El obispo de Málaga acusa a los medios de “virulencia” en el caso del cura abusador detenido en su diócesis
Una semana después de que estallara el escándalo por la detención del sacerdote acusado de sedar, violar y grabar a varias mujeres, el obispo de Málaga, Jesús Catalá, ha roto su silencio para escribir una carta a sus “sacerdotes, religiosos y diáconos”. en la que no dedica una sola línea a las víctimas del padre Fran, apenas reconoce posibles fallos de toda la comunidad cristiana “por ignorancia o por falta de vigilancia” y asesta un mandoble a los medios de comunicación.
“Hemos estado acompañando a los sacerdotes más implicados en los hechos, sobre todo a los párrocos donde ejerció el acusado, que han tenido que soportar la virulencia de algunos medios de comunicación, cuya reacción ha sido muy dura contra la Iglesia”, resalta el obispo, cuya actuación a lo largo de los meses, trasladando al sacerdote desde Melilla a Málaga, no recibiendo a la víctima y ocultando la gravedad del caso está más que en entredicho.
“Todos nos hemos sentido consternados, escandalizados y descorazonados”, comienza Jesús Catalá, que admite que “es muy grave el delito que se le imputa presuntamente”. “Sentimos profundamente el daño que esta situación lleva consigo”, recalca el prelado, que reitera “nuestra repulsa y condena más profunda y contundente contra cualquier tipo de vejación o abuso a la mujer”, recalca el obispo, que indica que “desde el principio de los hechos conocidos hemos tratado siempre de actuar con recta conciencia, para hacer, en la medida de nuestras posibilidades, todo el bien posible”. Algo que choca con la investigación policial y con la versión de la denunciante principal, a quien el obispo no se dirige ni una sola vez. En la carta, Catalá también avala el trabajo llevado a cabo por la diócesis en sus sucesivos comunicados, especialmente en la decisión de personarse como perjudicados, e iniciar el procedimiento para la expulsión del estado clerical del sacerdote.
“Comprenderéis que todos necesitamos tiempo para asimilar los hechos acaecidos y seguir con serenidad afrontando el presente y el futuro de nuestra Diócesis. Disculpad, por tanto, si mis palabras salen a borbotones de mi corazón, porque aún no hemos podido serenar las turbulentas y embravecidas aguas que nos cercan”, señala el prelado, que llama a la oración y a la “reflexión sobre el Ministerio” sacerdotal, para ser “capaces de afrontar las asechanzas del diablo”.
“Nuestro Presbiterio debe salir más reforzado y unido de esta dura prueba, que, como toda dificultad, puede convertirse en una oportunidad de purificación y conversión, tanto personal como comunitaria”, finaliza Catalá, quien apenas llega a admitir una ligera petición de perdón “por lo que no hayamos hecho bien como comunidad cristiana, por ignorancia o por falta de vigilancia”.
“Y pedimos perdón especialmente por los pecados de violencia y de abuso contra la mujer. Pedimos también por los privados de libertad, por el sacerdote detenido y por los voluntarios de prisiones que los acompañan”, concluye.
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