Un mundo más cálido por el cambio climático genera huracanes más fuertes, duraderos... y cada vez más cercanos a España

Raúl Rejón

0

En 2005, la Agencia Estatal de Meteorología daba cuenta de una “situación atmosférica singular”: el primer huracán formado en una zona atlántica cercana a la península ibérica. Se llamó Vince y fue uno de los 28 huracanes de una temporada récord “extremadamente activa”. El pasado 14 de noviembre, la AEMET avisaba de que el 29º huracán atlántico de 2020, Theta, afectaría a España en las islas Canarias: “vientos muy fuertes” de 80 km/h, detallaba.

Este año, se ha batido la plusmarca de huracanes en el Atlántico norte que estaba en 28 fenómenos detectados, precisamente, en 2005. Hasta ahora se han nombrado 30 tormentas y se ha debido recurrir al alfabeto griego una vez agotada la lista de denominaciones previstas. La primera vez que ocurrió esto fue, de nuevo, en la temporada de 2005. La energía ciclónica acumulada en 2020 va por una magnitud de 178,8. Un 69% por encima de la media 1981-2010 lo que la coloca en el rango de “extremadamente activa”, según la clasificación del Centro Nacional de Huracanes de EEUU. En 2005 llegó a 250.

Desde aquellas “consideraciones sobre el ciclón Vince” de hace 15 años y hasta la alerta emitida por la AEMET a mediados de noviembre de 2020, España ha padecido las visitas de huracanes que han conseguido atravesar el océano. La cola del huracán Ofelia de categoría 3 alimentó los incendios forestales de octubre de 2017 en Galicia, Asturias y Portugal. Los vientos de más de 100 km/h avivaron unas llamas que, solo en Galicia, arrasaron con 49.000 hectáreas de bosque en dos días. El 80% de todo lo que ardió ese año en la comunidad autónoma se calcinó en esas 48 horas. La Agencia Nacional del Océano y la Atmosfera de EEUU (la NOAA) dijo en ese momento: “La mayoría de los investigadores concuerdan en que es más que probable que el cambio climático esté provocando que los impactos de estos fenómenos sean mucho peores”.

En 2018, Leslie tocó España, una vez convertido en tormenta tropical al perder potencia, y provocó, por ejemplo, vientos de 96 km/h en la provincia de Zamora. Un año después, en 2019, otros tres huracanes afectaron en mayor o menor medida a España. Pablo se convirtió en el huracán registrado más al norte en el Atlántico al alcanzar categoría 1 a la altura de Galicia, a 700 kilómetros de su costa. Además, Lorenzo fue el huracán de alta intensidad, alcanzó la categoría 5, observado activo más al este (los ciclones se forman en latitudes del caribe tropical) y provocó oleaje extraordinario y vendavales en el noroeste español en octubre. Un mes más tarde, el ciclón Sebastián cruzó todo el océano para llegar con sus restos a España.

En los últimos 15 años, una decena de temporadas han generado una energía acumulada por encima o extremadamente por encima de lo normal. Solo tres veces estuvieron por debajo de esa media histórica. Cuando se termine la temporada actual se habrán encadenado cinco cursos consecutivos con medias superiores a la histórica, “algo relevante” desde que se inició un ciclo de alta actividad de ciclones en 1995, señala la NOAA.

La destrucción se extenderá tierra adentro

En 2001, el Panel Intergubernamental para el Cambio Climático (IPCC) escribía en su informe que, aunque había trabajos que trataban de escudriñar si el calentamiento global vaticinaba más huracanes, “no hay consenso respecto a las conclusiones de estudios relacionados con el comportamiento de los ciclones tropicales en un mundo más cálido”. La acumulación de evidencia sobre cómo el planeta recalentado está relacionado con el incremento de su frecuencia, virulencia y duración no ha parado de acumularse desde entonces y este año 2020 combina esta temporada super activa con más pruebas científicas.

La gran variabilidad en el número de tormentas que se detectan cada curso hace difícil marcar tendencias sólidas, sin embargo, una reciente revisión de las imágenes por satélite acumuladas desde 1979 publicada en mayo de este año indica que el cambio climático ha convertido estos fenómenos del Atlántico Norte en más fuertes y destructivos.  El calentamiento de la Tierra está causando que la probabilidad de que un huracán llegue a categoría 3 o superior  (los más fuertes con vientos por encima de los 180 km/h) se haya incrementado un 8% cada década en cuarenta años, confirma la investigación llevada a cabo por la NOAA. “Hemos identificado tendencias significativas en la intensidad de las tormentas tropicales durante las últimas cuatro décadas y los resultados deberían servir para aumentar la confianza en las proyecciones sobre el incremento de esta intensidad en un contexto de calentamiento continuo”, explican los investigadores. La conclusión es que la acción humana detrás del cambio climático está creando tormentas más perjudiciales.

La cuestión es que el calentamiento de la superficie del mar al menos facilita que los huracanes sean más poderosos. Y la Unión de Científicos Preocupados recuerda que los océanos han absorbido casi todo el “exceso de energía generado por el calentamiento global”. Es decir, las aguas de los mares se han tragado aproximadamente el 93% del calor extra que no ha escapado al espacio debido al efecto invernadero.

El agua más caliente aporta más energía al huracán y, aunque la temperatura del océano no es la única variable que influye en la formación de ciclones, sí es parte fundamente de su combustible. También añade más humedad suspendida por lo que conlleva más precipitaciones. A eso se le suma que el mar más cálido crea condiciones, en principio, favorables para que surja una tormenta en latitudes antes poco susceptibles: mucho más al este y al norte de su rango habitual. Por ese lado, en los últimos años se han registrados los huracanes más al norte y al este observados. Y España está en la ruta de ampliación del campo de acción ciclónico.

Pero, además, el tiempo que pasa mientras los huracanes disponen de una alta carga de energía, es decir, de fuerza, una vez llegan a tierra se ha prolongado. Y es en esos momentos cuando multiplican su poder destructor.

¿Cuándo es más devastador un huracán? En términos humanos al llegar a tierra. Sin embargo, un ciclón al tocar la costa tiende a perder su fuerza de manera muy rápida. La destrucción de propiedades y el medio ambiente, aparte de la pérdida de vidas, ha estado confinada a una franja estrecha en la costa… hasta ahora. Un huracán tipo perdía el 75% de su intensidad en el primer día que tocaba tierra al acabar la década de los años 60. Actualmente disminuye solo un 50%, según ha averiguado el Instituto de Ciencia y Tecnología de la Universidad de Okinawa y publicado en Nature este mes. Esto provoca que conserven mucha más energía que desatar y la conserva más tiempo. “La superficie marina más cálida induce un decaimiento más lento al haber aumentado la reserva de humedad que porta al tocar tierra. Nuestros hallazgos sugieren que mientras el planeta continúe recalentándose el poder destructivo de los huracanes se extenderá progresivamente tierra adentro”.