Miras el fútbol femenino con prejuicios: solo si ves el género te parecen peores las jugadas de las chicas

Marta Borraz

10 de agosto de 2023 22:11 h

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¿Influye el género de los deportistas en la percepción de calidad que tiene quien los ve? ¿Creemos que las jugadas de fútbol son mejores o peores en función de si las ejecutan ellos o ellas? Lo más probable es que la respuesta de cualquier aficionado sea negativa. Y no será poco habitual el argumento de que, simplemente, el fútbol masculino es más rápido, más fuerte y más intenso, es decir, mejor. Sin embargo, a tenor de un experimento cuyos resultados han sido publicados recientemente la realidad toma otro cariz: los estereotipos con los que miramos el fútbol femenino y masculino condicionan qué valoración hacemos de él.

Para llegar a esta conclusión, varios investigadores han querido poner a prueba la percepción de calidad a partir de varias jugadas reales. Y han realizado un experimento en el que 613 participantes vieron diez goles de futbolistas de élite, cinco mujeres y cinco hombres, y tuvieron que calificarlos.

El grupo de control visualizó las jugadas tal cual ocurrieron, sin modificar, mientras que el grupo de tratamiento vio los mismos vídeos pero con el género de los futbolistas pixelado e imperceptible. Los participantes calificaron con más nota los vídeos de hombres, pero únicamente cuando sabían que estaban viéndoles a ellos. Cuando se difuminó el género y no sabían si estaban viendo a mujeres o a hombres, las valoraciones de unos y otras fueron muy similares.

Las conclusiones de la prueba fueron publicadas a las puertas de la celebración del Mundial de Fútbol de Australia y Nueva Zelanda en la revista especializada Sport Management Review (Taylor & Francis). Y precisamente van en la línea del anuncio hecho por Orange para promocionar a la selección francesa. En él se muestran pases, regates y goles de jugadores franceses mundialmente conocidos como Mpappé o Griezmann, pero después se revela que las espectaculares jugadas han sido efectuadas en la realidad por jugadoras del país.

El estudio “muestra que las creencias estereotipadas sobre las mujeres como atletas influyen en la evaluación de calidad del fútbol femenino” e incluso llega a “desafiar” la idea de que las diferencias de inversión o demanda tengan que ver “con la mala calidad del rendimiento” de las jugadoras, concluyen los autores, encabezados por el español Carlos Gómez-González, investigador especializado en economía y gestión del deporte de la Universidad de Zurich. Del mismo centro es también Helmut Dietl, al que se suman David Barri, del Departamento de Economía de la Universidad de Utah y Cornel Nesseler, investigador en Ciencias Sociales de la Universidad de Stavanger (Noruega).

De Luka Modric a Alex Morgan

El experimento se compuso de diez vídeos con jugadas de gol realizadas a lo largo de 2019 tanto por selecciones nacionales como por clubes de distintos países. Los clips tenían entre cinco y 14 segundos y fueron seleccionados aquel año por la UEFA y la FIFA como momentos destacados de la temporada, es decir, se trata de jugadores altamente valorados marcando algunos de los goles más vistos y ovacionados entonces. Las jugadas las protagonizaron desde Ivan Rakitic o Luka Modric a Lucy Bronze o Alex Morgan.

Cuando los vídeos no estaban manipulados los vídeos de hombres se calificaron con una puntuación media de 4 y los de ellas 3,83. Cuando se difuminó el género, las puntuaciones no difirieron demasiado (3,58 y 3,55).

Tras la selección, los vídeos pixelados se manipularon (tanto los propios futbolistas como la grada) utilizando el programa Adobe Premier Pro, explica Gómez-González. “Usamos un filtro de forma que pudiéramos esconder el género de los jugadores pero con el que se pudiera seguir la jugada”, añade el experto, que reconoce que esto “añadió un poco de ruido”. “Es una limitación que reconocemos en el artículo y por la que esperábamos que las imágenes borrosas obtuvieran calificaciones más bajas, pero no es relevante para el resultado. Los goles se perciben claramente”, explica.

