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ENTREVISTA

El negocio de las farmacias, a examen: “Las estanterías están llenas de productos alimenticios completamente inservibles”

Felipe y Raúl De La Fuente.

Esther Samper

5 de marzo de 2023 21:37 h

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Cada vez es más frecuente encontrar todo tipo de productos, muchos de ellos sin evidencia, en las estanterías de las farmacias. Los hermanos Felipe (farmacéutico) y Raúl (nutricionista) De la Fuente diseccionan las claves tras este fenómeno en el recién publicado libro De venta en farmacias: una denuncia del negocio de la salud desde dentro (Editorial Sine Qua Non).

En el texto, estos dos profesionales lamentan la búsqueda de negocio en las boticas por su carácter privado, legítimo pero que va contra los intereses de los ciudadanos, lamentan, y defienden la necesidad de un sistema de farmacia público (“las hospitalarias o militares ya lo son”, recuerdan) como garante de que solo se venden productos respaldados por la ciencia, que ahorraría costes en gasto farmacéutico y evitaría que la España vaciada se quedara sin asistencia, entre otras cuestiones.

¿Qué les empujó a escribir este libro?

Siempre hemos sido bastante escépticos como profesionales sanitarios. Creemos que la medicina basada en la evidencia es el pilar fundamental de la práctica clínica. La frustración de haber terminado con esfuerzo dos carreras sanitarias en las cuales no estás desarrollando la función que hubieras querido, unida a ese escepticismo, querer contarlo y, por qué no, el que nos guste meternos en bastantes berenjenales nos hizo empezar con un blog también llamado De venta en farmacias sobre productos que se vendían y que no servían para nada. Al tiempo empezamos a darle la vuelta a hacer de ello un libro, pero añadiendo además los motivos que, a nuestro juicio, propiciaban la venta de estos productos en las farmacias. Básicamente, la necesidad de obtener rentabilidad económica. A veces incluso por encima de la ética o la medicina basada en la evidencia.

Mencionan numerosos productos relacionados con la salud que no cuentan con eficacia, pero que, aun así, se venden en las farmacias. ¿Qué productos consideran que destacan por dejar en muy mal lugar a estos establecimientos sanitarios?

Muchísimos. Pero creemos que la reina madre de toda esta gran oferta de productos con dudosa o nula eficacia es la homeopatía, que curiosamente no citamos en el libro (aunque sí en el blog que empezamos en su día) ya que podemos encontrarla muy bien explicada en otras muy buenas obras, como La homeopatía ¡vaya timo! de Víctor-Javier Sanz o Medicina sin Engaños, de José Miguel Mulet.

Al menos el colágeno hidrolizado tiene colágeno hidrolizado, o los productos para la fertilidad masculina tienen algunas vitaminas, pero es que la homeopatía es azúcar. Nada más. Seguramente sea el caso más flagrante, porque se vende y se utiliza como medicamento y para tratar muchas veces patologías serias y que su uso puede causar problemas realmente graves por omisión de tratamiento efectivo. Recordemos el niño fallecido en Italia por una infección de oído tras ser tratado por sus padres con homeopatía.

Mención aparte merecen las estanterías llenas de productos alimenticios completamente inservibles, como puede saber cualquiera que haya estudiado un mínimo de nutrición y dietética: snacks, barritas de sabores, polvos proteicos de sabor chocolate, extractos de alcachofas o incluso caramelos y gominolas que se venden como ayudas a tu salud y son incluso perjudiciales. Además de los típicos crecepelos, ciertos productos de cosmética, vitaminas para “reforzar el sistema inmune”, etcétera. La variedad es inmensa.

¿Mientras las farmacias sean negocios privados creéis que es irremediable el engaño con estos productos?

