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El miedo a los volcanes de Islandia está justificado: así pusieron el mundo patas arriba en el pasado

En las imágenes aéreas más recientes de la ciudad islandesa de Grindavik se observa una enorme grieta humeante que se abre en el terreno y se traga lo que se encuentra a su paso. Las autoridades declararon el estado de emergencia hace días y han evacuado a los más de 3.000 habitantes de la ciudad mientras la hendidura, que ya tiene más de 15 kilómetros, continúa su avance hacia al océano. También se ha registrado una sucesión de pequeños terremotos en la península de Reykjane y una parte del terreno se ha hundido más de un metro, síntoma de una acumulación de lava que lucha por salir al exterior en una erupción inminente.

“Este hundimiento indica la presencia de magma en profundidad que al ascender va deformando el suelo”, explica el geólogo y divulgador Nahúm Méndez Chazarra a elDiario.es. “El peor escenario es que afecte a la ciudad y produzca pérdidas millonarias en viviendas e infraestructuras”. “Las erupciones de estos últimos tres años en Islandia han sido erupciones basálticas prácticamente sin explosividad y en zonas deshabitadas”, señala Itahiza Domínguez, sismólogo del Instituto geográfico Nacional (IGN). “En este caso hay una deformación bastante mayor y parece que el material obstruido es mayor también y por eso hay más preocupación, porque puede ser una erupción más masiva y afectar a la población”

Lo que preocupa a Raúl Pérez, geólogo del Instituto Geológico y Minero de España (IGME-CSIC) es la rapidez con la que se han producido los cambios. “En apenas 48 horas, entre el 9 y el 11 de noviembre, se emplazó gran cantidad de magma, que fue lo que hizo que se deformara 1,20 metros una de las estaciones GPS”, explica. Y siempre que hay una cantidad de magma grande y el fenómeno se produce de una forma repentina y súbita hay una preocupación. “Parece que la lava está migrando, pero no sabemos si también está ascendiendo”, apunta el especialista. “Llevábamos siguiendo la crisis en Islandia desde finales de octubre y cuando vi los registros de noviembre hubo compañeros que se plantearon si eran verdad; nunca habíamos visto algo así”.

Ante esta situación, los expertos coinciden en que con los volcanes islandeses conviene no bajar la guardia, sobre todo por su amplio historial de erupciones catastróficas en el pasado. “El miedo a estos volcanes de Islandia tiene su justificación más reciente después de lo que pasó en 2010”, señala Chazarra. “La erupción del Eyjafjallajökull sentó un precedente en cuanto a lo que representa nuestra vida cotidiana. El hecho de que una erupción sea capaz de paralizar el espacio aéreo de todo un continente e incluso más allá, hace que a cualquier persona se le disparen las alarmas”. En aquella ocasión, la nube de ceniza enviada a la atmósfera por el volcán provocó la cancelación de más de 100.000 vuelos entre Europa y Norteamérica en un periodo de ocho días, una situación de caos que muchos aún conservan en su memoria.

Por fortuna, los expertos creen que las probabilidades de que se produzca algo similar a lo de 2010 son muy bajas. “Por una razón muy sencilla”, apunta Chazarra. “Porque se produce cuando la lava entra en contacto con el hielo, en un proceso que se llama fragmentación que produce piroclastos, que es la ceniza volcánica. Y en esta zona no hay hielo”. Eso no impide que pueda enviar una gran cantidad de material a la atmósfera, incluidos gases que pueden condicionar la cantidad de lluvia que se produce en Europa e incluso bajar la temperatura global y afectar a las cosechas, como ocurrió en el pasado. 

Un ensayo del apocalipsis

Eyjafjallajökull, Fagradalsfjall, Grímsvötn, Hóluhraun, Litli-Hrútur. La lista de grandes erupciones parece un trabalenguas islandés, pero es también un recordatorio de la amenaza que se cierne sobre Europa cada cierto tiempo. El volcán que produjo el evento de mayor impacto, sin embargo, tiene un nombre tan sencillo como Laki, y su erupción fue de tal calibre que llenó los cielos de Europa de ceniza en el verano de 1783 y produjo una escasez de cosechas que, según algunos historiadores y unida a otros factores, tuvo un papel determinante en el estallido de la revolución francesa. 

