Los misterios que rodean a los anticuerpos contra el coronavirus
El Ministerio de Sanidad está organizando un estudio con tests rápidos para que, en las próximas semanas, se pueda estimar el número aproximado de personas que han pasado la COVID-19 y han desarrollado anticuerpos frente al coronavirus. Esta investigación, dirigida por el Instituto de Salud Carlos III en colaboración con el Instituto Nacional de Estadística, realizará pruebas a 60.000 personas durante un periodo de tres semanas.
Los resultados de este estudio ayudarán a las autoridades en el proceso de “desescalada” de la cuarentena pues, en estos momentos, existe un gran desconocimiento sobre cuál es el porcentaje real de la población española que ya habría pasado la enfermedad provocada por el nuevo coronavirus y sería, en teoría, inmune. Hasta ahora, los casos asintomáticos y leves de COVID-19 han estado fuera del 'radar' de las autoridades sanitarias, debido a la restricción de criterios para la realización de pruebas PCR, por la importante limitación de recursos para realizarlas. El número de casos confirmados en España es solo el pico más visible del iceberg, que consiste principalmente en casos graves, mientras que los casos asintomáticos y leves son la parte oculta y sumergida del témpano epidemiológico de la COVID-19.
Aunque este estudio basado en anticuerpos nos aporte datos muy necesarios sobre cómo se ha propagado el coronavirus por España, es igualmente importante entender las incertidumbres que lo rodean. En la actualidad se desconocen múltiples aspectos sobre los anticuerpos producidos por las personas que se infectan por el coronavirus. Estas son las principales incógnitas:
¿Anticuerpos indica inmunidad?
Sabemos, por múltiples estudios, que la absoluta mayoría de personas que se infectan por el coronavirus y se recuperan producen anticuerpos contra este. Sin embargo, todavía no sabemos con certeza si la presencia de anticuerpos indica, por sí misma, inmunidad frente al coronavirus y viceversa, tampoco sabemos si no encontrar anticuerpos a niveles suficientes o detectables indicaba vulnerabilidad a una nueva infección. ¿Cómo puede darse este hecho en apariencia tan contradictorio?
Linfocitos T: La producción de anticuerpos (por parte de los linfocitos B) es solo una de las múltiples estrategias que emplea el sistema inmunitario para combatir los virus. Así, por ejemplo, la producción y el mantenimiento a largo plazo de linfocitos T memoria (células defensivas que “recuerdan” al coronavirus y persisten en el cuerpo tras la infección) también son esenciales en evitar nuevas infecciones.
Neutralizantes: Que existan anticuerpos contra el coronavirus en sangre a niveles elevados no implica directamente que estos protejan frente a la infección. Es perfectamente posible que ciertos anticuerpos no tengan suficiente eficacia contra el virus (no sean neutralizantes). Esto es un hecho que se observa en multitud de infecciones, como aquellas causadas por los virus herpes, hepatitis C o VIH. Los pacientes producen una gran variedad de anticuerpos contra virus, pero puede que solo cierto porcentaje de ellos sea neutralizante y tenga actividad frente a los virus o puede que ninguno lo sea.
Niveles diferentes: Para complicar aún más las cosas, las personas que pasan la infección por coronavirus y se recuperan podrían mostrar niveles muy diferentes de anticuerpos. Un reciente estudio sobre 175 pacientes en China (que aún no ha sido revisado por expertos científicos) registró que un 30% de los pacientes que tuvieron síntomas leves mostraron bajos niveles de anticuerpos y en un 6% estos anticuerpos no se detectaban en absoluto. Lo que lleva a otra cuestión: ¿qué nivel de anticuerpos es suficiente para conseguir inmunidad frente al virus? Tampoco lo sabemos.
¿Cuánto tiempo duran los anticuerpos?
Por el momento, nadie sabe cuánto durará la inmunidad frente al coronavirus, ni tampoco cuánto tiempo persistirán los anticuerpos en las personas que han superado la enfermedad ni cuánto tiempo serán efectivos para combatir el virus ante una posible reinfección. Es imposible saberlo cuando solo han pasado poco más de cuatro meses desde que se detectó la presencia del virus en humanos. Los estudios que nos pueden dar pistas al respecto, con bastantes limitaciones, son aquellos que se han realizado en personas que han pasado infecciones por otros coronavirus, como los típicos estacionales que provocan resfriados, o por los virus SARS y MERS. Sabemos, por ejemplo, que los dos principales tipos de coronavirus estacionales en el ser humano (OC43 y 229E) suelen causar epidemias cada tres años. Además, tampoco se ha observado inmunidad a largo plazo en las personas frente a los cuatro coronavirus epidémicos.
El especialista en enfermedades infecciosas y epidemiólogo Marc Lipsitch en The Washington Post aporta más datos que respaldan la idea de una inmunidad pasajera. Una investigación observó que los pacientes que se volvían a exponer a una cepa del mismo coronavirus estacional un año después no se volvían a infectar. Sin embargo, cuando se les aplicaba una cepa ligeramente diferente tras ese tiempo su protección era solo parcial.
Otro estudio observó que cuando los pacientes volvían a exponerse a la misma cepa de coronavirus un año después, estos sí se infectaron, pero tenían síntomas más leves y su carga viral era más baja, especialmente aquellos que tuvieron una potente respuesta inmunitaria en la primera exposición. Otras investigaciones han comprobado que los pacientes que pasaron el SARS tenían anticuerpos en sangre dos años después y los que se contagiaron con el MERS hasta casi tres años después, aunque su habilidad para neutralizar a estos virus estaba en declive, por lo que no podemos saber con certeza si estas personas estaban protegidas frente a una nueva infección por los mismos virus.
Los indicios que ofrecen estas investigaciones nos hacen pensar que es posible que, en la mayoría de personas, la inmunidad (total o parcial) frente al coronavirus pueda durar uno o varios años. Aun así, desafortunadamente, no lo sabremos con certeza hasta que pase el tiempo. Este dato va a ser clave en la inmunidad colectiva frente al coronavirus durante los próximos años, pues dependiendo de cómo de duradera sea esta inmunidad, las epidemias estacionales de COVID-19 serán más o menos probables. Por cierto, tampoco se conoce si la exposición anterior a otras cepas de coronavirus (como los estacionales que provocan resfriados) podría ofrecer cierta protección frente a al virus SARS-CoV-2.
En definitiva, no sabemos aún si todos los pacientes de COVID-19 generan anticuerpos a largo plazo y a niveles suficientes, ni tampoco si son protectores o cuánto tiempo durarán. Demasiados misterios que resulta vital descifrar para enfrentarnos al coronavirus y que científicos en todo el mundo tratarán de resolver durante los próximos meses.
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