Ojalá pudiéramos pensar que es posible remediar esto, pero sinceramente creemos que no. La máxima de cualquier empresa es la legítima –muchas veces no ética– obtención de beneficios. Es el mundo en el que vivimos. Si estos productos tienen mercado y se aprovechan de necesidades a veces reales y a veces creadas ex profeso, seguirán dando rentabilidad económica a la empresa. Y cuando el estimulante de la memoria, el colágeno hidrolizado o las vitaminas que dicen reforzar el sistema inmune dejen de estar de moda, sacarán otro producto para vete a saber qué, que tendrá poquita o ninguna evidencia. Entonces el laboratorio de turno mandará a un comercial a la farmacia a explicar su producto con unos folletos muy bonitos con “evidencias” de que estos productos funcionan y la farmacia volverá a tenerlos en su escaparate. ¿Alguien se acuerda de la Power Balance? Pues sí, se vendía en farmacias. No hemos cambiado tanto desde entonces.

¿Cuál es la postura de los farmacéuticos sobre la venta de productos sin eficacia demostrada? 

Es muy aventurado hablar de la postura de los farmacéuticos en general. Hemos visto de todo. Hay farmacéuticos que de verdad creen en lo que venden (o eso dicen) y te hablan de que a Pepita ese colágeno en polvo que se toma le va muy bien y le ha quitado el dolor de rodilla. O te dicen que la homeopatía tiene la consideración de medicamento y que a veces funciona.

También hay bastantes compañeros que están en contra de estas ventas. Saben que lo que venden no tiene eficacia demostrada pero a veces no les queda otra, que hay que comer. También asociaciones como Farmaciencia han peleado mucho por una profesión farmacéutica basada en la evidencia. Luego creemos que hay un último grupo que, aunque no lo diga abiertamente, sabe que lo que vende no vale para nada salvo para llenar la caja del día. Simplemente no se posicionan. Como se suele decir: “Hay de todo como en botica”.

Defienden la idea de que la salud de la población no debería estar condicionada por la caja de una empresa privada. Les han "mandado a Cuba" varias veces por estar a favor de establecer un modelo de farmacias públicas y, sin embargo, es algo que tenemos en los hospitales. ¿Cuáles serían las ventajas de tener un sistema de farmacias públicas?

Mandarnos a Cuba es un clásico. Lo curioso es que quien lo hace no sabe o no quiere saber que las farmacias de los hospitales públicos o la farmacia militar son públicas. Pero bueno, quien lo hace suele ser quien tiene la llave del negocio, así que suponemos que obedece más a interés propio que a querer debatir sobre el modelo.

Un sistema de farmacias público (y con recursos suficientes como debería tener la sanidad pública) no solo evitaría la venta de estos productos en un establecimiento sanitario, si no que a medio plazo ahorraría costes en gasto farmacéutico como explicamos (con números) en uno de los capítulos del libro. Evitaría también, si no la abandonan como están haciendo con la atención primaria, que los núcleos poblacionales de lo que conocemos como “la España vaciada” se queden sin asistencia farmacéutica. Además, permitiría la incorporación de pleno derecho de los farmacéuticos, que se encargan de la custodia y dispensación de medicamentos, en la sanidad pública, creando infinidad de posibilidades dentro de sus competencias que a día de hoy o no se hacen o se hacen poco: revisión de tratamientos (lo que seguramente reducirían los ingresos por errores con el uso de medicamentos), comunicación con otras especialidades, validación de prescripciones, se evitarían viajes a los centros de salud porque un medicamento está desabastecido únicamente pudiendo cambiar la forma farmacéutica por ejemplo de comprimidos a sobres... Y tampoco tenemos dudas de que descongestionaría la atención primaria, ya que incorporaríamos otra disciplina sanitaria con un potencial abrumador.

La atención primaria no mejoraría solamente con la inclusión de profesionales farmacéuticos, sino potenciando todas las especialidades sanitarias: psicología, nutrición, fisioterapia, podología, odontología, logopedia, donde algunas de ellas únicamente existen ahora de forma testimonial. Hay que apostar por una medicina multidisciplinar.

En torno al final del libro hay una sección titulada, con ironía, "Casos aislados". En esta recopilan numerosos testimonios de farmacéuticos que han sufrido explotación laboral y visto malas prácticas de todo tipo. ¿Cuáles son las mayores frustraciones de aquellos que trabajan al otro lado del mostrador? ¿Es trabajar en una farmacia una opción cada vez menos atractiva para muchos?

