Miriam Al Adib es ginecóloga y obstetra, divulgadora y conferenciante. Señalada a veces por hablar de violencia obstétrica, está convencida de que nombrar es necesario para terminar con un conjunto de prácticas que la propia Organización Mundial de la Salud, y muchas asociaciones y activistas, llevan tiempo señalando. Al Adib es además autora de varios libros, como 'Hablemos de vaginas', 'Hablemos de nosotras. Reflexiones de una ginecóloga rebelde' o 'Entender la endometriosis', títulos con los que quiere llevar al gran público nociones y conocimientos sobre los ciclos, los cuerpos y la salud de las mujeres.
¿Por qué se considera una ginecóloga rebelde?
Eso me dicen. Muchas veces me salgo de lo que está establecido. Critico mucho el cientificismo, la instrumentalización de la ciencia, y a veces eso supone ir contra lo establecido o al menos señalar muchas cosas que están consideradas como normales. La paciente tiene que estar en el centro de la atención y hay que respetar el principio de autonomía. Ese trato, que no es tan vertical, en el que hay un respeto a las decisiones que cada cual toma con su cuerpo, es en cierta manera rebeldía porque en ginecología existe todavía esa idea de que el profesional médico es la autoridad, y yo me rebelo contra eso. No somos nadie para ejercer una medicina en la que basemos la atención en la autoridad, hay algo que es inviolable que es el principio de autonomía.
¿Qué es el cientificismo?
El problema que hay hoy en día es que hemos pasado de la pseudociencia al cientificismo. Una cosa es ciencia y otra cientificismo, el creer que ciencia es sinónimo de única verdad, que solo existe lo que la ciencia demuestra, e instrumentalizarla: deja de ser un fin en sí mismo para conocer y pasa a ser un instrumento para sostener intereses ajenos al conocimiento. Esos intereses puede ser políticos, económicos, de prestigio profesional... La ciencia no son verdades absolutas, van cambiando en función de nuevos y mejores estudios que dicen cosas distintas que el anterior.
Aunque el resultado de las investigaciones sea que los desarreglos del ciclo hormonal o la salida de bultitos en las mamas fueran consecuencias leves de la vacuna, hay que incluirlos en la ficha técnica
Hablando de ciencia, muchísimas mujeres han reportado cambios en sus ciclos menstruales después después de ponerse la vacuna contra el coronavirus. Hay, de hecho, varios estudios en marcha al respecto, ¿ha habido sesgo de género en el desarrollo de estas vacunas?
El problema de la medicina es que ha considerado al hombre el modelo de ser humano a estudiar. Con las vacunas ha sucedido lo mismo. O los estudios se hacen con hombres y una muestra pequeña de mujeres, o no se tienen en cuenta las diferencias por sexo, por ejemplo, si metabolizamos diferente y necesitamos más o menos dosis de algo. Se sacan conclusiones de los hombres para las mujeres. Cuántas mujeres han venido a la consulta porque han sangrado de una manera que no es normal o porque les ha salido un bultito en la mama después de ponerse la vacuna... Aunque el resultado de las investigaciones sea que los desarreglos del ciclo hormonal o la salida de bultitos en las mamas fueran consecuencias leves de la vacuna, hay que incluirlos. En la ficha técnica de cualquier medicamento pones desde lo más leve a lo más grave, y si hay algo que ocurre en el ciclo menstrual es algo reseñable.
Usted está liderando un estudio al respecto, ¿lo hizo porque empezó a observar usted misma estos casos?
En mi práctica clínica diaria veo estos casos, mujeres en menopausia que se ponen a sangrar, mujeres con ciclos normales que ahora se les adelanta o atrasa o que sangran anormalmente... pero eso no es científico y por eso pensamos en hacer un estudio. Estamos haciendo un estudio con la misma metodología que el de la Universidad de Illinois, a través de encuestas. El objetivo es saber si la vacuna tiene implicaciones en el ciclo menstrual femenino y en otros aspectos relacionados con nuestra salud, como las mamas, ganglios axilares... Llevamos ya casi 20.000 encuestas. De ahí extraeremos conclusiones.
