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Menores acogidos: ¿Y cuando cumplen 18 años?

Sevilla —

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Sevilla, 27 jun (EFE).- De pequeño todo el mundo te pregunta ¿qué quieres ser de mayor?. Normalmente, respondes, sin razonar mucho, por lo que te llama la atención o por lo que escuchas en casa. Sin embargo, los jóvenes que conviven en el centro de acogida Miguel Mañara de Sevilla lo tienen claro: cocinero, pintor, mecánico, celador... profesiones para las que se están preparando gracias a las becas de Formación Universitaria.

Desde 2019, el aforo de los centros de acogida de menores que vivían en las calles, se ha doblado. Tras cumplir 18 años, estos jóvenes vuelven a ser vulnerables porque tienen que abandonar estos centros, por lo que muchos de ellos quedan en una situación de desamparo.

El proyecto dirigido a jóvenes del centro Miguel Mañara, la mayoría migrantes, se inició en enero, aunque por razones humanitarias esta acogida comenzó meses antes. Se habilitaron unas casitas prefabricadas expresamente para ellos y, posteriormente, a medida que iban quedando libres las habitaciones de la residencia, se iban reubicando en ellas.

UN “CHUTE” DE VITALIDAD

“Cuando los cambiamos me daban besitos y las gracias. Es como si les hubiéramos dado el permiso, la dignidad de pertenecer al grupo y ocupar una habitación normal como todos, estaban orgullosos”, enfatiza emocionada sor Magdalena, la religiosa directora del centro.

La llegada de los chicos al centro ha supuesto una “chute” de vitalidad tanto para las personas sin hogar que viven allí como para los trabajadores. “La casa ha crecido en alegría y esperanza”, dice a Efe sor Magdalena.

Ellos participan en todas las labores de mantenimiento del edificio, realizan tareas domésticas y, lo más importante, ayudan en el día a día a los internos acompañándolos al médico, al dentista, levantando de la cama a todo aquel que necesite ayuda, en definitiva, cuidando de su familia.

“Tenemos chicos en la cocina, lavandería, la limpieza, en mantenimiento y esto ha sido una manera en la que ellos se incluyan en la casa, creen lazos y son ya indispensables, no sabemos cómo antes podíamos estar sin ellos”, señala la directora del centro.

El proyecto se divide en dos: por una parte ‘Proyecto: Historia de un abrigo’ subvencionado por el Parlamento andaluz, que gestiona todo lo que tiene que ver con las necesidades básicas de estos chicos y, por otra parte, ‘Proyecto Vuelo’ que trabaja la inserción socio laboral y en el que se incluyen las ayudas de Formación Universitaria.

SOLIDARIDAD, RESPETO, EDUCACIÓN

Las Hijas de la Caridad -institución que gestiona el centro- han sabido integrar la solidaridad, el respeto y la educación de todos los convivientes en un centro de acogida donde lo más importante es el equipo humano interrelacionado, trabajando y aunando sus fuerzas en pro de un objetivo común.

“La empleabilidad, que puedan desempeñar una vida como cualquier otro ciudadano, su trabajo, su hogar, su vivienda, su familia y que desarrollen su vida con todas sus posibilidades”, explica Marta Molina, trabajadora social.

El convenio de Formación Universitaria con la Universidad de Nebrija ha puesto la guinda al proyecto con sus 21 becas dirigidas a jóvenes inmigrantes con el objetivo de “poderlos impulsar para que tuvieran una oportunidad a la hora de buscar esa empleabilidad que necesitan”, dice Antonia Guerrero, directora académica de Formación Universitaria.

Los programas formativos han sido elegidos individualmente dependiendo de la vocación de cada uno de los jóvenes, con módulos y grados de cocina, atención sociosanitaria, celador, jardinería o mecánica.

Es normal encontrar a estos jóvenes ayudando en la cocina, pintando las paredes del centro, arreglando las plantas del patio, por lo que esta formación teórica se complementa con la práctica diaria.

“Esperamos poderles inculcar, como les transmitimos el día de la entrega de los materiales y del acceso al campus virtual, que la formación sea una transformación para ellos y un impulso para que puedan conseguir un futuro y una vida”, relata la Antonia Guerrero.

HACIA UN FUTURO MEJOR

Rachid, Youssef, Samir, Outmane, Mohssine y Simo son algunos de los veintiún becados por Formación Universitaria que, a pesar de tener historias muy duras y dispares, han emprendido un camino común hacia un futuro mejor.

Rachid es un joven marroquí que ingresó en un centro de protección de menores de Melilla tras su llegada a España. Una vez cumplida la mayoría de edad, gracias a la ayuda de una asociación que asiste a niños de la calle en Melilla, logró llegar a Sevilla y formar parte de la que actualmente es su casa, su escuela y donde está su “familia”.

“Hay muchos chicos en Melilla que vienen aquí en busca de un futuro mejor y poder ayudar a la familia”, confiesa Rachid.

Desde su llegada al centro este joven ha conseguido aprobar los estudios primarios y sigue estudiando español para poder encontrar un trabajo que le ayude a emprender una vida independiente como su compañero Youssef Farah que, tras llegar al Miguel Mañara, ha conseguido trabajar allí.

“Youssef llegó el año pasado, ha estado estudiando y haciendo voluntariado y se le ha tramitado toda la documentación. Ahora es un trabajador más del centro, él ya tiene su vida, su sueldo y salió de aquí, la idea es que los diecisiete que tenemos ahora mismo lleguen a esa fase”, explica Marta Molina.

Samir Kou Baa lo tuvo claro desde que llegó al centro hace aproximadamente un año, quiere ser cocinero, y, tras haber terminado unos primeros estudios, en septiembre comenzará el Grado Medio de cocina. Lo dice con entusiasmo mientras remueve entre los fogones el puchero.

“Disfrutad la vida porque es corta y estudiad para mejorar el futuro que ellos quieren”. Con estas palabras Samir anima a todos los jóvenes a que, a pesar de sus circunstancias, sigan adelante y apuesten por un futuro mejor.

Laura Sánchez Millán