El capítulo surgió para darle voz a toda esa gente que ha sufrido abusos o ha visto malas praxis y que, al mostrar sus quejas, siempre se les recordaba que eso era un caso aislado. Así que hicimos un llamamiento a los trabajadores y trabajadoras de oficina de farmacia para que nos contaran sus vivencias. Nos vimos abrumados. De hecho no están todas por no alargar el capítulo y se han quedado muchas en el tintero.

Como frustraciones, al margen de los abusos a los derechos laborales, horas extras no pagadas, convenios colectivos no cumplidos, contratos en B, podemos encontrar desde incomodidad por que en muchos sitios “obligan” a vender medicamentos sin la receta obligatoria o menosprecio a su opinión como profesionales: algunos casos nos han comentado de estar siendo vigilados por las cámaras y salir el dueño o la dueña a rebatir su opinión incluso por no haber ofrecido un determinado producto. La sensación de sentirse más vendedores que farmacéuticos es muy común.

No es que lo digamos nosotros, es que lo dicen los propios compañeros e incluso en artículos de prensa donde se habla de la dificultad para encontrar farmacéuticos o de cómo los graduados en farmacia cada vez escogen menos trabajar en oficinas de farmacia. Así que sí, podríamos decir que las condiciones laborales y el modelo encaminado a las ventas pueden hacer de esta opción una salida menos atractiva para muchos.

Muchas farmacias buscan farmacéuticos que sean también nutricionistas o dietistas para atender a sus clientes, ¿por qué critican que en las farmacias no se suele dar un correcto asesoramiento nutricional, si son precisamente establecimientos sanitarios?

Porque el sistema actual busca rentabilizar y un asesoramiento correcto no es rentable, al menos, a un módico precio. Una consulta de nutrición y dietética privada no bajará de 45 euros por sesión y la sensación del paciente será que se lleva un papel con unas pautas a seguir. Por eso dedicamos parte del libro a explicar el trabajo preciso de la elaboración de una dieta individualizada. Hacer el trabajo bien no es fácil y a menudo el paciente no es consciente de la labor que hay detrás.

Sin embargo, en las farmacias por la mitad de precio te pueden dar un papel modo dieta (a ojos del paciente, puede ser lo mismo) que es igual para todo el mundo. Y si no quedas satisfecho, pues se encasquetan suplementos nutricionales cuyo margen de beneficio es realmente alto. De hecho, hace años se puso de moda que empresas vendedoras de suplementos ponían una persona en la farmacia bajo la premisa de tener un servicio de nutrición y dietética, pero donde realmente la persona en cuestión estaba presionada a llegar a un mínimo de ventas. Actualmente, algunas farmacias hacen lo mismo sin necesidad de recurrir a una empresa externa y el beneficio es directo.

El libro habla de farmacias, que son privadas, pero tiene mucho también de defensa del sistema público de salud.

El libro habla particularmente del sistema farmacéutico en España, pero deja evidentemente claro que lo vemos como uno de los pilares básicos del estado de bienestar y de la sanidad pública. Porque nosotros creemos en la sanidad pública, y creemos que están destrozándola muy poco a poco. La dejan morir para que la alternativa única sea la privatización. Y la sociedad está resistiendo, pero poco a poco cede terreno. Nosotros no solo queremos dejar de ceder terreno a un modelo más liberal, sino que queremos avanzar hacia un modelo más social en todos los frentes relacionados con la sanidad.

No es solo cuestión de dejar de perder derechos, sino de volver a comenzar a ganarlos. Por eso queremos que la ciudadanía tenga acceso a especialistas de la salud en todos los campos, de una forma científica y saludable, más allá de la pura economía. Por eso es necesario un modelo pionero de farmacia pública. Este es el trasfondo que queremos que quede tras la lectura de nuestro libro, más allá de si el colágeno funciona o no. Es el hecho de preguntarnos por qué se han de vender estos productos. La causa. La constante mercantilización de la salud.

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