Aunque nos duela, tenemos que hablar de esta violencia, no se trata de perseguir a los ginecólogos sino de poner nombre a las cosas. Vamos a sentarnos a hablar, a preguntarnos qué está pasando para que tantas mujeres cuenten estas historias
Uno de los temas candentes del momento es la violencia obstétrica. El Ministerio de Igualdad quiere incluirla la modificación de la ley del aborto y muchas asociaciones llevan años denunciándola, pero los colegios de médicos no ven con buenos ojos ese concepto. ¿Existe la violencia obstétrica?
No lo digo yo, lo dice la Organización Mundial de la Salud, que la define como un trato deshumanizado en el que la paciente pierde su principio de autonomía, acaba sintiéndose como un objeto al que le hacen cosas sin saber qué cosas son, ni por qué ni nada. El problema es que la mayoría de colegios de médicos y colegios de ginecología y obstetricia no la quieren aceptar porque dicen que esa expresión hace parecer a los ginecólogos delincuentes y que la violencia está asociada a que haya una intencionalidad. Pero no tiene por qué haberla: en cada sociedad hay unas violencias que se normalizan y se interiorizan. Muchas se dejan de ver normal cuando se nombran.
Aunque nos duela, tenemos que hablar de esta violencia, no se trata de perseguir a los ginecólogos y de decir que todos son muy malos sino de poner nombre a las cosas. Vamos a sentarnos a hablar, hay que ir a las cuestiones de fondo, a preguntarnos qué está pasando para que tantas mujeres cuenten estas historias y hablen de partos traumáticos. Algunos habrán sido por mala praxis, otros por violencia obstétrica y otros porque las circunstancias habrán sido traumáticas aunque no haya habido ni una cosa ni otra. Que te digan 'si no estuvieras tan gorda no te hubiera pasado esto' o que no te den ni una explicación de lo que te están haciendo, que una mujer salga de una cesárea y no sepa ni dónde está, ni se le informe a ella ni a la familia, y la separen de su bebé... ¿eso qué es?
¿Qué hace falta para cambiar esas prácticas?
El trabajo a turnos con mucha presión asistencial es un factor que puede llevar a hacer cosas que no son del todo correctas. Esa sería una cosa importante donde poner la mirada. Por otro lado, hay que respetar a las pacientes, creo que es algo que irá entendiéndose poco a poco. El hecho de hablar de esta violencia, aunque haya quien la niegue, es positivo porque los profesionales ya lo tienen en la cabeza y eso quizá hace que ya se replanteen cierta prácticas. A mí no me hizo ninguna gracia entender lo que era la violencia obstétrica, de hecho me costó reconocer que yo he practicado violencia obstétrica, es que no sabía que estaba haciendo violencia obstétrica.
Cuando estás cansada no te das cuenta, piensas 'menuda tontería para la que me llaman', pero para esa persona es muy importante en ese momento, aunque tú hayas visto ya a cien mujeres ese día.
¿De qué manera la ejerció?
Por ejemplo, medicalizando un parto innecesariamente. Es una violencia estructural, tú te haces y aprendes en un sistema donde ya interiorizas eso y te crees que es así. Ahora con los conocimientos que tengo, actuaría de otra manera. Ha habido momentos donde a lo mejor no he estado a la altura de la paciente, no me he sentado con ella a hablar y a explicarle, era una paciente más. Cuando estás cansada no te das cuenta, piensas 'menuda tontería para la que me llaman', pero para esa persona es muy importante en ese momento, aunque tú hayas visto ya a cien mujeres ese día. No siempre he ejercido ese trato humanizado que defiendo, yo también me equivoco. Hay que nombrar las cosas.
Cambiando de tema, cada cierto tiempo aparece en el debate público el retraso de la edad de maternidad. Muchas mujeres sienten que no han tenido, no solo las oportunidades, sino la información adecuada para decidir sobre su maternidad. Al mismo tiempo, hay también quejas sobre la presión que a veces ejercen algunos profesionales en sus consultas. ¿Cómo combinar información precisa sobre fertilidad sin que las mujeres sientan que les están diciendo eso de 'se te pasa el arroz?
