Jannina tiene 40 años y vive en Madrid. Cada mañana, sale de su casa a las 8:15, aunque confiesa que debería hacerlo a las 8:00 para llegar puntual, “pero con dos niñas de 10 y 5 años me resulta imposible”. Su marido se va a trabajar a las 7:00, por lo que toda la responsabilidad de los cuidados matinales recae sobre ella. Levanta y viste a las pequeñas, y otra madre le hace el favor de acercarlas al colegio a las 9:00. A esa hora, Jannina ya ha caminado hasta la boca de metro, ha hecho un primer viaje en el suburbano, un segundo en autobús y otros diez minutos a pie hasta el domicilio donde trabaja como asistenta de personas mayores. El marido de Jannina, en cambio, se desplaza en coche. Él le anima a sacarse el carnet, pero no lo hace porque “es un desembolso de dinero muy grande, y con este ritmo y las niñas, no puedo”, concluye la mujer.
Ir al trabajo, volver de la facultad, acompañar a un familiar al centro de salud, ir de compras, llevar y recoger a los hijos de las actividades extraescolares, salir a tomar algo el fin de semana. ¿Cuántos desplazamientos realizamos en nuestro día a día? Una acción tan cotidiana como ir de un punto A a otro B entraña, sin embargo, un factor decisivo: el sexo de quien la realiza.
Mientras que los hombres utilizan mayoritariamente el coche para sus desplazamientos diarios, las mujeres los hacen en transporte público. Así lo demuestran los datos sobre los perfiles de usuarios de distintos medios de transporte en Barcelona, Madrid, Sevilla o Valencia —las ciudades españolas más pobladas— consultados por eldiario.es.
En Madrid, por ejemplo, los últimos registros del Consorcio Regional de Transportes (CRTM) revelan que casi el 70% de los usuarios de los autobuses urbanos de la Comunidad de Madrid son mujeres, una cifra muy distanciada del 47,5% de mujeres que se desplazan en vehículo privado.
En Sevilla las cifras son similares a las de Madrid: en torno al 60% de los usuarios de metro son mujeres. Los datos recopilados por Metro Sevilla muestran que el porcentaje de viajeras frente al de viajeros es bastante superior, y se ha ido incrementando en los últimos años. Si en 2015 la cifra de usuarios masculinos era del 40,5%, en 2017 este porcentaje se fue reduciendo hasta el 36,4%.
Valencia es otra de las ciudades en las que se repite esta tendencia. Según los últimos datos recogidos por Metrovalecia y TRAM, el porcentaje de mujeres usuarias de estos transportes públicos es muy superior a la mitad del total: el 63,6% y 62,1%, respectivamente.
Los factores a los que responde esta tendencia son numerosos, de naturalezas diversas e interrelacionados entre sí. El poder adquisitivo, el acceso a los recursos familiares, los sectores de ocupación, la distribución del tiempo dedicado a las tareas domésticas y de cuidados. Son algunas de las variables que señalan Blanca Valdivia, socióloga, experta en movilidad y género y miembro de Col-lectiu Punt 6, y Cristina Valdés, Doctora Ingeniera de Caminos, Canales y Puertos y consultora en la EMT.
La gestión de los cuidados repercute en la movilidad
“¿Cómo es la vida cotidiana de unas y otros?”, plantea Valdivia. “De media, las mujeres dedican cuatro horas y media al día a tareas relacionadas con el hogar y la familia; los hombres, dos”, explica la socióloga. Señala también que, además de las tareas domésticas y reproductivas, hay que tener en cuenta los sectores y áreas de ocupación: “en los polígonos industriales y las zonas periféricas de la ciudad se localizan trabajos masculinizados, lo que hace que la movilidad sea principalmente masculina y en vehículo privado”.
En la misma línea, Floridea Di Ciommo, experta en movilidad sostenible y género de la cooperativa cambiaMO, explica que además de “los mandatos de género (la mujer se encarga de cocinar y de hacer la compra)”, también hay que tener en cuenta “los incentivos de una sociedad que reconoce solamente el trabajo productivo, y no el trabajo reproductivo al que se asocia la movilidad del cuidado (welfare mobility)”.
