“Es de noche, pero nos damos cuenta de que caminamos sobre la arena. ¿Dónde podemos estar? Antes de que nos acerquemos a unos edificios, el guardia dice: 'Hemos llegado', y se va. La decepción es grande. Caminar todo el día, quizá 40 kilómetros, sin apenas comer y, como colofón, dormir al aire libre y sobre la arena. ¿Qué vamos a hacer aquí? Ahora, somos refugiados a los que se nos ha acogido para arrojarnos en una playa y, además, conformarnos con lo que se nos da”.
Tan solo se trata de un pequeño fragmento del testimonio de Isidro Torres Vivens, uno de los centenares de miles de exiliados republicanos —se calcula que fueron cerca de medio millón— que tuvieron que dejar España entre febrero y marzo de 1939, cuando el general Francisco Franco estaba a las puertas de proclamar el fin de la Guerra Civil y el inicio de una dictadura de cuatro décadas.
Son palabras recogidas junto a otro centenar de dramáticas declaraciones —donde se puede palpar la tristeza y la decepción, aunque también la esperanza— custodiadas e investigadas por el Memorial del Campo de Argelès-sur-Mer, municipio del sureste francés en cuya playa fueron recluidos alrededor de 100.000 españoles que huían de las tropas franquistas.
No deja de ser paradójico que todo este valioso material —al que se suman fotografías, libros, obras de arte y objetos de todo tipo, donados o pertenecientes a archivos privados— se custodie fuera de las fronteras españolas. Aunque no por ello deja de ser accesible tanto a investigadores, como a los exiliados que sufrieron el infierno de arena y agua salada de Argelès o sus descendientes.
De hecho, el equipo que está detrás del Memorial trabaja desde hace un cuarto de siglo (el vigesimoquinto aniversario de esta labor tendrá lugar en 2024, cuando el centro, por su parte, cumplirá una década) en la divulgación del penoso exilio español o la Retirada, así, en mayúsculas, como denominan este capítulo histórico en el museo francés. Una especie de altavoz que sube el volumen de la tragedia casi un siglo después de que acontecieran los hechos y terminar así con el olvido de este gravísimo episodio, para sonrojo de franceses y españoles.
La decepción es grande. Caminar todo el día, sin apenas comer y, como colofón, dormir al aire libre y sobre la arena. ¿Qué vamos a hacer aquí? Somos refugiados a los que se nos ha acogido para arrojarnos en una playa
Los testimonios pertenecen a españoles, pero también a reclusos de otras nacionalidades, y son de carácter diverso, y una parte de ellos son accesibles “online”. “Son aportaciones del sentir, del vivir, de la experiencia directa de miles de personas cuyas vidas chocaron y fueron destrozadas por la barbarie del golpe de Estado del 36”, definen en el Memorial. En el centro explican que los archivos permiten calibrar “cómo los golpistas, ayudados por los nazis alemanes y los fascistas italianos, derrumban un Estado legítimo, borrando los derechos democráticos de sus ciudadanos, la libertad de opinión y de expresión o los avances sociales, y sumergen España en la oscuridad y la crueldad de una de las más largas y terribles dictaduras del mundo”, enfatiza Olga Arcos, hija de exiliados españoles y portavoz del Memorial del Campo de Argelès-sur-Mer. “Esta memoria de los vencidos tiene un valor inmenso, ya que fue aniquilada por el régimen de la dictadura franquista, callada por temor a la represión y la dificultad para muchos exiliados de expresar lo que sufrieron ante la voluntad de pasar página”, añade.
De la esperanza a la desesperanza
“La soledad, la angustia, la ausencia de relaciones con la familia sumergían a los hombres en un abismo y provocaban un desconcierto en el que las perspectivas eran imprevisibles; por este motivo, cada uno trataba de evadirse de la mejor manera que podía”. Son las lejanas, pero vivas, palabras de otro exiliado, Isidoro Ribas, que tuvo que dejar su Cataluña natal para experimentar las inhumanas condiciones de las playas de Argèles, sin apenas comida, a la intemperie en pleno invierno y con un solo médico para miles de personas.
Afirman desde el Memorial que algunos testimonios son más detallados que otros, algunos exhiben una redacción de personas letradas, mientras que otros exponen la experiencia de modo más sencillo. Aunque en todos, sin excepción, afloran las emociones. “La tristeza por haber dejado su tierra, la esperanza que se muda en desesperanza al llegar a Francia y darse cuenta de las condiciones de acogida, el hambre, el frío, la sarna y los piojos, las palizas de los vigilantes…”.
La soledad, la angustia, la ausencia de relaciones con la familia sumergían a los hombres en un abismo y provocaban un desconcierto en el que las perspectivas eran imprevisible
No obstante, también aparecen palabras que inmortalizan el amor a España y, sobre todo, “la inquebrantable voluntad de seguir luchando por la libertad o la acción militante para pedir derechos y condiciones de vida y trabajo dignos, además de una inagotable solidaridad”, sostiene Arcos.
¿Suelen recibir consultas para conocer mejor el contenido de todo este material? “Muy a menudo recibimos solicitudes de estudiantes e investigadores, así como de colectivos y entidades que trabajan por la memoria en busca de información sobre la Retirada y el campo de Argèles”. El propio personal ya tiene experiencia en ayudar y guiar a los científicos en el análisis de este singular corpus de textos que ponen voz al exilio, aunque se vuelcan especialmente con familiares que acuden a la localidad francesa en busca de respuestas. “Tienen una historia personal vinculada al exilio, aunque en sus casas nunca se habló de este tema; buscan información para intentar reconstruir el recorrido de la familia… porque el silencio no solo fue colectivo, también dentro de las propias familias”, asevera Arcos.
