Unamuno: agente E-8001 de la Gestapo. Bajo el seudónimo está Pedro Urraca, el agente franquista en la Francia ocupada por los nazis que detuvo al político catalán Lluís Companys antes de ser fusilado por el régimen, rastreó al que fuera presidente de la República Manuel Azaña y propició la captura del líder de la resistencia francesa, Jean Moulin. Su nieta, Loreto Urraca, siente “desprecio” por el cazador de rojos. Y ha escrito su historia en un ajuste de cuentas literario que destapa las alcantarillas de la represión de Franco.
Loreto Urraca Luque conoció a su abuelo con 18 años, en 1982. Antes apenas supo de él, hasta que el azar trajo a sus manos un recorte de prensa de un reportaje de El País titulado El cazador de rojos que contaba la verdadera identidad de Pedro Urraca Rendueles. Era el año 2008. Desde entonces bucea en archivos para trazar la huella criminal de su abuelo, retratado en la novela biográfica Entre hienas (Editorial Funambulista) que acaba de publicar.
La autora certifica con su trabajo la estrecha colaboración durante la Segunda Guerra Mundial entre el franquismo, la Alemania nazi de Adolf Hitler y la policía del régimen de Vichy en la Francia ocupada del mariscal Philippe Pétain. El trayecto existencial de Urraca sirve como ejemplo del auxilio entre los aliados fascistas y Entre hienas arroja luz a la Memoria Histórica desde el aporte de una descendiente de franquistas.
“Desenterrando tu pasado te pongo en evidencia y expongo la magnitud de vuestros estragos”, escribe en una carta póstuma a su abuelo. “Mientras busco más datos para recomponer tu verdadera historia, intento recuperar del olvido a vuestras víctimas para así liberarme del lastre de tu infamia y poder seguir viviendo con dignidad”, continúa. Porque, como finiquita, “la culpa no se hereda, pero el daño está hecho, y el dolor y la vergüenza perduran”.
El policía que caza a Companys
Pedro Urraca era “un oscuro policía” dedicado a cazar a republicanos exiliados. Detuvo a Lluis Companys, el 13 de agosto de 1940. Condujo a la muerte al presidente de la Generalitat de Cataluña –fusilado el 15 de octubre– con su entrega a Franco en la frontera francesa. También siguió la pista, sin éxito, al presidente de la Segunda República entre 1936 y 1939, Manuel Azaña.
“Cuando lo conocí en Madrid no pensaba en esas ataduras del pasado, que no sabía, aunque los encuentros nunca fueron agradables, era como si intuyera algo”, cuenta Loreto Urraca a eldiario.es. Las historias del abuelo deslizaban un extraño rastro. “Hasta que en el año 2008 reconozco su fotografía en una noticia y a partir de ahí empecé a enterarme de quién había sido”, explica.
Durante años, Urraca persiguió a refugiados huidos tras la guerra civil española. Es el caso del ministro de la Gobernación, Julián Zugazagoitia, detenido en París y ejecutado en Madrid. Interrogó a otros como el expresidente del Consejo de Ministros, Manuel Portela, a Josep Tarradellas o al ministro de Justicia, Mariano Ansó. Además de las detenciones, los agentes franquistas despojaban a los republicanos de sus bienes y documentos, vaciaban sus cuentas corrientes e intentaban evitar que embarcaran rumbo a México camino del exilio.
“Mi abuelo era un represor franquista con una biografía muy potente”, dice Loreto. En la carta que dedica usa “la palabra desprecio” lanzada contra un momento en que el abuelo “quiere contarme sus memorias y yo quería marcar distancias”. Ahora el libro le sirve “como catarsis personal”, como un proceso “de aceptar, asumir y digerir” el vínculo atado a un apellido, Urraca, que pretende “limpiar de alguna manera”.
Redes contra la resistencia a los nazis
Pedro Urraca también lanzó sus redes sobre el director del Consejo Nacional de la Resistencia durante la ocupación de Francia por los ejércitos del Tercer Reich, Jean Moulin. Contribuyó a que la policía secreta de Hitler arrestara al enlace de Charles de Gaulle. Moulin acabo muriendo a causa de las torturas que sufrió.
Urraca también señaló a otros activistas internacionales como la pintora y resistente de origen judío Antoinette Sachs, a la que denunció ante la Gestapo. Por estos casos, y ya en la Francia liberada, el espía acabó denunciado por trabajar “con el enemigo” y condenado en rebeldía a la pena de muerte en 1948. Aunque logró sortear el destino huyendo a Bélgica, donde ejerció como funcionario del Estado español hasta el año 82 con una especie de oficio diplomático para investigar –en la práctica, seguir vigilando– a emigrantes.
“No es habitual que una descendiente de franquista cuente esta historia”, asume Loreto Urraca. “Nunca me planteé cuando empecé a escribir si era la primera o había otras personas haciendo algo similar”, dice. “En el proceso de investigación he conocido que en Francia y Alemania sí hay iniciativas de nietos” que convierten las memorias familiares en relatos literarios. En España, precisa, “no he encontrado a nadie, pero no sé si soy la única”.
Loreto define a Pedro “como un buen producto de su tiempo”. Un policía “que entró durante la República” y era “consecuente con su función sin plantearse la ética de las órdenes que le daban”. Alguien, subraya, “carente de ideales” con el único interés “no sólo de sobrevivir a las guerras por las que pasó sino de vivir bien”.
Los “desdichados que arrastran su derrota”
Urraca murió el 14 de septiembre de 1989. Había regresado a España tres años antes. Y conoció a su nieta el año que su país natal celebraba el Mundial de Fútbol. “Me debes que te rescate de la eterna noche en la que deberías haber permanecido”, apunta Loreto a su abuelo.
Por eso en Entre hienas pone sobre la mesa los secretos de un agente franquista en la Francia ocupada por los nazis. Con un trabajo documentado a través de expedientes, cartas y diarios con el que quiere “divulgar esa parte de la historia de España que deliberadamente se nos había ocultado”. Esas alcantarillas del franquismo en las que se movía libre y dispuesto el cazador de rojos.
En el libro revela detalles inéditos de la entrega de Companys y plantea una tesis diferente sobre la captura del jefe de la resistencia, Moulin. Antes, Loreto había puesto en marcha una página web titulada Pedro Urraca: Los ojos de Franco en Francia donde ha recopilado cientos de nombres de represaliados e investigados que aparecían en los informes que su abuelo, el policía franquista, enviaba desde París.
“¿Había humanidad en ti?”, se pregunta. “¿Alguna vez sentiste compasión por aquellos ‘desdichados que arrastran su derrota por el mundo’, por usar tus propias palabras?”, narra Loreto Urraca, la nieta del criminal, la familiar de un franquista que tira de memoria para “descubrir la cara desconocida de la represión totalitaria”. Y para cerrar heridas, también, entre los descendientes de los victimarios.