Valdés, autora del trabajo 'La movilidad en la Comunidad de Madrid. ¿Una cuestión de género?', apunta en su estudio la importancia del factor económico en el uso del vehículo privado: “Se observa una cierta correlación entre el uso del coche y la renta en el caso de las mujeres, pero no en el caso de los hombres”, explica. “Cuando un hogar tiene un solo coche lo suele usar el hombre; cuando hay mayor poder adquisitivo y hay dos, es ese segundo coche el que usa la mujer”, explica. “Por tanto, no creo que se trate de una elección personal de hacer un uso más racional del coche, sino de una imposición por el poder adquisitivo”, argumenta la consultora.
Carme Miralles, experta en movilidad y profesora de geografía de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB), considera que esta tendencia “no es algo exclusivo de España sino que se da en todo el mundo”. Y señala la asociación que desde la publicidad tradicionalmente se ha hecho del coche con la masculinidad: “Los anuncios de televisión están masculinizados, y venden cosas que nada tienen que ver con el coche en sí sino asociadas a la masculinidad, como el éxito o la seducción”, analiza la experta.
También Di Ciommo asegura que “se trata de una constante en todos los países del mundo: la mujer es la usuaria mayoritaria del transporte publico y de los desplazamientos a pie”. “Hasta la actualidad se ha realizado una planificación tanto del transporte público como del privado orientada a la movilidad masculina principalmente domicilio-trabajo, cuando este tipo de movilidad no representa más del 30% de los viajes”, según la experta.
Repensar la movilidad con perspectiva de género
Pasadas las cuatro de la madrugada, Conchi, de 52 años, sale de su casa en dirección al Hospital de Bellvitge (Barcelona), donde comenzará su turno de limpiadora a las cinco de la mañana. Sin vehículo propio ni transporte público a esa hora, a Conchi no le queda otra opción que hacer el trayecto que separa su domicilio de su lugar de trabajo a pie. Un recorrido de escasos veinte minutos a pie a través de descampados, zonas de bloques con poca visibilidad, mala iluminación y ninguna presencia de mossos o guardia urbana. Veinte minutos de “tensión” y “paranoia”.
Conchi es una de las mujeres que participó en Nocturnas, un trabajo de Sara Ortiz (Col·lectiu Punt 6) sobre 'la vida cotidiana de las mujeres que trabajan de noche en el área metropolitana de Barcelona'. Son muchas las mujeres que diariamente se desplazan en horario nocturno, sin embargo, estadísticas oficiales y políticas públicas parecen haberlas relegado al olvido. “Para hacer políticas públicas que se ajusten a las necesidades de la población hay que contar con datos lo más completos y actualizados posible”, reivindica Valdivia. Una opinión que coincide con la de Miralles, que apunta como medida a mejorar el desagregar la información por género y darle mayor periodicidad: “Sin información no se pueden hacer políticas públicas, y el género tiene que ser una variable transversal”, explica la profesora.
El Ayuntamiento de Barcelona, cuenta la concejala de Feminismos y LGTBI del consistorio Laura Pérez Castaño, trata de llevar a cabo este planteamiento: “en este último mandato se ha tomado la decisión de incorporar la mirada de género y la transversalidad en todas las políticas”. “Trabajamos con cada una de las áreas para que todos los planes del Ayuntamiento incorporen un análisis de genero previo a su aprobación”, explica Pérez.
Fruto de esta transversalidad —en este caso, con la Concejalía de Ecología, Urbanismo y Movilidad y el Área Metropolitana de Barcelona (AMB)— ha sido la incorporación de las paradas bajo demanda en líneas de autobuses nocturnos (si bien esta medida se encuentra todavía en fase de prueba piloto). Barcelona no ha sido la única en poner en marcha esta iniciativa: en el último año otras ciudades como Segovia, A Coruña, Vigo o Bilbao han comenzado a estudiarla e implantarla.