Las noticias sobre la erupción apocalíptica en Islandia tardaron meses en llegar a Europa y costó darse cuenta de que la nube que había cubierto de ceniza los cielos durante el verano procedía de allí. La erupción se produjo en una fisura que recibe el nombre de Lakagígar y hoy sabemos que fue la mayor emisión de lava del milenio: dejó salir 14 kilómetros cúbicos de lava basáltica acompañados de 122 millones de toneladas de dióxido de azufre. “La nube era tan vasta que rápidamente cubrió toda la región, y tan espesa que oscureció completamente el cielo”, escribió el pastor luterano Jón Steingrímsson, testigo directo de la explosión. En las semanas y meses siguientes murió la mitad del ganado y se calcula que la hambruna posterior acabó con una cuarta parte de la población islandesa.

La nube de humo y ceniza llegó a Reino Unido, Francia, Países Bajos, Alemania y Suiza, y algunos expertos creen que alcanzó lugares tan lejanos como Río de Janeiro. El fenómeno causó un gran temor en algunos ciudadanos del continente y en algunas parroquias se celebraron ceremonias anticipando el apocalipsis. “El sol, al mediodía, se veía tan blanco como una luna detrás de las nubes, y arrojaba una luz ferruginosa de color óxido sobre la tierra”, escribió el naturalista inglés Gilbert White. Los efectos se notaron en todo el planeta y se calcula que provocó un descenso de 1 ºC en la temperatura media anual. También fue la primera vez en que se atisbaron los procesos interconectados en la atmósfera que hoy conocemos perfectamente en un contexto de crisis climática. 

Una zona de conflicto geológico

La mayoría de las erupciones en Islandia son fisurales, como la de Laki y la que se está produciendo ahora en la ciudad de Grindavik y que, de momento, no cuenta con nombre ni volcán de origen, al menos hasta que se manifieste. Estas erupciones se producen a lo largo de franjas de tierra que alcanzan varios kilómetros de longitud en las que pueden abrirse distintas bocas y lanzar materiales a la atmósfera durante semanas o meses. “La nueva fisura es paralela a la del Fagradalsfjall, producida en verano de este año y en 2021”, señala Chazarra. “En ella se ven los conos de eyección perfectamente alineados”. 

Islandia es un lugar tan agitado porque es una zona de conflicto tectónico, el producto de una lucha entre placas. “Por allí pasa la dorsal mesoatlántica, que es un límite de placas, entre la Norteamericana y la Euroasiática”, indica Chazarra. “Y debajo de Islandia hay lo que se llama un ”punto caliente“, una zona del manto anormalmente caliente que puede estar alimentando una buena parte de la actividad geológica. Son dos contextos geológicos que en los libros de texto se suelen pintar por separado, pero que en Islandia coexisten”.

No es probable que veamos un Laki 2, pero puede que sí una erupción tipo la de 2010, e incluso de mayor magnitud

“No son erupciones explosivas tipo la del Etna o Hawaii, por ejemplo”, explica José Miguel Viñas, físico y meteorólogo de Meteored. “La posición que ocupa Islandia hace que allí dominen los vientos del oeste, por lo que si se produce una gran y duradera erupción, la probabilidad de que los materiales en alta concentración se desplacen hacia Europa es elevada”. En el caso del Laki fue devastadora, recuerda, y en otros casos, como el Eyjafjallajökull, obligó a detener durante varios días el tráfico aéreo. “Ninguna de estas posibilidades puede descartarse si finalmente se produce una erupción de gran magnitud en el suroeste de Islandia”, subraya. “No es probable que veamos un Laki 2, pero puede que sí una erupción tipo la de 2010, e incluso de mayor magnitud”.

Por otro lado, si la erupción emite muchos aerosoles, recuerda Viñas, además de provocar un enfriamiento regional, la nube terminará alterando el comportamiento de la propia dinámica atmosférica. Estas erupciones que son largas suelen tener repercusiones en el clima, indica Chazarra, porque uno de los gases que más emiten los volcanes es el dióxido de azufre, que es un aerosol que tiene capacidad de cambiar un poco el sistema climático y las precipitaciones. “A pesar de que esta situación no es especialmente alarmante—concluye—, siempre hay riesgo de grandes erupciones en Islandia, sobre todo las subglaciares, que son las que han provocado estas erupciones capaces de cambiar el curso de la historia”.