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La gestión de la crisis del ébola según los médicos que tratan a la contagiada: “Esto es una locura”

Una de las cartas remitidas por los médicos del Hospital La Paz quejándose por la falta de formación y recursos para tratar el ébola

Arantza Coullaut

“Te ayudamos a ponértelo, no te preocupes”. “No me preocupo... A ver. Espera, creo que se pondrá así pero no es de mi talla”. Es viernes y el médico de medicina intensiva del hospital madrileño La Paz, B.C, cuenta cómo esta mañana se ha enfundado en un traje amarillo rodeado de 10 compañeros en un despacho del hospital madrileño. Dentro de tres horas irá al hospital Carlos III a cuidar a la auxiliar de enfermería contagiada de ébola, Teresa Romero, y vigilar los casos sospechosos. Nunca se ha puesto un traje antes y quien le ayuda a ponérselo –la parte más fácil pues está acompañado, el pánico llega cuando tienen que quitárselo solo en un par de metros cuadrados - es una médico, E. F, que ya se ha vestido varias veces para tratar a los pacientes infectados de Ébola en el centro madrileño.

Ella tampoco ha recibido ninguna formación pero tiene práctica y más de diez años de experiencia atendiendo a pacientes críticos. Le calma y le dice qué es lo que hay que hacer para intentar no fallar al quitarse los guantes y el resto del traje en el mínima cuarto que está habilitado para ello – ni siquiera se duchan, solo se quitan el traje antes de salir de la zona de aislamiento- en el Carlos III. “Es como si estuvieses en el mar, sensación de buceo, tienes que guardar la calma, controlar la mente”. Sudando sin parar, tiene empañadas las gafas, contesta con una risa nerviosa: “¿Bucear? ¡Esto es un infierno! Necesito otra talla... una XXXL.”

En un par de horas B.C buscará – “a ver si hay suerte” – un traje de su talla en la sexta planta del Carlos III. Allí le esperan los enfermos. Mientras, en La Paz, sus compañeros seguirán, uno por uno, probándose el traje. Simulan estar en la pequeña “esclusa” – así definen los médicos de La Paz el minúsculo sitio dónde se tienen que cambiar solos tras ver a los pacientes contagiados - del Carlos III. La mayoría no tendrán problemas con la talla pero sí para controlar sus nervios al quitarse los tres pares de guantes, el traje y la mascarilla, sabiendo que el mínimo fallo, un simple resbalón o llevarse la mano a la cara, puede ser mortal. Mortal para ellos y para muchísimas personas más a las que pueden contagiar. “Guarda el equilibrio al quitarte las calzas y si tienes mala suerte y ves que te vas a caer, te apoyas en la pared”. “Se me engancha el último guante... ¿Qué hago? ”Sobre todo guardar la calma y tirar hasta que salgan, hazlo despacio, respira tranquila“. ”Esto es peor que la carrera de medicina“, protestan los médicos, que el que menos atesora una década de experiencia.

Una esclusa de apenas dos metros

Agobia escuchar cómo cuentan la dificultad que tienen al quitarse el traje amarillo en un cuarto grande y rodeado de compañeros. No es difícil imaginar la angustia que deben de sentir al quedarse solos tras ver al paciente e intentar seguir todos los pasos marcados para no contagiarse al despojarse del traje, en una “esclusa” mínima de apenas dos metros.

“Ahora lo hacemos en un cuarto grande rodeado de compañeros, pero después hay que quitarse el traje solo. Lo increíble es que no haya habido más contagios. No hemos recibido ninguna formación. Esto es una locura.”, explica E.H, otra de las médicos que han estado en el Carlos III y con más de diez años de experiencia. Durante toda la mañana y parte de la tarde, los médicos, un grupo de élite, compaginarán la puesta del traje con la atención a los pacientes –“las guardias se multiplican pues nadie quiere venir a trabajar aquí”–, ingresados en el Servicio de Medicina Intensiva de La Paz.

