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El miedo a represalias disuade a las mujeres de denunciar el acoso sexual en el trabajo: “Era mi jefe y me despidió”

Protesta contra el acoso sexual

Marta Borraz

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Miedo a perder el trabajo, a no ser creídas, a que les juzguen o señalen sus compañeros, por vergüenza...Son algunos de las razones que esgrimen las mujeres víctimas de acoso sexual en el trabajo al preguntarles por qué no lo pusieron en conocimiento de la empresa. Así lo pone de manifiesto una investigación de la Delegación del Gobierno contra la Violencia de Género y Comisiones Obreras publicada este jueves y que con motivo del Día Internacional del Trabajo del próximo 1 de mayo ha querido poner el foco en uno de los problemas más ocultos y silenciados que se encuentran las mujeres en el ámbito laboral. El acoso sexual apenas sale a la luz, denuncia el trabajo, que ha entrevistado a 1.119 víctimas, de las cuales el 72,4% nunca lo denunciaron. De ellas, el 62% alegaron miedo a las posibles represalias.

Con todo, el sindicato avisa de que “por el tipo de muestreo seguido” los resultados “no pueden extrapolarse”, pero los datos son elocuentes. “A pesar de la gravedad que tienen este tipo de comportamientos su denuncia continua siendo baja”, algo que va ligado esencialmente “a la falta de confianza de las trabajadoras en que ésta prospere y en que además no se convierta en algo que las perjudique todavía más”, señala la investigación. Y la realidad es que estas consecuencias no han sido desterradas del ámbito laboral, como demuestran algunos de los testimonios reales recabados por CCOO: .“Recibí críticas por parte de compañeros al ponerlo en conocimiento de la empresa”, dice una de ellas. “El acosador era mi propio jefe. Me despidió”, “A día de hoy sigo en la empresa, me creyeron y lo invitaron a jubilarse. Sin embargo, nunca más cambié de puesto ni promocioné”, añaden otras dos mujeres.

La investigación Acoso sexual y acoso por razón de sexo en el ámbito laboral en España hace hincapié en las consecuencias que esto tiene para las mujeres, tanto a nivel profesional como personal. Muchas afirman que ese acoso “ha marcado su vida, en algunos casos se han visto obligadas a cambiar de ciudad, de entorno social, de sector laboral, etc. para poder seguir adelante”, recalca el estudio, que incide en los “graves” efectos para la salud emocional y física que derivan de estas situaciones y que acaban repercutiendo “en el deterioro de su calidad de vida”. Aún así, la práctica totalidad de las mujeres entrevistadas (el 87,8%), todas víctimas en algún momento de sus vidas, no solicitaron ningún tipo de baja.

La responsabilidad de las empresas

Ante este escenario “preocupante”, CCOO pone el foco en la respuesta de las empresas ante este tipo de violencia machista, que según ha recordado Elena Blasco Martín, secretaria Confederal de Mujeres e Igualdad del sindicato, “están obligadas a contar con un protocolo de acoso sexual y por razón de sexo”. Lo habitual, sin embargo, denuncia, “es el desconocimiento e inaplicación de la normativa”, cuando no “miran para otro lado” y “a menudo no reconocen que existan casos ni que puedan producirse”. Solo el 17,2% de las mujeres entrevistadas manifiestan que había este tipo de protocolos en la empresa, pero aún así, cree CCOO, su existencia “no representa una garantía para las mujeres en múltiples ocasiones”.

Por eso el informe señala la importancia de que además de que existan estos mecanismos, las empresas se involucren con acciones de sensibilización y formación, porque “se trata de comportamientos y situaciones a menudo muy normalizados”. Medidas que serán una manera de disuadir las posibles agresiones, pero también ayudarán a que las mujeres “sepan identificar y nombrar estas conductas”, cree la central sindical, porque “se sabe que a veces las propias trabajadoras afectadas no se reconocen como víctimas. Hay que tener en cuenta de que se trata, muchas veces, de conductas naturalizadas y toleradas socialmente”.

El sindicato también destaca que la realidad “demuestra que es muy difícil aportar pruebas de una conducta que frecuentemente sucede sin testigos, y ello desanima a muchas víctimas a emprender las acciones legales oportunas”. El problema, coincide una de las trabajadoras que lo ha sufrido, “es que es muy difícil de demostrar y en muchos casos son insinuaciones, frases fuera de contexto o situaciones incómodas en las que sientes que hay un interés sexual aunque explícitamente no se haga una propuesta directa”.

La encuesta revela que la mayor parte de mujeres han sufrido chistes de carácter sexista (83,1%), piropos y comentarios sexuales (75%), gestos o miradas insinuantes (73%), y contacto físico (67%). “He sufrido comentarios sobre mi culo y mi peso (o falta de él). Y uno de mis jefes, quien me llamaba ”rubia peligrosa“ o ”la rubia“, me dijo que el jefe que me hacía mobbing me trataría mejor si le practicase sexo oral. Siempre entre risas. Pero no por ello menos desagradable”, denuncia una de las entrevistadas. “Es tan frecuente que los hombres realicen comentarios machistas como ”y, porque estás casada, que si no....“, o agarrarte la cintura al pasar como quien no quiere la cosa, o aprovechar cualquier situación para hacer un juego de palabras de índole sexual, que nadie es consciente del asunto y todo queda en unas risas”, añade otra.

Las mujeres indican que estas acciones han sido realizadas principalmente por superiores jerárquicos (47,4%), por personas de la misma categoría laboral (32,4%) y por otras personas (9,2%) entre las que se señalan familiares y amistades del jefe (1,8%) y clientes (1,5%). En el 86,1% de los casos los agresores fueron solo hombres, en el 0,8% solo mujeres y en el 8,8% tanto hombres como mujeres (un 4,4% no contesta a esta pregunta).

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