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Una nueva placa repara el olvido de Rosalind Franklin en el pub donde se anunció “el secreto de la vida”

En abril de 2003, una organización benéfica colocó una placa conmemorativa en el pub “The Eagle”, de la Universidad de Cambridge, para conmemorar que había sido en aquel lugar donde cincuenta años antes se había anunciado “el secreto de la vida”. “Fue aquí donde Francis Crick y James Watson anunciaron por primera vez su descubrimiento de cómo el ADN transporta información genética”, rezaba la placa colocada por Cambridge Past Present & Future. Pero aquel texto cometía un olvido y una injusticia histórica que alguien trató de enmendar en 2017 añadiendo a mano un “+ FRANKLIN”, en referencia a la cristalógrafa Rosalind Franklin, sin cuyas imágenes no se habría podido hacer el descubrimiento. 

Ahora, el Corpus Christi College, la universidad propietaria del pub desde hace siglos, ha querido enmendar este olvido histórico sustituyendo la antigua placa por una nueva en la que se menciona a los otros protagonistas: “Este avance se basó en datos de Rosalind Franklin, Maurice Wilkins y otros científicos”, dice el nuevo texto. El nuevo elemento conmemorativo se presentó este jueves en la sala de conferencias McCrum de la universidad, en un acto en el que el profesor Christopher Howe, subdirector de la institución, dijo que la universidad está encantada de que la nueva placa reconozca mejor a aquellos otros científicos pioneros cuyo trabajo fue esencial para el hallazgo de la estructura en forma de doble hélice del ADN. 

“Este avance se basó en datos de Rosalind Franklin, Maurice Wilkins y otros científicos”, dice el nuevo texto

“Nuestro conocimiento de la estructura del ADN ha transformado la biología en los setenta años transcurridos”, aseguró Howe, según una nota de la universidad. “Es especialmente gratificante ver el reconocimiento a una importante científica, ya que este año también celebramos el 40 aniversario de las estudiantes universitarias del Corpus”.

“En los últimos años se han realizado esfuerzos para aumentar la conciencia sobre el papel desempeñado por importantes científicas, cuyo trabajo a veces ha sido eclipsado por el de sus colegas masculinos”, recordó Penny Heath, presidenta del Comité de la Placa Azul de Cambridge. “Rosalind Franklin fue una de esas científicas, por lo que la placa de ADN sin su nombre se volvió emblemática de esta causa”. 

Con el paso del tiempo, el estado de la placa se había deteriorado y han decidido reemplazarla. “Esto nos ha dado la oportunidad de reconocer el trabajo de Franklin, Maurice Wilkins y otros, así como el de Crick y Watson”, señala Heath, quien también anunció que la antigua placa, que se había convertido en un símbolo tras el grafiti de 2017, se conservará en el Museo Whipple de Historia de la Ciencia.

La verdad sobre Rosalind Franklin

Hace solo unos meses, un artículo en la revista Nature proponía cambiar la visión del descubrimiento de la estructura del ADN a partir de nuevos documentos que indicaban que Franklin no fue engañada por Watson y Crick, sino que fue copartícipe del hallazgo. Los autores se basaban en varias cartas entre los protagonistas que hasta ahora se habían pasado por alto y otra serie de circunstancias y pruebas que mostraban el gran malentendido que terminó enterrando la labor de Franklin en el olvido hasta que se empezó a reivindicar su memoria. 

A Matthew Cobb, uno de los historiadores que firmó aquel artículo, la instalación de la nueva placa le parece una mejora. “Pero todavía hace referencia a la historia falsa en el relato ficticio de Watson, en su libro La doble hélice, de que Crick rebuznó que habían descubierto el secreto de la vida”, se quejó en la red social X. “Pero no lo hizo, ni fue así”. A su juicio, el origen de muchos de los malentendidos históricos es aquel relato autobiográfico y medio ficticio de James Watson y que muchos han asumido como cierto, incluidas aquellas personas que son muy favorables a Rosalind Franklin. 

En este batiburrillo histórico, la colocación de la nueva placa, es al menos un gesto histórico para reparar el daño hecho por aquel relato y por los años de olvido de la ciencia hecha por mujeres.