“Exigimos formación, para los médicos y para todo el personal. Lo llevamos pidiendo desde hace seis meses y mira cómo estamos, nos damos consejos los unos a los otros de la mejor forma que creemos, de cómo hay que vestirse y desvestirse, esto es un calvario”, recalca otra intensivista, E.P.

Pese a la angustia conservan el buen humor, y animan al compañero. Y cuando se les pregunta cómo se ha podido llegar a una situación tan disparatada, comienzan a contar la historia de un “caos”, así lo definen, que se remonta al mes de abril de 2014.

“A finales del mes de abril, concretamente el día 25, nos reúnen en esta misma sala y nos comentan, la subgerente del hospital, Mercedes Fernández de Castro y la responsable de Salud Pública, Mercedes Vinuesa y la responsable de Riesgos Laborales del hospital madrileño, que desde ahora somos el hospital español de referencia para el diagnóstico y tratamiento de los posibles casos de virus de Ébola que puedan darse, sospechosos o confirmados”, cuenta la médico intensivista B.G. , con tres décadas de experiencia. “Nos quedamos helados pues no entendemos nada. Ni nos explican quién y por qué ha tomado esa decisión. La Paz no es un hospital preparado para una infección del virus ébola, que tiene un nivel 4 de Bioseguridad”.

Cuatro días más tarde, el 29 de abril, los médicos escriben una carta a la dirección del hospital a través del registro del centro. Es la primera de las cinco cartas que enviará el equipo encargado de los pacientes de ébola en España. En estos seis meses, solo reciben una respuesta genérica. En toda la correspondencia los médicos exigen una formación adecuada ya que no solo se pone en riesgo su salud sino sobre todo la de la población. En todas las cartas enviadas a la dirección los facultativos reiteran su plena disposición a tratar a los pacientes.

“El Hospital de la Paz no dispone de la infraestructura adecuada que garantice no sólo el manejo adecuado del paciente que requiere ingreso en una unidad de críticos sino también la seguridad del personal especializado (...) no podemos asumir el riesgo de tratar a este tipo de pacientes, por la peligrosidad que eso supone no sólo para nosotros sino también para el resto de la población con la que tengamos contacto a posteriori”, se puede leer en la primera carta. En ella, los propios médicos adjuntan los protocolos de actuación y el material necesario para el cuidado de una paciente con ébola.

“Les pedimos que nos formaran, pero nunca contestaron a esta carta, no hicieron ninguna obra en el Carlos III ni en La Paz. Igual pensaron que nunca llegaría ningún paciente. Pasaron las semanas y nada. Si preguntábamos nos decían que no nos preocupásemos, que seguramente no pasaría nada”.

Falta de preparación ante la llegada del cura Pajares

Pero el paciente enfermo de ébola llegó. Los facultativos encargados de la unidad se enteran por la prensa que el cura Miguel Pajares está contagiado de ébola y se sospecha que la religiosa Juliana Bonoha también puede estar infectada. El día 6 de agosto los médicos escriben una segunda carta en la que realizan peticiones concretas ante la falta de infraestructura. “Habitación con presión negativa; separación entre casos confirmados y sospechas; equipos de protección personal del máximo nivel (monos ventilados) con la instalación de las tomas de aire necesarias para el personal que atiende al enfermo en caso o, en su defecto, monos autónomos”. En esa lista vuelven a recalcar: “Formación y entrenamiento urgente para el personal que va a atender a los pacientes”.

Los médicos transmiten en la carta que el hospital de La Paz, el primer destino barajado para atender a los dos enfermos, no reúne las condiciones adecuadas. “No entendíamos nada, seguíamos como tres meses atrás, sin infraestructura y sin haber recibido una mínima formación”, recuerda B.G.

