Megan Rapinoe, el oro del Mundial de fútbol que utiliza sus éxitos para reclamar más feminismo
El Mundial femenino de fútbol celebrado en Francia ha supuesto un punto de inflexión para las mujeres en este deporte. No solo por la repercusión mediática y social del campeonato, sino por el mensaje trasladado a millones de personas en todo el mundo. Calculaba la FIFA que más de 1.000 millones de personas habían conectado en algún momento con un partido. Países como Brasil, Italia, Francia, Inglaterra, China o España pulverizaron todos sus récords de audiencia. Y en ese contexto, caló el mensaje de igualdad de la elegida mejor jugadora del torneo y máxima goleadora con seis tantos, Megan Rapinoe, capitana de la selección estadounidense.
Este domingo, Estados Unidos se proclamaba campeona del Mundo por segunda vez consecutiva tras derrotar a Holanda (2-0) en la final. Cuando el Stade de Lyon, con 57.900 espectadores, recibía al presidente de la FIFA Gianni Infantino al grito de 'Equal Pay' (igualdad salarial), todas las miradas se dirigían hacia ella. La capitana de las 'Barras y Estrellas' ha logrado que su fútbol trascendiera a lo social. “Nosotras ya hemos demostrado que damos espectáculo. Es hora de tener otra conversación, de que las instituciones apuesten de verdad”, comentaba nada más colgarse la medalla al cuello.
Lo hizo durante cuatro semanas de campeonato tomando el relevo de la elegida mejor jugadora del planeta, Ada Hegerberg, quien rechazó asistir a la cita por desavenencias con la federación noruega en su incansable lucha por la igualdad en el deporte. Conocedora del altavoz que suponía este campeonato, Rapinoe habló más de las desigualdades que de los rivales. Conocida es su reacción a la posible visita a Donald Trump si se hacían con el triunfo: “No voy a ir a la puta Casa Blanca”, respondía. El presidente norteamericano invitaba a la capitana a ganar antes de hablar. Y ahora que los trofeos no le caben en las manos, su mensaje es de mayor calado. “Desde luego ni yo, ni Ali Krieger ni muchas más jugadoras vamos a ir a una administración que no piensa igual sobre las cosas por las que luchamos”.
Contra la brecha salarial
En las horas previas a uno de los partidos más importantes de su carrera, Rapinoe utilizó el micrófono para dar una lección. Primero se dirigió a la propia FIFA, a la que acusaba de ofrecer cifras mediáticas que no se correspondían con la realidad. En la jornada anterior, Infantino había anunciado que en los próximos cuatro años duplicaría la prima en el Mundial de 2023 pasando de 30 a 60 millones de euros. Datos que contrastan con los más de 400 millones que percibirán sus homólogos masculinos.
“Está muy bien que hablen de inversión, pero la brecha sigue creciendo. A eso me refiero cuando digo que no nos respetan igual que a los hombres. Es una cuestión de interés. Si realmente te interesamos, no solo anuncias mejoras, sino que evitas que la brecha crezca”. Una falta de interés que señaló al situar en la misma fecha las finales de la Copa América y la Copa de Oro. “¡Es la final del Mundial! ¡Es el día de cancelarlo todo! Es increíble que pasen estas cosas”.
Incansable activista, la capitana ha centrado su discurso en las últimas semanas en las desigualdades entre hombres y mujeres, pero no es nada nuevo para ella. En 2016, un año después de ganar el Mundial, firmó junto a las capitanas Carli Lloyd y Becky Sauerbrunn y la delantera Alex Morgan una demanda a su propia Federación al considerar que había una clara discriminación por ser mujeres. Habían batido todos los récords de audiencia, eran tres veces campeonas del Mundo, campeonas olímpicas, y seguían cobrando menos que sus compañeros, que sufrían para clasificarse para cada torneo. “Los números hablan por sí mismos”, decía Morgan. “Somos las mejores. A ellos les pagan más por jugar un partido que lo que recibimos nosotras por ganar campeonatos”.