Un episodio tabú
“Hablé con mi madre, le dije que ella podía, si así lo deseaba, regresar a España con la pequeña Pilar, pero que yo no volvería mientras estuviera Franco. Mi madre me respondió que ella tampoco volvería sin mí, y las tres decidimos bajarnos”. La militante anarquista Rosa Laviña Carreras relata cómo, pese a todo, ella y su familia renunciaron al transporte que podía devolverlas a su país, sin saber aún lo que se iban a encontrar en el campo de concentración de Argelès, donde dormirían en establos, sobre la paja, los primeros quince días, sin siquiera desvestirse.
El tema de la Retirada ha sido más o menos tabú, producto de una mezcla de culpa, de vergüenza, de molestia en todo caso, por las pésimas condiciones que se les dio a los refugiados
Ahora que afloran todas estas evidencias, resulta interesante saber cómo ha sobrellevado Francia —un país de acogida que esperaba a unos pocos cientos de exiliados, pero se encontró con cientos de miles— las indignidades infligidas a los españoles republicanos. Reconoce Olga Arcos que “el tema de la Retirada ha sido más o menos tabú”, producto de “una mezcla de culpa, de vergüenza, de molestia en todo caso, por las pésimas condiciones que se les dio a los refugiados”. En paralelo, el episodio del exilio tampoco se ha alejado históricamente del tabú en España. Desde el Memorial creen que la dictadura “pretendió borrar la memoria democrática y republicana, reescribiendo la historia desde el criterio franquista de los golpistas”.
Quizá en este silencio esté el origen de una realidad sorprendente. En el Memorial del Campo de Argelès-sur-Mere reciben cada año a centenares de escolares —casi 4.000 en lo que va de año, dentro de las 15.000 visitas que registran anualmente de media— y son los españoles quienes muestran una mayor ignorancia sobre capítulos clave de la historia del país en el agitado siglo XX. “Nos damos cuenta de que carecen absolutamente de conocimientos sobre, no solo el exilio español, sino también del golpe de Estado, la Guerra Civil, la dictadura o la represión franquista…”. La cuestión se agrava al saber, según constata Olga Arcos, que “esto siempre nos deja asombrados, sobre todo si los comparamos con otros jóvenes franceses, alemanes o ingleses que visitan el Memorial, y que saben más que los españoles de la Historia de España”.
Una “isla” de la Historia de España
Y mientras Francia toma conciencia de aquel desafortunado episodio histórico y España da tímidos pasos hacia el reconocimiento de los exiliados —el presidente del Gobierno Pedro Sánchez visitó Argelès-sur-Mer en 2019 con motivo del 80 aniversario del éxodo masivo de españoles—, la ciudad francesa es un auténtico “recorrido por la memoria” de los primeros meses de 1939. La antigua entrada a las playas cercadas con espino para recibir a aquellos 100.000 españoles se recuerda hoy con un monolito en homenaje a los republicanos. Pero quien visite Argelès también podrá conocer el pequeño “Cimetière des Espagnols” (Cementerio de los españoles), situado en la avenida de la Retirada 1939, donde se erige una estela con los nombres de las personas que fallecieron en el campo. Por último, en 2009 se colocó una placa en el extremo norte del campo de concentración, un hito informativo más que completa los carteles que en el municipio rompen el silencio sobre la Retirada.
Detalles del pasado de Argelès que conducen al Memorial de los campos de concentración, donde se encuentra y se conserva la documentación y los archivos relativos al paso de los huidos. La escenografía del centro, tal y como explican los responsables, “permite reconstruir la historia del campo”, con un relato que arranca en la II República española, el golpe de Estado del general Franco y los casi tres años de contienda fratricida. “Una pared del museo simboliza la frontera entre Francia y España, que permite cruzar a una segunda sala, donde ya aparece Argelès; de un lado y de otro, grandes paneles recuerdan los hechos, a los protagonistas o la visión de los medios de comunicación, además de un aspecto capital: la organización y la vida en el campo”, describen.
Pero, más allá del recuerdo y del homenaje, el Memorial del Campo de Argelès-sur-Mer trabaja para trasladar un mensaje demasiado serio e importante como para ser ignorado por los españoles, los del pasado o los de este siglo XXI. Afirma Olga Arcos que “el golpe de Estado de julio de 1936 y la Guerra Civil no solamente anuncian la II Guerra Mundial, sino que se puede considerar su prólogo; fue un choque entre los defensores de la democracia frente al asalto de las fuerzas fascistas, nazis y, por supuesto, franquistas”.
Un mensaje que pretende transformarse en un verdadero grito, alto y claro: “Los exiliados españoles estuvieron entre los primeros en luchar contra los nazis, en integrar la resistencia, por la que pagaron el duro tributo de la deportación a los campos alemanes, y contribuyeron de manera muy significativa a liberar Francia y Europa del nazismo y del fascismo”, asevera, con firmeza, la portavoz del memorial. “Nuestros archivos —concluye Arcos— dan cuenta, a través de los testimonios, de estas vidas que lucharon por la libertad y contra la opresión a la que tantos españoles siguieron entregados en el exilio”.