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Nietos y voluntarios ante una fosa: “Es el Estado el que debería encargarse de los desaparecidos. Los derechos humanos no se subvencionan”

El Espinar (Segovia) —
10 de septiembre de 2020 23:41 h

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Mientras en Madrid se filtraba el borrador de la nueva Ley de Memoria que ultima el Gobierno, aquí en El Espinar (Segovia) un grupo de personas voluntarias de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH) proseguía su tareas en el cementerio. Buscan a diecisiete hombres jóvenes, entre ellos Eugenio Insúa, trabajador de la Casa de la Moneda, que en julio de 1936 vino desde Madrid con otros compañeros a la sierra de Guadarrama a intentar detener el golpe de Estado, sin uniforme y sin apenas armas. La búsqueda la hacen a petición de su hija Rosa María, de 84 años, con un estado de salud delicado. 

“Rosa quiere enterrar a su padre junto a su madre, lleva años peleando por hacerlo y ya no le queda mucho tiempo”, explica a elDiario.es Emilio Silva, presidente de la ARMH. “Esa falta de tiempo de muchas de las víctimas es precisamente lo que nos hace reclamar al Gobierno urgencia en la ayuda a las familias de las personas desaparecidas, para la que no necesita esperar a aprobar una ley. Puede tomar las medidas políticas necesarias ya y poner los recursos que el Estado tiene al servicio de la búsqueda y las identificaciones. Nos cuesta entender que puedan existir razones para que el Estado no abra una oficina de atención a las familias de estos desaparecidos”, añade.

Una oficina de atención a las víctimas 

Es una petición que las familias afectadas llevan tiempo reclamando. Un lugar oficial, del Estado, al que puedan acudir para aportar los datos de sus personas desaparecidas, para reclamar su búsqueda, su identificación, para que dejen de deambular sin apoyo público. Un lugar también en el que puedan obtener información, atención, reparación. Hay aún más de 110.000 personas desaparecidas por el franquismo en España. 

Hasta ahora, salvo alguna excepción, las exhumaciones han sido realizadas por asociaciones como la ARMH, integrada por personas voluntarias y financiada a través de socios, con la colaboración del sindicato de electricistas noruego, muy concienciado con esta causa. 

En esta fosa de El Espinar han aparecido por el momento 12 cuerpos, la mayoría boca abajo, desordenados, señal del maltrato recibido en el propio enterramiento. 

Los nietos de Eugenio Insúa siguen con atención los trabajos de exhumación y también reclaman al Estado el compromiso hasta ahora ausente. 

“Mi abuelo era un trabajador con conciencia social, vino a defender la democracia, la república, con su mono de trabajo, no lo hizo por gusto, sino porque había un golpe de Estado. Él y otros como él trataron de evitar el fascismo. No se los ha reconocido, ni a los que murieron en los campos de concentración. La transición pasó y estas cosas están todavía muy pendientes”, lamenta Irene Herrera, nieta de Insúa, en conversación con elDiario.es. Y añade: “El Estado tendría que encargarse de esto, tiene que cuidar a quienes queremos encontrar a nuestros desaparecidos”.

Entre las personas voluntarias que trabajan en esta búsqueda hay dos arqueólogos –Nuria Maqueda y Serxio Castro–, una forense procedente de Portugal –Luisa Marinho– y un agente forestal, experto en detección de metales, David Ramírez. Todos emplean sus días de vacaciones para realizar las exhumaciones. Eso explica que se efectúen más en verano que en invierno. 

La búsqueda de los desaparecidos en España depende aún de este tipo de cuestiones logísticas. Por eso la ARMH insta al Estado a hacerse cargo y rechaza las subvenciones ofrecidas a principios de verano por el Gobierno. 

“Los derechos humanos no se subvencionan”

“Los derechos humanos no se subvencionan, aquí tendría que estar el Estado totalmente involucrado”, indica el vicepresidente de la ARMH, Marco González. “Si el Estado quisiera, aquí podrían estar trabajando institutos toxicológicos, forenses, universidades, estudiantes de historia y antropología social que están deseando ir por pueblos a recoger un gran banco de testimonios”.