Las reiteradas quejas y la presión de los médicos logran que el paciente contagiado de ébola y el caso sospechoso no sean trasladados a la séptima planta del hospital, “una zona vip” reservada a personalidades en caso de enfermar. “ El día 6 nos dijeron que les iban a llevar allí. Subimos. Vimos a una par de obreros trabajando. Inmediatamente bajamos y le dijimos a la subgerente que allí no cabían dos pacientes, que no había esclusa para cambiarse, que no podíamos exponer a los demás enfermos de La Paz...”.

En ese día frenético, donde las decisiones cambian cada hora, los médicos consiguen que Pajares y Bonoha sean trasladados al Carlos III, antiguo hospital de referencia para este tipo de patologías pero desmantelado en junio pasado para este uso por el Gobierno de la Comunidad de Madrid e integrado en La Paz. “Traer a los enfermos no tenía ninguna lógica pues para ello se requería unas instalaciones de bioseguridad que no existen en este país. El hospital Carlos III, que meses atrás pasó a formar parte de La Paz, era el hospital de referencia para patologías infecciosas pero no estaba actualizado. No es una instalación de bioseguridad de nivel 4. Era increíble. Si quieren traer a pacientes, primero hay que montar un hospital en condiciones y después traerlos”, recalca B.G., una de las veteranas del equipo.

La formación insistentemente requerida por los especialistas no llegaba. El 6 de agosto un médico del equipo, a iniciativa propia, llama a un amigo del Samur para que les explique cómo se ponen los trajes. Se reúne a todo el personal de urgencias y se hace una demostración. “Ese día y una charla anterior fue toda la formación que recibimos. Desde Riesgos Laborales se miraba hacia otro lado. No se hacía nada. Era desesperante. Con los primeros trajes utilizábamos bolsas de basura en vez de calzas”, explica B.G.

El 7 de agosto un Airbus A310 del 45 Grupo del Ejército del Aire trae a los dos enfermos españoles desde Liberia. Aterrizan en la base aérea de Torrejón de Ardoz y son trasladados al hospital Carlos III. “Los mismos médicos comienzan a bucear en Internet para informarse de los trajes que hay que usar”, según cuentan. El día 12 de agosto y tras haber sido tratado con el suero experimental Zmapp, fallece Miguel Pajares. Primera víctima de ébola en Europa.

Tras la muerte del cura, la gerencia del hospital les asegura que están acondicionando el hospital militar Gómez Ulla para atender a futuros casos, según asegura el equipo médico.

“Un mínimo error te condena”

Un mes después la historia se repite casi con el mismo guion. El personal médico sigue sin recibir entrenamiento, las esclusas para cambiarse después de estar con el enfermo siguen siendo las mismas – las medidas son ridículas-, y desde la gerencia no se responde a las reiteradas exigencias tanto verbales como por carta. El 21 de septiembre el Gobierno decide repatriar desde Sierra Leona al sacerdote Manuel García Viejo que llega a Madrid el día 22 y muere el 25 de septiembre. La segunda víctima mortal por ébola en Europa. Una de las auxiliares que lo atendió, Teresa Romero, se contagia.

Los médicos no saben cómo se pudo contagiar la auxiliar. “Al igual que todos nosotros no recibió ninguna formación para quitarse el traje. Es muy difícil hacerlo. Un mínimo error te condena”, recalcan casi al unísono. En tres cartas consecutivas, los días 8, 9 y 10 de octubre, vuelven a exigir “ un curso de formación acreditado que incluya al personal que está implicado en el cuidado del paciente ”. En la última muestran su desesperación y reclaman en mayúscula “CON CARÁCTER URGENTE un curso de formación ACREDITADO [sic]”. Y también anuncian acciones legales contra el hospital ante “la falta de formación”.

La alerta sanitaria es ya también una crisis política que afecta a los gobiernos de España y la Comunidad de Madrid. Y hoy, mientras los médicos se entrenan de nuevo con los trajes en su cuarto de La Paz, los obreros se afanan en terminar, seis meses después de ser designado como hospital de referencia, tres habitaciones en el Carlos III con medios y esclusas más grandes que garanticen el cuidado y la seguridad de pacientes y personal facultativo.

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