Si veo que a una paciente no le queda largo recorrido para ser madre yo le tengo que avisar, pero le digo que no es para nada una presión, sino información. Vamos a dar la información aséptica, sin juicios y dejando claro que es para que ellas manejen esa información como quieran, pero la realidad es que no hay tiempo ilimitado para ser madre. Si no quieren ser madres, que lo olviden, pero si en tu cabeza está el deseo de ser madre, ten la información en cuenta para hacer con tu reproducción lo que tú quieras. Y por supuesto no hablar a las pacientes como si fuera niñas pequeñas ni decirles que si se les va a pasar el arroz o meterse donde nadie nos llama.
Vamos a dar la información aséptica, sin juicios y dejando claro que es para que las mujeres la manejen como quieran, pero la realidad es que no hay tiempo ilimitado para ser madre.
¿Nos falta información?, ¿educación?
Si tuviéramos una educación sexual de calidad no estaríamos las mujeres tan vendidas en la consulta. Pero es que hay tanta desinformación. A mayor educación, mejor salud, van de la mano. Y dentro de la sexualidad, igual: cuanto mejor educación sexual, mejor salud sexual tendrás. La educación sexual no es solo para protegerse y para evitar ITS o embarazos no deseados, pero se suele entender de una forma muy mecanicista, muy desvinculada de la parte psicoafectiva, de lo emocional, del respeto hacia tu cuerpo y hacia las demás personas. Esa educación sexual no sirve, la curiosidad es innata y a cualquier adolescente, si no le hablas de esto, va a buscar la información en Internet.
Hemos crecido naturalizando que la regla duele. Pero, ¿la regla duele?
La regla puede doler pero no es normal que duela, si duele es que ocurre algo. Si el dolor es demasiado intenso y se acompaña con molestias en las relaciones o al defecar u orinar hay que descartar que no sea una endometriosis. La sufre una de cada diez mujeres y de ellas, la mitad, tarda una media de ocho años en ser diagnosticadas precisamente por esa normalización del dolor. También puede ser que no tengas una patología orgánica, pero el dolor quiere decir algo, puedes tener por ejemplo un desequilibrio en los mediadores de la inflamación con predominio de las prostaglandinas proinflamatorias y hay que ver por qué ocurre. Generalmente suele ser cuando hay una sobreexposición de a determinados condicionantes ambientales, como malos hábitos, y hay que ir a la raíz, no vale con dar como única opción el anticonceptivo. Lo fácil en medicina es tratar el síntoma y no ir a la raíz, pero mejorando hábitos de vida mejora mucho el dolor. Si una mujer prefiere el anticonceptivo, perfecto, el caso es tener opciones.
Cuando te pones a investigar qué falla en el diagnóstico de la endometriosis, lo dramático es que lo que falla es que no escuchamos a las pacientes. Hay un sesgo de género importante en el diagnóstico de ciertas patologías.
Menciona la endometriosis, una enfermedad de la que empezamos a hablar más pero sobre la que sigue habiendo mucho desconocimiento. ¿Cómo es posible que sea tan complicado el diagnóstico? ¿Qué falta? Recursos, formación...
Cuando te pones a investigar qué falla, lo dramático es que lo que falla es que no escuchamos a las pacientes. Hay un sesgo de género importante en el diagnóstico de ciertas patologías: si las mujeres nos quejamos de dolor, cansancio, síntomas depresivos... cosas que no se pueden medir, lo más frecuente es que acabemos llevándonos un psicofármaco a casa en lugar de buscar antes causas orgánicas. No quiere decir que en muchos casos no sea necesario sino que antes deberíamos descartar otras causas. Sobre los síntomas que no se pueden medir muchas veces se corre un velo y psiquiatrizamos algunas enfermedades autoinmunes. Tratamos solo la punta del iceberg.