Será “uno de los escenarios emotivos más importantes”. Cuando el solar rectangular de más de 7.000 metros cuadrados sea transformado en el Museo de la Guerra Civil de Teruel, con dos pisos de salas de exposiciones permanentes y temporales, en el jardín se levantará “un memorial con los nombres de todas las víctimas de la guerra, sin distinción alguna entre los componentes de ambos frentes”. Esta es la explicación incluida en la memoria descriptiva del proyecto, a la que ha tenido acceso este periódico. En ella se detallan las intenciones museísticas del centro, cuyas obras de construcción están previstas para un año y costarán casi tres millones de euros. El Museo de la Guerra Civil Batalla de Teruel “se proyecta con el objetivo de convertirse en un museo de referencia sobre la guerra civil española”, con una inversión total de siete millones de euros.
“La fuerza del mensaje de esta instalación consiste precisamente en no ahondar en las diferencias entre los bandos, sino en mezclar los nombres de los muertos de una forma en que nunca hubiera sido posible en vida”, continua el relato del informe firmado por Tragsa, pagado por el Departamento de Educación, Cultura y Deporte del Gobierno de Aragón. Desde el departamento de prensa del área informan a elDiario.es que Cultura es la responsable del desarrollo del contenido del centro. Para Emilio Silva, presidente de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH), las víctimas no son equiparables, porque “no es lo mismo destruir una democracia que defenderla”.
“Puesto que en una guerra civil víctimas y verdugos pueden entremezclarse, su memorial solo puede que homenajear a todos ellos como víctimas y condenar su común error como verdugos: el uso de la violencia para dirimir sus diferencias”, continúa el argumento. “Debe ser un lugar concebido con extrema precaución y con absoluta vocación de neutralidad”, añaden las autoridades aragonesas en la Memoria Descriptiva del edificio diseñado por el arquitecto Tony Casamor. Pero la neutralidad no es equiparación de víctimas. “Debilita los valores democráticos y articula una pedagogía en la que da lo mismo defender la democracia que defender el fascismo. Y eso es gravísimo”, opina Silva.
Más emoción que historia
La intención del Gobierno de Aragón es que el Memorial sea “una pieza viva del Museo”. Es decir, crecerá “en función de que se amplíe la nómina de los nombres que se vayan conociendo de los implicados en el conflicto, posibilitado por las sucesivas investigaciones históricas”, indican. Los nombres serán grabados en placas de chapa metálica, que se acoplarán a la estructura circular de la construcción. Para permitir este crecimiento, el Memorial será un edificio segregado un tercer cuerpo del museo. “El Memorial debe ofrecer una experiencia trascendental del visitante, el recuerdo, la emoción. El lugar debe ser un espacio de recogimiento, contención, silencio y recuerdo. Una vez en el interior solo será visible el muro con sus inscripciones y el cielo”, se explica en el proyecto.
El arqueólogo especializado en el rescate de la memoria de la contienda, Alfredo González Ruibal, cree que “la idea de mezclar los muertos es exactamente la del Valle de los Caídos, en 1959”. “Lo que propone el memorial es volver a la memoria oficial tardofranquista. Es una falta de respeto a los muertos y a la historia, porque crea una comunión que jamás existió. Y el mensaje que transmite es preocupante porque, al no ahondar en las diferencias, viene a decir que las causas por las que luchaban ambos contendientes eran igualmente legítimas (o ilegítimas)”, sostiene Ruibal.
La propuesta del Departamento de Educación, Cultura y Deporte, en la que también ha trabajado el área de Memoria Histórica, es distinguir entre las salas del recorrido expositivo y el monumento del memorial. Sin embargo, ambas forman parte de la identidad narrativa que propone el museo. De hecho, en las salas del recorrido hay otro problema con la definición de guerra civil propuesta por las autoridades que gestionarán el centro. Según el escrito del Gobierno de Aragón, lo que sucedió en España desde el 18 de julio de 1936 fue “en el fondo una lucha por las ideas”. No fue una sublevación militar, fue una lucha de ideas. Esta propuesta de lucha ideológica evita la referencia al golpe de Estado contra la democracia.