“La pena es que esta tarea la estemos haciendo los ciudadanos. Lo ideal es que asociaciones como la nuestra no tuvieran que existir. El día en que nosotras podamos decir: 'Chicos, se acabó porque de esto se encarga el Estado', será maravilloso. Es muy duro que tengamos que hacerlo los ciudadanos porque nadie lo hace”, indica Malena García, voluntaria desde hace diez años, curtida en exhumaciones.

Otra de las carencias que se tiene es la relacionada con un banco de ADN. El Estado no recoge muestras de las familias de desaparecidos, son ellas las que tienen que solicitarlo a las asociaciones, que no disponen de recursos suficientes. En el caso de esta fosa en El Espinar la ARMH conoce solo algunas de las posibles identidades de los enterrados. Buena parte de ellos eran chavales muy jóvenes, sin hijos, y por tanto una vez fallecidos sus padres, no hay familia con la que poder contrastar la huella genética. 

“Buscamos a familiares de algunos, pudieron ser trabajadores de la Casa de la Moneda, como Eugenio Insúa. En todo caso, es probable que procedieran de Madrid, llegarían a esta zona en los días posteriores al golpe de Estado. Fueron de los primeros en intentar detener el fascismo en Europa en 1936”, explican desde la ARMH. 

Un informe de la asociación señala que Insúa y sus compañeros fueron sorprendidos y tiroteados mientras almorzaban en la plaza del pueblo por guardias civiles y falangistas que dispararon desde las ventanas de un edificio.

Exhumar es también romper el silencio impuesto

La exhumación de una fosa con personas desaparecidas implica localizar y retirar los huesos, pero es también la representación concreta de la ruptura del silencio impuesto. Así está ocurriendo aquí y así lo siente Malena García. “Me sigue impresionando el sonido. Cuando llegas todo el mundo está muy callado. Tú te pones a trabajar, te metes en la fosa, llega más gente, empieza el murmullo, sigues trabajando, sube el murmullo, vienen familias, gente del pueblo, y empiezan a hablar de lo que no han hablado nunca, entre ellos comparten historias. La exhumación es retirar los cuerpos pero es esto también: es romper el silencio”.

En El Espinar se está rompiendo el silencio a medida que los trabajos de la ARMH avanzan. Otra de las nietas del desaparecido Eugenio Insúa, Ángela, habla claro al pie de la fosa: “Esto es algo que tendría que haber hecho cualquiera de los Gobiernos que ha habido. Ya son muchos años de democracia para que nuestro país haya mirado hacia otro lado, ignorando a las familias. Una gente de forma voluntaria está entregando su tiempo, sus vacaciones y su conocimiento, están siendo nuestros ojos, nuestra voz. Con un cariño que no hemos recibido nunca están sacando los restos de mi abuelo. Es una labor que tendría que estar haciendo el Gobierno, no particulares”, señala Ángela. 

Este jueves los arqueólogos de la ARMH encontraban en la fosa un anillo de bodas con la fecha exacta del matrimonio de Eugenio Insúa, lo que confirma que sus restos están aquí. Alejandro, su nieto, ha besado la alianza cuando Carlos, minero prejubilado y voluntario de la asociación, se la ha entregado. El nieto no ha ocultado sus lágrimas y ha dado las gracias en nombre de su madre. También los arqueólogos se han emocionado. Llevan tantas semanas involucrados en este proyecto que ya lo sienten como propio. 

“Si te preguntan por él, di que murió de enfermedad” 

“Cuando mataron a mi abuelo Eugenio, mi abuela emigró con sus hijos a Barcelona, donde fueron muy bien acogidos. Después tuvieron que huir a Francia. Mi madre recuerda la playa, los barracones. Después volvieron a España porque entraban los nazis. Y aquí mi abuela siempre le decía a mi madre: 'Si te preguntan por tu padre di que murió de una enfermedad”, relata Irene, nieta de Eugenio Insúa. 

Cuando llegó la Transición el tío de Irene, que vivía en Francia pero veraneaba en España, empezó a indagar. Conoció al enterrador de El Espinar y éste le contó que en el cementerio había una fosa con milicianos. “Y cuando fuimos creciendo dos de mis hermanos averiguaron más cosas, tuvieron la necesidad de saber, hablaron con el hijo del enterrador, con historiadores locales. Mi madre sigue viva y quiere esta exhumación”.

