Este lunes ha sido detenido en Granada un hombre tras confesar a la Guardia Civil que había matado a su mujer de un hachazo. El crimen engrosa las estadísticas oficiales de violencia de género y eleva el número de víctimas de este año a 25. La cifra podría aumentar hasta 32 de confirmarse los siete casos que se encuentran en investigación (entre ellos, el doble crimen de Cuenca). El dato también incrementa el número de homicidios contra las mujeres que anualmente registra el Instituto Nacional de Estadística, que revela que un 53,6% de las mujeres asesinadas lo son por el ataque de su pareja o expareja.
Entre 2003, año en que el Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad comenzó a contabilizar las víctimas de violencia de género en España, y 2013 (los últimos datos ofrecidos por el INE) 1.327 mujeres murieron por una agresión. De ellas, 712 engrosaron las estadísticas oficiales de víctimas mortales de violencia machista. Cada año, el recuento de mujeres asesinadas por sus parejas o exparejas ofrece una cifra final siempre por encima del medio centenar. El año que menos hombres mataron a mujeres con la que había existido relación fue en 2012, cuando el dato se situó en 52. El más negro para la violencia machista fue 2008: la cifra trepó hasta las 76.
Con esta perspectiva temporal, los datos reflejan que los asesinatos por causa de género son siempre la mitad o más que la cifra global de homicidios de mujeres. Los dos únicos años en los que el porcentaje no llega al 50% son 2004 (de 211 homicidios femeninos, el 34,12% fueron catalogados como violencia machista) y 2013, cuando la cifra se quedó en el 49,54% de los 109 homicidios. Miguel Lorente, exdelegado del Gobierno para la Violencia de Género, califica este fenómeno como un tipo de “terrorismo cuyo objetivo es generar miedo para perpetuar un determinado sistema de desigualdad”. De hecho, sostiene, “según los organismos internacionales, la mayoría de mujeres asesinadas en el mundo lo son por esta causa”.
Una fotografía más amplia
Estas cifras se desprenden teniendo en cuenta las listas elaboradas por el Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, que según denuncian algunos colectivos sociales minimiza el impacto de la violencia machista. Su queja proviene de que, en aplicación de la Ley Orgánica de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género de 2004, los casos de mujeres asesinadas por hombres con las que no mantienen o han mantenido una relación afectiva no se consideran violencia de género –como podría calificarse el asesinato de Laura, la amiga que acompañó a Marina en la fatídica vista al piso de su presunto asesino en Cuenca–.
Algo que, por ejemplo, provoca la exclusión de las prostitutas asesinadas por clientes o las mujeres violadas y asesinadas por alguien conocido o desconocido. Si estos casos figurasen en las estadísticas oficiales, el dato de que el 53,6% del total de homicidios femeninos ocurridos en España son por violencia de género sería mayor. Una fotografía más amplia de la violencia machista también incluiría a otras “víctimas indirectas”, entre las que se encontrarían familiares, parejas actuales de las mujeres o terceras personas que intercedieron en su auxilio.
Para Lorente las estadísticas deberían contemplar estos casos porque la violencia machista “es más amplia”: “Es un tipo de violencia contra las mujeres, pero hay diferentes formas de ejercerla, como hacer daño a los hijos e hijas”. En su opinión, estas otras víctimas pueden serlo por dos razones: como efecto del daño que se hace a la mujer (por ejemplo, personas que interceden en su ayuda) o como forma de hacerle daño directamente.
En este sentido, califica de “barbaridad” que una de las jóvenes de Cuenca no vaya a constar como víctima de violencia machista al no existir ni haber existido ningún vínculo sentimental con el presunto agresor. “Toda violencia que se produzca como consecuencia del daño contra la mujer, es violencia de género”, concluye.
La Organización de las Naciones Unidas la define como “todo acto violento que resulte, o pueda tener como resultado un daño físico, sexual o psicológico para la mujer, inclusive las amenazas de tales actos, la coacción o la privación arbitraria de libertad, tanto si se producen en la vida pública como en la privada”. Así, incorpora también acciones violentas perpetradas en un contexto diferente al de su pareja o expareja, es decir, todas aquellas realizadas contra la mujer por el hecho de serlo.