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Museos de la Memoria: la cultura latinoamericana de derechos humanos que España ignora

Memoria y Derechos Humanos. Los espacios dedicados a la historia reciente de un país suelen estar dirigidos al homenaje a las víctimas y la condena al terrorismo de Estado como una forma de garantía de no repetición de estas trayectorias criminales. Ocurre en Argentina, en Chile y en otra decena de países latinoamericanos como fomento de una cultura democrática que España ignora.

La apuesta tiene dos opciones principales: resignificar un lugar vinculado a las violaciones de derechos humanos o crear un lugar de memoria colectiva. En Latinoamérica y Caribe existe un entramado de 40 de estos espacios que se suma a un todo formado por otras seis redes regionales en el mundo: África, Asia, Europa, Norteamérica, Medio Oriente y África del Norte, y Rusia. En España no existe un espacio análogo sobre el régimen de Francisco Franco y el terrorismo franquista.

Y en pleno debate por la exhumación de Franco y el futuro del Valle de los Caídos, el presidente español Pedro Sánchez incide en el debate desde su viaje por Latinoamérica. El mandatario ha visitado el Museo de la Memoria y los Derechos Humanos que impulsó Michelle Batelet en Chile para honrar a las víctimas de la dictadura de Augusto Pinochet y se ha reunido con Isabel Allende, hija de Salvador Allende, presidente chileno derrocado por los golpistas.

Crear estos foros memorialistas aporta en los procesos de reconciliación nacional. Pero con un detalle: este pacto suele consistir en integrar a los derrotados en ese espíritu de 'concordia'. Un apunte que sirve en el caso del Valle de los Caídos, representación pétrea del nacional catolicismo donde solo una parte, los vencedores de la guerra, se pueden sentir representados como dijo el propio Sánchez en una entrevista para eldiario.es: “tengo mi opinión: que el Valle de los Caídos difícilmente se puede convertir en un lugar de reencuentro y de concordia”.

El doble ejemplo argentino

Argentina ha trazado los dos patrones: un edificio resignificado y otros diseñados para cultivar los derechos humanos. En el primer plano está el Espacio Memoria y Derechos Humanos (ex ESMA). En la dictadura cívico-militar (1976-1983) funcionó como centro clandestino de detención, tortura y exterminio. Era la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA), en la avenida del Libertador de Buenos Aires, con el núcleo operativo instalado en el Casino de Oficiales. Por el lugar pasaron unas 5.000 personas, detenidas y desaparecidas, la mayoría arrojadas vivas al mar en los vuelos de la muerte.

Los ecos de su pasado evidencian el terrorismo de Estado y sirven como prueba material en los juicios. Ahora, transformado en sitio de memoria, es un ámbito de homenaje a las víctimas y de condena a los crímenes de lesa humanidad. Quedó inaugurado en 2015 por la presidenta de la República Argentina, Cristina Fernández de Kirchner. La propuesta museográfica está basada en testimonios y documentos históricos de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP), el Juicio a las Juntas y documentación desclasificada. Los valores democráticos vencen entre paredes antes manchadas de la experiencia genocida.

Argentina tiene instalaciones creadas ex profeso en varios puntos del país. Una es el Museo de la Memoria creado en 1998 en Rosario. Ocupa la conocida como Casa de los Padres, muy cerca del ex Centro Clandestino de Detención usado en el plan de persecución y exterminio desplegado sobre las provincias argentinas. Es una de las instituciones pioneras en América latina para promover la memoria social y política y tratar las memorias post-genocidas. El sitio fue reinterpretado por artistas de la ciudad para construir su nuevo relato.

El reencuentro chileno

El Museo de la Memoria y los Derechos Humanos nace para rescatar la historia reciente de Chile. Ahí el país “se reencuentra con la verdad”, como queda definido. Es el lugar donde la sociedad chilena analiza claves como el golpe de Estado, la represión posterior, la resistencia, el exilio, la solidaridad internacional y la defensa de los derechos humanos.

El espacio fue inaugurado en enero de 2010 en la ciudad de Santiago por la presidenta Michelle Bachelet. Y está sustentado en tres pilares. Uno, dignificar a las víctimas y a sus familias. Dos, visibilizar la trayectoria criminal del Estado entre 1973 y 1990. Tres, estimular la reflexión y el debate “desde el respeto y la tolerancia” como garantía de que estas tragedias humanitarias “nunca más se repitan”.

El afán pedagógico está registrado en los cursos, talleres y recursos educativos que fomenta. O en multitud de documentos, objetos y archivos –consultables en formato digital– como testimonios orales y escritos, cartas y relatos, textos literarios y jurídicos, prensa escrita, fotografías y material histórico, audiovisual o cinematográfico. Cuenta con exposiciones permanentes y temporales, obras de arte integradas en la construcción, un auditorio y una explanada de 8.000 metros cuadrados.

Una red de espacios memorialistas

Tejer memoria contra la impunidad y el olvido. La Red de Sitios de Memoria Latinoamericanos y Caribeños (RESLAC) suma 40 instituciones de 12 países que cultivan conciencia colectiva desde las graves violaciones a los derechos humanos y las resistencias ocurridas en la región durante el pasado reciente. Periodos de terrorismo de Estado, conflicto armado interno y altos niveles de impunidad usados para promover la democracia y las garantías de no repetición.

La RESLAC comparte experiencias para entender cada memoria como parte de un todo. Una malla tejida desde Guatemala con el Memorial para la Concordia o el Instituto Internacional de Aprendizaje para la Reconciliación Social y en Colombia con el Museo Casa de la Memoria o la Red Colombiana de Lugares de Memoria. También en Brasil con el Núcleo Memória, en México con el Centro de Investigaciones Históricas de los Movimientos Sociales o en Paraguay con el Museo de las Memorias: Dictaduras y Derechos Humanos. Y en el Caribe, con el Devoir de Mémoire de Haití o el Museo Memorial de la Resistencia Dominicana.