Dos de las bocacalles de la céntrica Gran Vïa de Madrid (Libreros y Flor Alta) se convierten estos días en un auténtico zoco de libros de texto. Hay padres, madres y, sobre todo, adolescentes. La mayoría acude para comprar libros de segunda mano que las librerías de esta zona ofertan a buenos precios. Mientras esperan las largas colas, venden los suyos antiguos a las decenas de personas que, como si de una lonja se tratara, van preguntando: '¿Tienes de segundo de la ESO?' o '¿De qué edición son estos?'.
“Tengo tres niños en edad escolar y no puedo gastarme 300 euros en los libros nuevos de cada uno”, explica Andrea, madre de familia numerosa y primeriza en estos mercadillos. Espera paciente a que llegue su turno en el mostrador de la librería con un carrito de la compra repleto de material escolar. El boca a boca le animó a probar suerte con la venta. Sin embargo, sus libros no han tenido demasiado éxito porque, como manifiesta, “es difícil venderlos de un curso para otro. La edición cambia constantemente y se quedan obsoletos”.
Otras personas como Natalia, madrileña de 21 años, han tenido más suerte. Desde el jueves pasado, acudir a la calle Libreros se ha convertido en su rutina diaria. “Mis padres están en paro y esta es una forma de desempolvar todos los libros que tenía guardados en cajas y sacarme un dinerillo”, comenta sin tapujos. Ya ha vendido cinco de los doce que guardaba en su mochila. Mientras habla con eldiario.es no pierde de vista lo que ocurre a su alrededor. La Policía municipal está situada a unos pocos metros de ella. “Se pasean todos los días por aquí durante un rato”, explica. Dice “tenerlo todo controlado”. Se mueve calle arriba y abajo para buscar un lugar estratégico en el que dar visibilidad a un cartel improvisado que informa a los viandantes del material del que dispone.
Comprar libros baratos y bien cuidados es el principal objetivo. A veces, los compradores regatean. Otras, recurren al tradicional trueque. Una práctica que a Andrea, de solo 15 años, le es ya familiar. Acompañada de su padre, saca una maleta llena de libros. Inmediatamente, un grupo de personas se arremolina en torno a ella. Se maneja con soltura, pero no consigue cambiar ninguno porque no coinciden las ediciones. Le sale a cuenta venderlos en la calle, donde puede “sacar hasta 20 euros por cada uno si están en buen estado”. Las estrecheces económicas, sin embargo, llevan a muchos padres a optar por la opción más barata. Esquinas dobladas o tapas pintadas hacen disminuir el precio de unos materiales que, aún garabateados, siguen vendiéndose.
Estos mercadillos, cada vez más abarrotados, se han convertido en una nueva vía para solventar los problemas de los estudiantes y sus familias, afectados también por el incremento de las tasas. En las calles Libreros y Flor Alta llevan más de cinco días en marcha con una afluencia creciente ante la práctica desaparición de las becas de libros en la Comunidad de Madrid. Todos coinciden: el boca a boca entre vecinos y familiares es la mejor forma de animar a los indecisos. En otros lugares de la capital, como el Barrio del Pilar, la solidaridad vecinal puso en marcha una mesa para el trueque de materiales escolares que terminó desalojada por agentes de la policía municipal.