La exhumación del general golpista Gonzalo Queipo de Llano ha dejado a José Moscardó Ituarte y a Jaime Milans del Bosch y Ussia en la pista de salida. El Ministerio de Defensa asegura que ha comenzado a tramitar las exhumaciones de estos dos militares, cuyos restos se encuentran en el Alcázar de Toledo, sede del Museo del Ejército. Su participación en el asedio a esta fortificación durante la Guerra Civil les otorgó un nicho en la cripta de este edificio público.
Moscardó falleció durante la dictadura, pero Milans del Bosch murió en 1997, más de dos décadas después de la muerte de Francisco Franco. Aún así, y a pesar de que tenía una condena por haber participado en el 23F, fue inhumado en este espacio público. El obituario publicado en el diario ABC tras su muerte recoge que los restos del militar golpista terminaron en la fortificación militar porque era “un derecho que le correspondía” por haber participado durante la Guerra Civil “en la defensa del Alcázar”.
Tras su fallecimiento, durante el Gobierno de José María Aznar (PP), el Ministerio de Defensa aseguró que el entierro estaba autorizado por una “norma anterior” a ese Ejecutivo, “recogida en los estatutos del patronato que gestiona la cripta”, y que permitía que fuesen a parar a esos nichos “los militares que defendieron el Alcázar durante la Guerra Civil y sus familiares en primera línea de parentesco”, tal y como recoge la hemeroteca.
Vinculado a una familia militar, Milans del Bosch ingresó en 1934 en la Academia Militar de Infantería de Toledo. Tenía 19 años. “El comienzo de la Guerra Civil le sorprendió en esta ciudad y junto a un compañero consiguió entrar en el Alcázar a bordo de un automóvil. En esa intervención resultó herido y recibió su primera estrella de alférez. Un mes después fue ascendido a teniente y en 1941 a capitán”, detalló el obituario publicado por ABC.
Como explicaba el historiador Alberto Reig Tapia, la fortificación se convirtió en un símbolo de la propaganda franquista. “El asedio y defensa del Alcázar de Toledo fue un acontecimiento de primer orden que infundió una gran confianza y redobló la fe de los partidarios de la llamada España nacional. Desde el primer momento se forjó la leyenda del Alcázar, pero de hecho pasó rápidamente a constituirse en mito”, apuntó en 1998 en una publicación académica el investigador de la Universidad Rovira i Virgili.
El Alcázar, un símbolo de la propaganda franquista
Moscardó declaró el estado de guerra y los sublevados se encerraron en el Alcázar, donde mantuvieron un encierro de 70 días, rodeados por tropas republicanas. Después de lo que el franquismo llamó “liberación” del Alcázar y la toma de control de Toledo por parte de los golpistas, Moscardó fue ascendido a general de brigada y premiado con la Cruz Laureada.
“El Alcázar era una academia militar”, explica Reig Tapia a elDiario.es, y esta operación “les pilló de vacaciones” a los cadetes, como Milans del Bosch en ese momento. “La propaganda franquista ha tratado de plantear que fueron unos imberbes niños los que estuvieron resistiendo a centenares de milicianos. No es verdad, porque Moscardó tuvo todo el tiempo del mundo para encerrarse hasta que se decidiese el asedio del Alcázar”, apunta el docente de la Universidad Rovira i Virgili.
La carrera militar de Milans del Bosch acababa de empezar. Antes de participar en el 23F, llegaría a ostentar el rango de teniente general y pasaría por la División Azul, la unidad militar franquista que combatió con los nazis en la Segunda Guerra Mundial. “Hay un compromiso con la milicia de largo alcance”, reseña Jaume Claret, profesor de los estudios de Artes y Humanidades de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), sobre la carrera del ex teniente general. Este docente también destaca la “ascensión militar relativamente rápida” experimentada por el militar golpista. Nieto, hijo y padre de militares. La disciplina castrense estaba muy apegada a su familia.
Su abuelo fue jefe del Cuarto Militar de Alfonso XIII. Su padre formó parte del alzamiento del general Sanjurjo en 1932. Y uno de sus tres hijos también recibió formación militar, según detalló el obituario de ABC. La Real Academia de la Historia resalta que Jaime Milans del Bosch es “el quinto general de la familia por línea directa”.
Familia militar y aristócrata
Junto a las raíces militares, el historiador Roberto Muñoz Bolaños también subraya el carácter aristocrático de la familia de su madre: Consuelo Ussía y Cubas, hija de los marqueses de Aldama. “Su madre es la dueña de la finca de La Moraleja”, indica el docente de la Universidad Camilo José Cela. Allí residió el militar golpista tras salir de la cárcel hasta su muerte.
Cuatro años después de la muerte de Franco y dos años antes del intento de golpe de Estado liderado por Antonio Tejero, Milans del Bosch explicaba una entrevista publicada en ABC que las Fuerzas Armadas miraban en ese momento “con cierto recelo cualquier ideología o partido que pueda entrañar algún riesgo” para la “soberanía o integridad territorial”. Preguntado sobre qué cambiaría en ese momento en nuestro país, respondió: “La irresponsabilidad de que están dando prueba grupos bastante numerosos y la comodidad –y hasta cobardía– que también dan otros grupos igualmente numerosos”.
