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Dos ministros gays visibles en el Gobierno: ¿Y dónde están las lesbianas?

Marta Borraz

Por primera vez España escuchó este jueves a un ministro saludar a su marido. Lo hizo Fernando Grande-Marlaska en el traspaso de la cartera del Ministerio del Interior, del que ahora es titular, frente a altos mandos de la Guardia Civil y la Policía. Casi a la misma hora, Màxim Huerta, también abiertamente gay, tomaba posesión como nuevo ministro de Cultura y Deporte. Pedro Sánchez componía así un gobierno con dos ministros que naturalizan públicamente su homosexualidad, algo que nunca había ocurrido antes, y una amplia mayoría de mujeres. La celebración de la diversidad y de la ruptura del techo de cristal aterrizó en las redes sociales, pero otras no dejan de preguntarse: ¿Dónde están las lesbianas?

La lista podría seguir... ¿dónde están las personas trans? ¿y las bisexuales? ¿las racializadas? ¿las que tienen diversidad funcional? Cuando Pedro Sánchez informó de la composición de su Ejecutivo lo presentó como un nuevo gobierno que “aspira a ser el fiel reflejo de una sociedad como la española”.

La invisibilidad lésbica sigue siendo uno de los mayores problemas a los que se enfrenta el colectivo y, para muchas, las puertas del armario siguen cerradas. Las lesbianas han vivido más de rumores que de referentes de carne y hueso, diversas y visibles. Y aunque esto empieza a cambiar, todavía no ocupan el hueco que les corresponde en el ámbito político, cultural o mediático. No es difícil calcular el impacto que tendría para las niñas y jóvenes escuchar a una ministra hablar en televisión de su lesbianismo porque los referentes crean posibilidades de existencia.

Sin embargo, el mundo político de altos vuelos es un territorio no demasiado amable con la diversidad afectivo sexual que en el caso de las mujeres ha estado siempre salpicado de un runrún de nombres. La homosexualidad se ha utilizado como acusación, para desacreditar a enemigos políticos, como ocurrió en el caso del hoy ministro de Exteriores Josep Borrell, que explicó ante en el Parlamento Europeo que, aunque él es heterosexual, hubo guerra sucia contra él desde dentro de su propio partido extendiendo el falso rumor de que era gay. Apenas podía contarse hasta hace bien poco con los de dedos de una mano el número de políticos gays visibles. ¿Y en lo que respecta a ellas? ¿Cuántas políticas lesbianas de primera línea podemos enumerar?

“La invisibilidad es una forma de violencia que viven las mujeres lesbianas. Estamos menos, se nos ve menos y contamos menos que los hombres gays”, explica la jurista especializada en derechos LGTBI Violeta Assiego. “O, mejor dicho, que un tipo concreto de hombre gay. El machismo y la homofobia se entrelazan y se dobla la discriminación. Lo que ocurre es que la orientación sexual en el caso de las mujeres se reserva con más frecuencia al ámbito privado. De hecho, el gran reto del colectivo LGTBI en el contexto español es que no sea un movimiento solamente masculino, cis y blanco”.

El Orgullo LGTBI, pese a sus esfuerzos, sigue primando a la segunda letra de las siglas y la fiesta llena de turistas las calles de Madrid durante días. Miles de personas llegan a la capital para celebrar y protestar, y aunque la diversidad es seña de identidad, parece que las mujeres lesbianas se quedan más en casa o están en otros sitios. No ocupan el espacio como lo hacen ellos.

En la Plaza del Comercio de Lisboa, el fin de semana que la capital portuguesa organizó el festival de Eurovisión, que ganó un país, Israel, considerado máximo exponente del pinkwashing –mostrarse como un Estado LGTBIfriendly para ocultar otras vulneraciones de derechos humanos–, se instaló un espacio con pantallas y puestos de comida y bebida en el que turistas y residentes podían seguir el festival en directo. La preeminencia de jóvenes gays era evidente. ¿Y dónde están las lesbianas? ¿Alguien sería capaz de imaginar un enorme espacio con una presencia tan contundente de mujeres lesbianas? ¿De qué manera sería eso recibido?

Los dos lados de la balanza

Ana Ojea coge el teléfono casi a punto de terminar su jornada en el instituto público de Vigo en el que da clases. Ella, que ha decidido mostrarse abiertamente como homosexual con su alumnado, califica como “sistémica” la invisibilidad lesbiana y denuncia el “segundo plano” que ocupan las mujeres en la lucha LGTBI. Ana celebra, por la visibilidad que implica, la presencia de dos ministros gays en el actual gobierno socialista, pero “no me compensa en relación a la parte política, que no comparto”, dice a título más personal.

¿Debemos exigir una determinada ideología a los líderes políticos homosexuales, bisexuales o trans para que sus nombramientos sean celebrados? ¿Pueden ser referentes independientemente de sus políticas?

June Fernández, coordinadora de la revista Pikara Magazine, explica su visión, que como en otras ocasiones hace huyendo de la polarización. “Para mí no es incompatible. Que haya dos ministros gays es una cuestión mínima de derechos civiles. El poder no puede ser patrimonio exclusivo del hombre blanco heterosexual de clase dominante. Creo que pensar que no hay nada que celebrar ahí contribuye a no normalizar el acceso de mujeres y disidentes sexuales y de género a puestos de poder y responsabilidad”.

La periodista contempla al mismo nivel ambos elementos: por un lado, reconocer que es “disruptivo” y símbolo del avance de los derechos LGTBI. Por otro, “existe el peligro de poner más el foco en lo simbólico y perder de vista el sentido crítico con sus prácticas. Por eso no hay que asumir que vamos a ser más complacientes con ellos por ser gays. Yo ayer pensé que qué bien que Grande-Marlaska hable de su marido y qué mal por que no tengamos claro cuál va a ser su posicionamiento sobre determinados temas”.

“Es una buena noticia de cara a romper armarios”, esgrime. Y les manda un mensaje a las once nuevas ministras: “Yo espero que si hay alguna lesbiana entre ellas entienda la importancia de que necesitamos referentes, necesitamos vernos y que en algún momento haya lesbianas en puestos de poder que se signifiquen como tales”. Las puertas del armario aún tienen que abrirse.

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