Que la obesidad infantil no es un problema individual y, muy al contrario, está relacionada con el nivel de renta y de estudios de las familias de los niños, niñas y adolescentes es una evidencia desde hace años. La nueva edición del estudio PASOS, elaborado por la Gasol Foundation, ha medido cuánto ejercicio físico hacen, el tiempo que pasan frente a las pantallas, cómo comen y cómo duermen chicos y chicas de entre 8 y 16 años con diferentes situaciones socioeconómicas de casi 250 colegios e institutos de España. Y ha analizado la brecha entre ellos. Los resultados, asegura la organización, les ha hecho llevarse “las manos a la cabeza”.
Los que tienen menos recursos porque sus familias no tienen estudios universitarios, no trabajan y tienen una renta por debajo de la media hacen menos ejercicio físico. La diferencia es de 23 minutos en un tiempo diario total que, para todos los grupos, está entre una hora y media y dos horas (126 minutos frente a 103). Sin embargo, los más vulnerables permanecen sentados frente a las pantallas una hora más (68 minutos) entre semana que los niños, niñas y adolescentes que viven con progenitores que han ido a la universidad, tienen empleo y unos ingresos mayores. Estos últimos dedican 227 minutos a estar con dispositivos digitales cada jornada, casi cuatro horas (3,8).
El fin de semana, la brecha es menor: 58 minutos de diferencia. “Si sumamos la diferencia a lo largo del crecimiento, de los 8 a los 16 años, los más vulnerables van a pasar cuatro meses completos más que los que no lo son con pantallas, la diferencia es abismal”, ha dimensionado Santiago Gómez, director de programas de la fundación en la rueda de prensa para presentar el estudio.
El estudio pone el foco en varios indicadores que miden el bienestar infantil y recuerda que, si los resultados son malos, es fácil que la situación desemboque en sobrepeso. No es un fenómeno extraño en España: uno de cada tres menores tiene exceso de peso, según los datos de una investigación conjunta del Instituto de Salud Carlos III (ISCIII) y la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (Aesan). En el mundo, la obesidad ya es la forma más común de malnutrición en la mayoría de los países. También encima de la desnutrición en los que tienen ingresos medios o bajos, según un reciente estudio publicado en The Lancet.
“La obesidad infantil es como la punta del iceberg, un síntoma de la falta de bienestar. Lo que hay debajo son desigualdades y el acceso a una buena vida, de manera que tenemos que darle un abordaje social”, ha asegurado la ministra de Sanidad, Mónica García, que ha intervenido en la presentación de los resultados. Los datos, ha compartido también, “son demoledores”.
Más de la mitad no cumple el mínimo de sueño
Dormir menos y comer peor son otros dos síntomas que el estudio mide. El resultado se replica respecto a otras variables: a menos nivel de estudios y de renta de los hogares, peor salen. Por ejemplo, menos de la mitad de los chicos y chicas de familias más vulnerables (48,7%) cumplen las recomendaciones de sueño para su edad (al menos ocho horas al día) frente al 63,4% de la infancia de hogares con más recursos. En este caso, la diferencia mayor en este “factor clave que regula el resto del estilo de vida”, ha subrayado Gómez, la marca si la familia tiene o no estudios.
En cuanto a la comida, en general el seguimiento de la dieta mediterránea es escasa en todos los hogares. Ni siquiera los que tienen mejor situación consiguen mantener de manera mayoritaria una alimentación saludable. Solo un 44,6% declara tener una “alta adherencia a la dieta mediterránea” entre los más privilegiados frente al 33,8% entre los que menos. Un estudio publicado en marzo en la revista BMC Public Health y firmado por investigadores españoles reveló que los niños más pobres consumen más anuncios de alimentos insanos en la primera medición de cómo se distribuye el impacto de esta publicidad en los menores, recogió El País.
El Gobierno sigue sin aprobar el decreto para regular esta publicidad pese a que se puso en marcha la iniciativa, por impulso del Ministerio de Consumo, hace ya tres años. Agricultura entonces la frenó. “Vamos a ponernos en colaboración con el resto de ministerios para salvaguardar el bienestar infantil y seremos capaces de poner en marcha los reales decretos que se quedaron pendientes”, ha respondido la ministra de Sanidad.
Donde se percibe menos brecha, sin embargo, en el malestar psicológico de los niños y niñas. El porcentaje que declara sentirse algo, bastante o muy preocupado, triste o infeliz es casi invariable en diferentes situaciones socioeconómicas. Se mantiene, para todos los grupos en alrededor de un tercio y es solo un 2,4% entre los más desfavorecidos. La autopercepción del estado de salud, en una escala del 0 al 100, sí varía un poco más: es 6,4 puntos superior entre los que se encuentran en el grupo socioeconómico más privilegiado (estudios, trabajo y más renta).