La ola de calor que atraviesa España y otros países de Europa como Italia va dejando su rastro de temperaturas extremas. No calor veraniego, sino récords absolutos por encima de lo esperable, incluso, en la segunda mitad de julio.
En España, por ejemplo, se batió el 18 de julio el récord absoluto de temperatura máxima en Catalunya. Se midieron 45,4ºC en la ciudad de Figueres. Se batió la anterior plusmarca de 43,7ºC, que databa de julio de 2019, en la localidad lleidatana de Alcarràs. También en ese mismo día la estación de Porqueres (Girona) batió el anterior récord catalán al alcanzar los 44,3ºC.
“Alrededor de 140 estaciones de la AEMET superaron los 40ºC”, destaca el portavoz de la Agencia, Rubén del Campo. Y tras el calor del día llegó el calor de la noche. “No se bajó de 28ºC en puntos de Baleares y Alicante”, cuenta el meteorólogo. 90 estaciones principales superaron los 25ºC, es decir, marcaron noches no ya tropicales sino tórridas.
La madrugada del 19 de julio se registraron tres récords absolutos de mínimas más altas: en Cuenca con 24,7ºC, Calamocha (Teruel) con 22,2ºC y Daroca (Zaragoza) con 25,3ºC.
“Este julio se está caracterizando por episodios de calor cortos pero muy intensos, tras los que llega luego un calor más normal. Aun así, teniendo en cuenta los primeros 17 días de este mes, estamos en el tercer julio más cálido medido desde que hay registros (1961)”, añade Del Campo. De momento, la temperatura general media está 1,8ºC por encima del promedio para esta época del año.
También este martes, en Roma se marcó el récord absoluto de calor para la capital italiana. Se midieron 42,9ºC. Si el ferragosto (a mitad del mes de agosto) ha marcado icónicamente el éxodo de la ciudad a la montaña o la playa para combatir el verano, el nuevo contexto de cambio climático y sus olas de calor parece que ha adelantado esa imagen.
Además, el pasado domingo el termómetro de la ciudad china de Sanbao se fue a 52,2ºC y en Saratoga Springs (California, EEUU) a los 53,9ºC. Más allá de que certifique o no si se ha tocado el techo jamás medido de calor en la superficie del planeta, lo que sí está claro, en palabras del meteorólogo Scott Duncan, es que “esta es otra salvaje ola de calor que está empujando la temperatura hasta los límites de lo que es posible en la Tierra”.