La nueva cúpula de la Iglesia española, ¿otra bofetada al papa Francisco?
“El panorama es un poco desolador”. Así definía un obispo del sector renovador los resultados en las elecciones de la Conferencia Episcopal Española, que han elevado por aclamación a Luis Argüello como presidente de la Casa de la Iglesia. Un resultado arrollador (48 de 78 votos, en primera votación), que apenas se matiza con la elección –en segunda votación y con una decena de votos menos– del moderado cardenal José Cobo como vicepresidente.
En círculos oficiales se esgrime la conveniencia de un tándem que aglutine dos de las almas de la Iglesia española. En este caso, conservadora y renovadora, ya que la ultra intentó jugar hasta última hora con las posibilidades de Jesús Sanz. El objetivo, señalan, es conseguir trabajar “en comunión” y con “sentido de escucha”, tal y como escenificaron presidente y vicepresidente en su primera intervención conjunta ante los medios. Una presentación que vino precedida del abrazo a las víctimas de la pederastia clerical apostadas en la puerta de Añastro y a quienes el día anterior nadie había querido recibir.
Y es que, precisamente, la cuestión de los abusos es una de las que marcará un antes y un después en el futuro de la nueva cúpula episcopal. Mientras Cobo es reconocido por las víctimas como uno de los pocos prelados verdaderamente interesados en contar con ellas para resolver este drama, los supervivientes de abusos siguen recordando cómo Argüello, durante su etapa como portavoz, minimizaba el escándalo, llegaba a hablar de “pocos casos o ninguno” y llegó a desmentir que los obispos fueran a encargar una auditoría externa semanas antes de que se firmara el acuerdo –ahora ignorado por los propios obispos– con el despacho Cremades & Calvo-Sotelo. Este martes, así lo reconocen las víctimas, el nuevo presidente se ha mostrado empático, incluso emocionado, al hablar con los supervivientes de la pederastia clerical, pero lo cierto es que harán falta hechos para tapar tantas palabras, y tantos silencios que les han resultado estruendosos.
La realidad es que las distintas sensibilidades en el episcopado español no se ven reflejadas en la cúpula de la Conferencia Episcopal. “La gente pensará que ambos se complementarán, y tal vez sea cierto, pero la verdad es que, en la Comisión Ejecutiva, han barrido los conservadores”, explica un ‘fontanero’ de la calle Añastro que vivió de cerca los movimientos y murmuraciones vividos en estos días en la sede de la CEE.
Los resultados no dejan lugar a dudas: salvando a Cobo, el sector renovador no está representado en la Ejecutiva episcopal. Nada que ver con lo sucedido en marzo de 2020, en la famosa Plenaria pre coronavirus, cuando Omella y Osoro, considerados entonces los hombres del Papa en España, copaban presidencia y vicepresidencia. Una oportunidad que no sirvió para afrontar las reformas frente a problemas que, cuatro años después, siguen enquistados: la pederastia, la reforma de los seminarios, los conflictos con el Gobierno y la sensación de que la Iglesia española sigue siendo una de las más refractarias a las reformas propuestas por el Vaticano.
Ahora, en la cúpula episcopal encontramos al arzobispo de Oviedo, Jesús Sanz, uno de los grandes opositores al pontificado de Francisco; prelados netamente conservadores como el arzobispo de Burgos, Mario Iceta; o el obispo de Getafe, Ginés García Beltrán; y otros que no se puede considerar, ni mucho menos, como renovadores, como los arzobispos de Granada (Gil Tamayo), Valencia (Benavent) o Sevilla (Saiz Meneses). No obtuvieron la menor representación prelados como Joseba Segura, obispo de Bilbao, o el arzobispo de Compostela, Francisco Prieto, que aparecían en todas las quinielas.
Roma y los 'renovadores', perdedores
¿Es esta cúpula episcopal una bofetada, otra más, al papa Francisco? En buena medida, sí, porque aunque algunos prelados de la Ejecutiva sí que cuentan con la confianza de Bergoglio –especialmente Cobo, Gil Tamayo o Saiz Meneses–, lo cierto es que las señales enviadas por Roma desde hace meses no han sido recogidas por la mayoría episcopal. Un Papa que designó con rotundidad a José Cobo como su persona de confianza al nombrarle en solo unos meses arzobispo de Madrid, cardenal y miembro de la Congregación de Obispos (encargada de designar a los futuros prelados de nuestro país), y que esta misma semana dio un tirón de orejas a la pretensión de Argüello de beatificar a Isabel la Católica.
“Muchos siguen ignorando a este Papa, y reivindicando a Benedicto XVI”, explican algunos prelados, que no colocan en esta tesis al nuevo presidente de la CEE, pero sí al sector que le ha aupado a la presidencia. “Después nos extrañamos de que España sea la cuna de los curas que piden la muerte del Papa o poner bombas en el Vaticano, o que seamos el país de Europa que más ha criticado ‘Fiducia supplicans’”, se lamenta otro obispo, perteneciente al sector derrotado en esta plenaria.
El mismo Argüello, en su última entrevista hasta la fecha, concedida a elDiario.es, se escurría a la hora de hablar de si bendeciría a una pareja homosexual. ¿Será capaz Cobo, desde la vicepresidencia –un cargo sin aparentes funciones– y especialmente desde su puesto como cardenal (Argüello solo es arzobispo), conseguir virar algunas de las opiniones más polémicas de la Conferencia Episcopal?
Otro de los grandes desafíos de la nueva cúpula episcopal estará en las relaciones con el Gobierno. Aunque el ministro Bolaños se ha apresurado en felicitar a Argüello, y el nuevo presidente ha asegurado la “colaboración leal y sincera” con las autoridades, lo cierto es que los puntos de fricción entre el arzobispo de Valladolid y el Gobierno socialista han sido muchos, desde el aborto o la eutanasia a la ley de amnistía, que Argüello criticó con dureza. Por el contrario, el vicepresidente de la Junta de Castilla y León, García Gallardo (VOX), felicitaba efusivamente al nuevo líder de los obispos españoles, a quien calificó como el “líder que necesita la Iglesia Católica” para “volver a ser faro espiritual e incómoda para el poder”, y a quien reclamó que “no tenga miedo a nadar a contracorriente, a atacar a la industria de la muerte y la Agenda 2030”.
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