Para José Ignacio Domínguez, teniente coronel del Ejército del Aire retirado, es “un disparate total y absoluto” que los restos del golpista Milans del Bosch se encuentren en una instalación que depende del Ministerio de Defensa. “En ninguna democracia se entierra a un golpista en un edificio oficial”, apunta este abogado.
Domínguez formó parte de la extinta Unión Militar Democrática (UMD). Esta agrupación militar se fundó con el fin de democratizar las fuerzas armadas y derrocar la dictadura franquista meses después de la Revolución de los Claveles portuguesa, en agosto de 1974. Y se autodisolvió tres años después, tras las elecciones de junio de 1977.
El exintegrante de la UMD recuerda que Milans del Bosch “es doblemente golpista”, ya que “no solo [se sublevó] en democracia”, también lo hizo “en tiempos de la República porque luchó del lado de Franco”. Por su parte, Reig Tapia aboga por que el Alcázar se limite a ser “un museo del Ejército, un lugar de estudio y una biblioteca, pero no un cementerio para pretendidos héroes de la patria”.
Aplicación de la Ley de Memoria Democrática
Tras la salida del general golpista Queipo de Llano de la Basílica de la Macarena este jueves, y la futura exhumación de José Antonio Primo de Rivera en el Valle de Cuelgamuros, el Ministerio de Defensa anunció que –con la entrada en vigor de la Ley de Memoria Democrática– había empezado el proceso para tramitar las exhumaciones del Alcázar de Toledo, donde se encuentran enterrados tanto Moscardó, como Milans del Bosch y Ussia. Más allá del anuncio, desde el departamento de Margarita Robles aseguraron que estos procedimientos tardarán. “No se puede ir tan deprisa”, indicaron fuentes oficiales del Ministerio.
El Gobierno se ampara en el artículo 38.3 de la Ley de Memoria Democrática para ejecutar la exhumación, tal y como apuntó esta semana el secretario de Estado de Memoria Democrática, Fernando Martínez. El texto citado expone que “los restos mortales de dirigentes del golpe militar de 1936 no podrán ser ni permanecer inhumados en un lugar preeminente de acceso público, distinto a un cementerio, que pueda favorecer la realización de actos públicos de exaltación, enaltecimiento o conmemoración de las violaciones de derechos humanos cometidas durante la Guerra o la Dictadura”.
Aunque han pasado más de 45 años desde que falleció el dictador, Domínguez asevera que en el Ministerio de Defensa existe “una influencia muy grande del franquismo” porque hay familias que “tuvieron poder” en la disciplina castrense de la dictadura y, aún así, “en la democracia actual siguen teniendo mucho poder”.
Teniendo en cuenta esta situación, el exmiembro de la UMD señala que el Ministerio de Robles es una excepción en el Ejecutivo debido a la peculiaridad que detalla. Y, considera, que “en cualquier otro organismo menos influenciado por los franquistas ya” se habría exhumado a militares vinculados al bando sublevado.
Como destacan los historiadores consultados por elDiario.es, el nombre de Milans del Bosch no ganó protagonismo por su participación en el Alcázar, lo hizo por el involucramiento que tuvo en el intento de golpe de Estado del 23 de febrero de 1981. “Su singularidad fue no solo que dirigió la única región militar que se decantó a favor del golpe, sino que echara las tropas a las calles”, apunta Claret.
Condenado a 26 años por participar en el 23F
Durante el asalto al Congreso liderado por Antonio Tejero, el militar enterrado en la fortificación toledana estaba al frente de la Capitanía de la III región militar, con sede en Valencia. Como recoge el obituario que publicó El País tras su fallecimiento, Milans del Bosch “decretó el estado de excepción en Valencia, por su cuenta y riesgo, y desplegó carros de combate, camiones, cañones antiaéreos y tropas de infantería en los puntos estratégicos de la ciudad, que quedó así bajo control militar”.
Esa movilización de destacamentos provocó que fuese “uno de los más castigados en los juicios posteriores”, recuerda Claret. La condena a 26 años y ocho meses de prisión por su participación en el golpe de Estado del 23F también conllevó su expulsión de las Fuerzas Armadas. Esta decisión judicial fue “muy traumática” para Milans del Bosch, indica Muñoz Bolaños, “máxime cuando le quedaban cinco meses para jubilarse”.
Después de nueve años en prisión, Milans del Bosch fue excarcelado de la institución penitenciaria militar de Alcalá de Henares (Madrid) por haber cumplido más de un tercio de su condena y su avanzada edad. Tenía 75 años. Cuatro años después del 23F aseveró en una entrevista en la revista Interviú, replicada por El País, que “ante las mismas circunstancias, volvería a hacer lo mismo” y que la situación de España era, y lo sigue siendo, incluso más grave que en 1936“.