Tres años después, el pasado mes de marzo, volvieron a repetir denuncia, esta vez firmada por 28 jugadoras de la selección nacional. “La Federación ha afirmado que las realidades del mercado hacen que las mujeres no merezcan ser pagadas igual que los hombres. Admite una discriminación de género incluso teniendo en cuenta que las mujeres hemos ganado más campeonatos y hemos tenido audiencias televisivas más altas”, decía la demanda firmada por las vigentes campeonas, que ahora se han visto respaldadas por las miles de personas que abuchearon a las autoridades del fútbol mundial.
La causa LGTBI, en el centro
La lucha de la veterana jugadora de Seattle Reign no se limita a los derechos de las mujeres. Su estatus como heroína del deporte estadounidense sufrió un varapalo en 2016 cuando se posicionó a favor de Colin Kaepernick, quarterback de San Francisco 49ers, quien vio truncada su carrera en el momento en el que decidió arrodillarse cada vez que sonaba el himno en protesta por los abusos policiales a los negros en su país. Kaepernick comenzó a ser señalado como un traidor a la patria. Rapinoe, que en su primera actuación en un gran campeonato se dirigió a la grada para cantar 'Born in the USA', supuso que la mejor manera de mostrar su respeto a la bandera y al himno era seguir sus pasos. Fue la primera futbolista en hacerlo.
“No he experimentado brutalidad policial y no he visto a un miembro de mi familia muerto en la calle, pero no puedo quedarme sin hacer nada mientras hay quien sufre esta angustia. Es mi mayor respeto a la bandera. Me enfrento a ella con mi cuerpo, mirando hacia el símbolo de libertad de nuestro país, porque es mi responsabilidad”, explicaba en un artículo en The Players Tribune. En él, respondía a las críticas recibidas por su apoyo a esta causa. “Soy la Megan Rapinoe que conoces desde hace años. Soy la misma mujer que ha puesto las barras y estrellas en su pecho orgullosa y radiante. Me has llamado heroína una y otra vez”.
Pero si hay una causa con la que más se siente identificada es con su apoyo al colectivo LGTBI. En un artículo de opinión en el que explicaba el rechazo que había sentido al verse como una 'Tomboy' –una chica con expresión de género masculina–, narró cómo el fútbol fue su vía de escape ante la “explosión de los roles de género en la adolescencia”. En 1999 asistió a un partido del Mundial, una semifinal entre su país y Brasil con 70.000 personas en la grada. “Esto es lo que quiero hacer”, se dijo. Unos años después, era ella quien se situaba sobre el terreno de juego, pero no solo no perdió la perspectiva, sino que aumentó su compromiso consciente de la capacidad que tenía como icono.
Tras superar a Francia en cuartos de final, donde marcó un doblete, hizo un nuevo guiño por la semana del Orgullo. “No puedes ganar un campeonato sin homosexuales en tu equipo. Nunca ha pasado. ¡Es ciencia! Me motiva la gente que es como yo, que lucha por las mismas cosas”.
En 2017, dio un paso más en la visibilización anunciando que salía con Sue Bird, triple campeona de la WNBA y una de las mejores jugadoras de baloncesto de la historia. Ambas se erigieron como una pareja icónica para las lesbianas a través del deporte, y precisamente ésta celebró el doblete ante Francia en respuesta a Trump. “Es como si todo el país a la vez se hubiera hecho una misma pregunta. ¿Fútbol? Sí. ¿Fútbol femenino? Sí. ¿Una estrella abiertamente homosexual marcando dos goles y liderándonos a una gran victoria? Sí”, decía en una columna titulada 'Así que el presidente odia a mi novia'.
Además de los constantes mensajes en entrevistas y redes sociales, la californiana acude a un centro de acogida de personas expulsadas de su hogar por su orientación sexual. “Necesitan ser escuchados”, explicaba. “Me encanta ayudar, especialmente a los más jóvenes. Y siento que es mi responsabilidad”. La responsabilidad y la conciencia social son dos conceptos ligados a la trayectoria de Megan Rapinoe, la historia de una futbolista que expande los límites del terreno de juego hasta tocar la conciencia de sus seguidores.
El Mundial femenino de Francia estará marcado como un antes y un después en la historia de las mujeres en este deporte, no solo por la apuesta definitiva del entorno y la mejora técnica y táctica de las protagonistas, sino por el mensaje que ha trasladado al entorno del fútbol. Su causa, tras el Mundial de los récords, es imparable.