A los participantes se les pidió que evaluaran una a una las jugadas que habían visto en una escala de 5 puntos en la que 1 era “deficiente” y 5 “excelente”. Como atisbaban los autores, los clips en los que el género no se podía identificar cosecharon una puntuación menor, pero la clave del experimento estaba en ver qué ocurría con las jugadas de los y las futbolistas: cuando los vídeos no estaban manipulados, es decir, se veía que eran hombres o mujeres, los goles de ellos fueron calificados “significativamente” más altos que los de ellas, con una puntuación media de 4 y 3,83 respectivamente. Sin embargo, cuando se difuminó el género, las puntuaciones no difirieron demasiado (3,58 y 3,55).

Tras obtener el resultado principal, los investigadores llevaron a cabo un análisis de regresión con diferentes variables como el género, edad o nacionalidad de los participantes para descartar que los resultados tuvieran que ver con este tipo de características, pero “no tuvieron un efecto estadísticamente significativo”. Como a los participantes se les preguntó también si ven fútbol, si prefieren masculino o femenino y si estarían dispuestos a pagar por verlo, algunos otros análisis realizados apuntaron a cómo cuando el género es visible “es significativamente menos probable que paguen por ver un partido de mujeres”, pero el efecto desaparece cuando se difumina.

“Un círculo vicioso”

El estudio señala como principal conclusión que el fútbol femenino “no se percibe como inferior o de peor calidad cuando el género no puede observarse”, algo que cuestiona la “creencia tradicional” de que “debido a que los hombres corren más rápido, saltan más alto o chutan el balón con más fuerza, el fútbol masculino es inherentemente más atractivo”.

El deporte femenino se compara automáticamente con lo que hacen los hombres, pero eso debería ser irrelevante. La cuestión es si esa competición es interesante y puede atraer consumidores en sí misma o no

Y es que, aunque las afirmaciones de que el deporte practicado por mujeres es “aburrido o lento” ya son mucho menos aceptables que en el pasado, “aún existen”, explican los autores, que hacen un repaso por la literatura científica que apunta a cómo las competiciones femeninas son constantemente escrutadas, comparadas y estereotipadas debido a que el deporte “es un espacio de género en el que la masculinidad heterosexual es dominante”.

La profesora de Antropología de la Universidad Autónoma de Barcelona Bruna Álvarez apunta a cómo “a lo largo de la Historia se han justificado muchas cosas que supuestamente las mujeres no podían hacer o hacían peor por razones biológicas” y al final “las han acabado haciendo”. Y en el ámbito del deporte, pone como ejemplo un caso rescatado del libro Cuerpos sexuados de Ane Fausto-Sterling: “Cuenta que en el año 1936 un atleta alemán del Partido Nazi se inscribió como mujer en los Juegos Olímpicos para intentar demostrar que las mujeres no podrían competir contra un hombre y quedó cuarto, le ganaron otras tres”.

Los autores del estudio señalan incluso cómo las supuestas diferencias de calidad “son el punto de partida” de un círculo vicioso que acaba justificando “una asignación comparativamente más baja de recursos e inversiones más bajas” para el fútbol femenino, “perpetuando así la desigualdad”. Los investigadores llaman a las federaciones, asociaciones y ligas a “liberar” el “potencial oculto” del deporte practicado por mujeres “invirtiendo más, desarrollando más las competiciones” o acabando con la brecha salarial y apuntan hacia un cambio de enfoque: centrarse en el rendimiento relativo en vez de en el absoluto.

Lo explica así Gómez-González: “Al deporte femenino se le compara automáticamente con lo que hacen los hombres, pero eso debería ser irrelevante. La cuestión es si esa competición es interesante y puede atraer consumidores en sí misma o no. Es algo que en realidad hacemos ya con los deportes masculinos: por ejemplo, a un boxeador de peso pluma no se le cuestiona nunca si podría ganar a un boxeador de peso pesado”.

Entre las limitaciones del estudio reconocen los investigadores elementos como que los vídeos seleccionados muestran solo a jugadores de élite y el efecto podría ser distinto con futbolistas peor valorados; solo se evalúan jugadas de gol y no otro tipo de momentos durante un partido que son también apreciados. Además, no han podido evaluar otras variables como el ambiente del estadio, ya que los vídeos no tenían sonido y reconocen que no hay una representación equilibrada en cuanto a nacionalidad y género en los dos grupos, algo que, aseguran, “fue controlado en los análisis regresivos” y “no tiene un impacto significativo” en el resultado.