La producción mundial de plástico no cesa. En 2015 se crearon 322 millones de toneladas, según la patronal mundial de fabricantes. Es una cantidad como para producir 10,7 billones de botellas de agua de 1,5 litros. Una buena parte de ese material va a terminar inexorablemente en los océanos. El mar Mediterráneo ya forma parte de los grandes depósitos de plástico del mundo, con grandes extensiones de agua infestadas de residuos milimétricos.
Las Estrategias Marinas de España elaboradas en 2012 por el Ministerio de Medio Ambiente para cumplir la normativa europea debía evaluar el estado del mar según diversos criterios. En cuanto a las basuras flotantes de las regiones mediterráneas, los documentos admiten que “no se cuenta con información suficiente” para analizar. Sin embargo, una expedición científica española determinó años más tarde que el Mediterráneo es tan basurero como las famosas cinco islas de plástico en el corazón subtropical de los océanos.
Con todo, el concepto de isla no responde a la naturaleza del problema. Las acumulaciones no son aglomeraciones de objetos que tapizan la superficie del mar. Se tratan más bien, reseñan los investigadores españoles, de “zonas muy amplias –de millones de kilómetros cuadrados– con bordes difusos y cambiantes dominadas por trozos de plástico pequeños, principalmente milimétricos que no son sencillos de detectar a simple vista”. El cálculo realizado por otro grupo de científicos concluyó que hay unos 250.000 millones de microplásticos flotando en las aguas del Mediterráneo.
Los microplásticos –hasta 5 milímetros– son utilizados por ejemplo en productos cosméticos o provienen de la degradación de objetos más grandes. Sobre esas pequeñas partículas, la Estrategia Marina del Levante concedía que “en el ámbito del mar Levantino-Balear no existe ningún estudio considerando microbasuras hasta la fecha. Este indicador no será por lo tanto considerado”.
A pesar de este fenómeno de basura diseminada, la densidad media observada es de un objeto cada 4 metros cuadrados. Al analizar el mar, se encontraron restos plásticos en el 100% de los puntos de muestreo desde España hasta Grecia.
Entre 1.000 y 3.000 toneladas flotantes
La acumulación de plástico en el Mediterráneo (solo en superficie entre 1.000 y 3.000 toneladas) está “íntimamente ligada” a los humanos. Se trata de un mar que soporta una fuerte presión debido a la alta actividad económica que lo rodea y la basura que se vierte.
Lo que sí pudo evaluar más las estrategias fue la basura en los fondos marinos. En la región del Estrecho-Alborán hasta un 80% de todo el espacio estudiado tenía plásticos. En la Levantino-Balear, el 94% de las áreas de las islas tenían plástico en los fondos de la plataforma continental y en el 50% de las zonas revisadas en el levante.
Limpiar el mar es caro y muy poco útil. El Ministerio ha advertido de que “ha quedado demostrada la imposibilidad a día de hoy de aplicar métodos paliativos sobre las basuras que se encuentran en el medio marino”. En ámbitos más acotados, sacar la basura flotante, eminentemente plástica, de la superficie se lleva un montón de dinero. La media por puerto y año en el Atlántico español es de 61.000 euros, según recopiló la Comisión Europea. Pero en el de Barcelona, la autoridad portuaria calcula que saca más de 100 toneladas al año con un gasto de 300.000 euros.
Uno de los investigadores que ha analizado esta sopa de plástico en el Mediterráneo. Andrés Cózar, explicó a eldiario.es que a una botella arrojada en la cumbre de un montaña no le cuesta tanto terminar en la playa. “La probabilidad es alta”. De hecho, el 80% de la basura plástica de los mares llega desde tierra, no desde barcos.
Todo tipo de daños
En su estudio de 2016 sobre daños ocasionados por la basura marina del Servicio Científico de la Comisión Europea, los investigadores resaltaban que el 18% de los grandes peces del Mediterráneo, como los atunes, albacores y peces espada, tenía plástico en sus estómagos. En 2013 se constató la muerte de un cachalote que tenía más de siete kilos de restos plásticos en su cuerpo. Se atribuyó la muerte a que esa masa le perforó el estómago.
En este sentido, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) asegura que los seguimientos “sugieren que para 2050 el 99% de las aves marinas habrá ingerido plástico”. Casi toda la población mundial de aves que viven en el mar llevarán plástico en su interior.
Además, uno de los efectos nocivos menos evidente del plástico en el agua es su potencial como transporte de especies invasoras. Su superficie favorece que los organismo se adhieran y luego puedan viajar durante mucho tiempo, a mucha distancia gracias a las corrientes marinas hasta nuevas áreas.
Aunque la mayor preocupación e interés en la prevención de vertidos sólidos al mar es la protección de los ecosistemas, llenar el océano de desechos tiene un constatado perjuicio económico. La degradación de las playas que obligan a limpieza y restan atractivo turístico, el deterioro de las conducciones submarinas que multiplican el coste de mantenimiento e incluso el daño al sector pesquero.
La Comisión Europea calculó el año pasado que el dinero que cuesta la basura marina a los barcos pesqueros de la flota europea superó los 60 millones de euros entre descenso de las capturas y reparaciones de averías y desperfectos causados por los residuos.
Abandonar la idea de usar y tirar
En Nueva York se está celebrando entre el 5 y el 9 de junio la Conferencia de los Océanos de Naciones Unidas. El borrador final de declaración incluye un artículo que pide comprometerse a las partes a “promover la prevención y minimización de basura” así como “la implementación de estrategias a largo plazo para reducir el uso de plásticos y microplásticos”.
Para organizaciones ambientalistas como Ecologistas en Acción, “la amenaza de las basuras marinas debe combatirse haciendo un profundo análisis del consumo”. Del consumo que cada uno hace cada día o como afirman en Greenpeace: “El cambio de la mentalidad del usar y tirar”. Porque una vez que se tira, lo más seguro es que termine en el mar.