Según esta propuesta, una guerra civil son “dos ideas de futuro que evolucionan en direcciones opuestas hasta que se convierten en irreconciliables”, puede leerse en el documento. La definición sigue ampliándose, por derroteros más existencialistas que históricos. “Dos formas de entender la vida que no tienen ningún punto de contacto y que se estorban mutuamente. Ese es el origen de una contienda como la guerra civil española”, asegura el proyecto del Gobierno de Aragón. Este presupuesto cuestionaría la legitimidad de la Segunda República, surgida de una realidad histórica amparada por el voto de la voluntad del pueblo español.
Blanquear el franquismo
El documentalista Clemente Bernad ha reflexionado sobre la presencia de monumentos franquistas en las calles en el ensayo visual Do You Remember Franco? Y sobre este memorial en el museo de Teruel, explica que le parece “un nuevo capítulo de la política del Estado desde el mismo momento de la muerte de Franco de blanquear el franquismo, distribuyendo las responsabilidades de forma absolutamente falsa e indigna”. Cree que este reparto de responsabilidades no se aceptaría con ETA y sus víctimas o con el nazismo y el holocausto judío. “Ataca directamente al concepto de víctima, poniéndolas al mismo nivel que sus victimarios, algo que resulta completamente rechazable y que no contribuye en absoluto a ninguno de los pilares de la justicia transicional: ni adopta la verdad, ni justicia ni repara a las víctimas”, sostiene Bernad.
Coincide con la historiadora y arqueóloga Esther López Barceló, autora de Cuando ya no quede nadie (Grijalbo), para quien este planteamiento “es una de las terribles consecuencias de ser una anomalía democrática con respecto a Europa, Argentina o Chile. ¿Qué pensaríamos de un memorial democrático que igualara a nazis y resistentes judíos, homosexuales, comunistas, gitanos o españoles deportados?”, se pregunta. Como el resto de especialistas consultados, no es partidaria de igualar a demócratas y golpistas.
Las obras del primer museo de la contienda española no han comenzado porque el Ayuntamiento de Teruel todavía no ha concedido la licencia de obras, tal y como informan desde el Departamento de Cultura de la Comunidad Autónoma. El conjunto edificado tendrá unos 1.290 m2, formado por dos bloques dispuestos de manera perpendicular entre sí. Habrá salas de exposición, zona comercial para una pequeña tienda de publicaciones, almacenes y zona administrativa.
De los dos volúmenes destaca el pabellón de grandes dimensiones, de casi 290 metros cuadrados, destinado a albergar la exposición permanente. Enfrentado a esta pieza principal, se ubica el volumen transversal de menor dimensión, que alberga la sala de exposiciones temporales. Será un edificio “de formas sosegadas y tranquilas, aunque rotundo en su apariencia e implantación sobre el terreno”. También se apunta una posible ampliación en el futuro que podría llegar hasta los 3.000 m2.
La propuesta museográfica trata de enfrentar dos espacios: uno luminoso y otro oscuro. Como se explica en la Memoria, en el espacio principal el visitante intuye que ambos espacios generan tensión entre ellos. La zona inferior y la superior son mundos diferentes: la inferior, blanca y la superior, en cambio, oscura como las “tinieblas”. “El visitante prácticamente solo podrá atisbar algunas vistas desde estrechas rendijas que se orientan hacia el jardín. La luz natural provendrá solo de algunas oberturas practicadas en la fachada desde las que se proyectarán estrechos haces de luz. La luz determinará especialmente ambos espacios”, dice la propuesta. A pesar de esta noción de luz y oscuridad, aún no se conocen los elementos que formarán parte del recorrido científico del museo.