Nacho Herrero
Benetússer (Valencia), 4 nov (EFE).- Familias y profesores de algunos colegios de los pueblos de L'Horta Sud más afectados por la dana que azotó la provincia el martes se han organizado para acelerar la limpieza de los centros y que, de una manera u otra, los más jóvenes puedan recuperar cierta rutina.
“Cuando avanzaron los días ya vimos que era necesario intentar abrir los colegios cuanto antes. Nos han dicho que esta semana va a estar todo cerrado, pero la idea es ponerlos en marcha cuanto antes, si nos dan permiso por temas de seguridad, de que están los cimientos bien y la instalación de gas y todo. Necesitan volver a la rutina, que es irse al cole por las mañana”, explica Miguel.
“Hoy es lunes y muchos padres se han ido a trabajar y los que no, están limpiando, así que hay muchos niños con los abuelos, que tampoco están mejor. Todo el mundo necesita volver a la normalidad”, reflexiona.
Padre de dos hijos, él es uno de los que ha organizado la limpieza del colegio público San Clemente de Sedaví. Una vez vieron que había suficientes manos limpiando casas y bajos, se pusieron con la escuela y pronto tuvieron refuerzos.
“Allí ha empezado a aparecer gente, profesores, todo el que ha podido acceder porque muchos ni siquiera caminando podían; también muchos padres se han involucrado, muchos voluntarios y algunos militares. Estamos adelantando mucha faena. Estamos en contacto con otros colegios de la zona para ir mandando de unos a otros”, explica a EFE. Incluso algunos niños del colegio participaron en las tareas de limpieza más sencillas.
Miguel lo cuenta con una esperanzada sonrisa junto a Lucas, de 11 años, y Lucía, de 13. Cuando a primera hora de la mañana cruzaba el puente que separa esta zona de València se le saltaban las lágrimas. Está separado y la semana pasada estaban con su madre.
“Con todo este drama se han hecho muy largos los días sin verlos. Vivirlo solo es difícil. Yo me iba a cenar con un vecino porque ninguno queríamos estar solos. Tenía muchas ganas de abrazarlos”, explica.
Lucía cuenta que en cuanto sus amigas le avisaron de la venida de agua le llamó a ver si estaba bien. “No ir al instituto está bien, pero por este motivo, no”, asegura.
Eiden, de 5 años, no para quieto al lado de Eva, su madre. “Me sabe mal bajarlo a la calle con todo esto, pero también que esté todo el día metido en casa, así que lo bajo un rato bien protegido”, apunta.
Ella va cargada con un enorme paquete de pañales porque tiene ademas una niña de apenas dos meses. La logística ha sido muy complicada.
“Los primeros días no teníamos ni luz ni agua y pudimos calentar los biberones gracias a una vecina que tiene gas. Gracias a ella hemos podido seguir adelante, pero el niño mayor ha estado días a base de comida preparada, sin pan...”, explica.
Cuando unos amigos trataron de traerles alimentos desde la cercana localidad de Silla, no les dejaron, lamenta. “Es dificilísimo porque no tenemos nada. Trasteros, coches, negocios... Estamos muy mal”, reconoce.
Eva no sabe cuándo ni cómo podrá Eiden volver al colegio de Picassent al que acude. “Nosotros hemos perdido uno de los coches pero es que además el colegio nos ha dicho que no tiene autobuses para pasar a por ellos. Estamos viendo cómo, pero es muy complicado. Los niños necesitan ya algo, están agobiadísimos”, asegura.
Eiden sigue nervioso mientras su madre habla. “Hay algún rato que se pasan a casa de algunos vecinos pero muchos niños se han ido a casa de familiares”, cuenta.
India es algo más pequeña pero también va ya al cole y está deseando poder volver. “Se levanta todos los días preguntando: '¿Hoy voy al cole, hoy voy al cole?'”, cuenta Virginia, su madre.
El primer impacto, la inundación y el estado en el que quedaron las calles, impactaron a la pequeña pero pronto quiso unirse a las tareas de reconstrucción, a su manera.
“A ella al principio le dio miedo y luego solo veía suciedad y quería ayudar. El primer día quería ir a ver cómo estaba su cole y me decía: 'Mira, la puerta está bien'. Quiere ayudar y pregunta cuándo lo van a limpiar todo”, explica Virginia.