Irene lamenta que el Gobierno no haya escuchado a las familias y asociaciones a la hora de elegir una fecha para el Día del Exilio, establecida finalmente el 8 de mayo, que coincide con el Día de la Liberación de Europa.

“Se reclamaba que el Día del Exilio fuera el día de la muerte de Antonio Machado, y yo considero que no podría ser más acertada esa elección, con un hecho concreto vinculado a nuestro país, no sé por qué se ha elegido una fecha que no tiene un ingrediente de nuestra propia historia, habría que escuchar a quienes somos familias, porque si no, tenemos fechas vacías de contenido”, subraya. 

Esta posición es compartida por la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica, que indica que el 8 de mayo de 1945 los liberados de los campos nazis o los exiliados en otros países continuaron sin poder regresar a España y recuerdan que la dictadura prosiguió 30 años más. “Es una fecha simbólica para los países que se liberaron del fascismo, pero España, lamentablemente, tuvo su propia historia y ese día no supuso la liberación de España”, recuerdan desde la ARMH. 

“Te vamos a sacar, ya estás fuera”

A falta de impulso oficial hasta ahora, y a la espera de conocer los pormenores de la nueva Ley de Memoria y qué supondrán realmente en la práctica, personas como Marco, Nuria, Malena o Emilio llevan años convirtiéndose en rescatadores de nuestra historia, en buscadores de huesos, en recuperadores de personas olvidadas cuyos relatos explican nuestro país. “La experiencia de seguir una historia desde el inicio es impactante”, cuenta Malena. 

“Cuando comienzo una investigación y leo la historia, los informes, veo las fotos, esa persona va tomando forma en mi mente, es como ir leyendo una novela pero conociendo el final. Y después, tras esa investigación, bajo a la fosa y encuentro sus huesos, los limpio y pienso: 'Eres tú, estás aquí, te vamos a sacar, te vamos a sacar al fin, ya estás fuera”, explica. 

El trajín prosigue en el cementerio de El Espinar. Es evidente que en el pueblo se ha despertado la curiosidad. En un simple día de diario decenas de curiosos se asoman por aquí para ver qué hacen 'esos de la fosa'. Algunos se aproximan tímidamente. Otros prefieren observar desde la distancia. Uno de los que se acerca es “hijo de uno muy de derechas, que dicen que pudo hasta haber matado a alguno de estos”, dice. “Tremenda familia tengo”, añade dejando claro que no comulga con la posición de sus progenitores y demás antepasados. 

–¿Es aquí lo de la fosa?, pregunta una mujer joven a un par de voluntarias de la ARMH. 

–Sí. 

Y la mujer rompe a llorar de inmediato. 

–Disculpad, me emociono. Es que es algo de lo que se habla tan poco...

Se llama Mónica Arribas y relata que algunos de sus familiares estuvieron presos en Navarra. Ninguno de los que están en la fosa es pariente suyo, pero eso no resta su capacidad de empatía. 

Emilio Silva, presidente de la ARMH, está acostumbrado a estas reacciones. “Es un tema que permanece tan oculto, tan contenido, tan poco hablado, que cuando irrumpe viene cargado de una gran emoción. Estas reacciones dan buena medida de cuánta gente está con la cabeza agachada. Yo mismo me avergonzaba porque no entendía que mi padre, huérfano de padre, me dijera que tenía que ocultar algo. Eso lleva al razonamiento de que 'si hay algo que ocultar es porque mi familia ha hecho algo que hay que ocultar'. Eso es lo que transmite el silencio impuesto”, explica Silva, quien en el año 2000 logró exhumar la fosa de su abuelo, en Priaranza del Bierzo, un acto que supuso el inicio de las exhumaciones realizadas con técnicas especializadas. 

Mónica Arribas prosigue, aún emocionada: “Quería pasarme para mostrar mi agradecimiento, esto es bueno para cualquier país democrático. Y además, sé que por aquí ha venido gente a decir cosas ofensivas”, señala. 

Ante sus palabras varios voluntarios de la ARMH intercambian miradas y continúan desempolvando huesos, sin decir nada, pero probablemente conscientes de que abajo, en el pueblo, se está hablando mucho de lo que aquí está pasando. El silencio se ha roto no solo en torno a la fosa. En El Espinar se intercambian recuerdos hasta ahora encerrados. En torno a una exhumación siempre pasan cosas: se mueve el engranaje de la historia.