencial de la élite económica española, que claudicó ante los intereses rebeldes cuando no sostuvieron la conspiración desde el inicio. Con un nombre subrayado: “Juan March fue clave”, apunta Espinosa Maestre. A esta ayuda, continúa, “hay que añadir los millones (de pesetas) que salieron de los donativos de los derechistas pueblo a pueblo y el que sacaron de todo lo que fueron robando desde el mismo 18 de julio”.

El propio Preston refleja otros episodios que actuaban como gotas para colmar el vaso del patrocinio rebelde. Fondos para “financiar a los agitadores” del clima prebélico, caso de una suscripción abierta desde el periódico ABC para un desconocido sindicato y que recolectó en poco tiempo 350.000 pesetas “donadas por aristócratas, terratenientes, industriales, además de muchos fascistas y falangistas anónimos”. O aquel “general al que no se identificó” y que compraría “10.000 rifles en Portugal, que posteriormente serían entregados a los militantes falangistas”. Corría la mitad del año 35.