El horizonte ha cambiado. Los 100 días con los que el presidente Pedro Sánchez comenzó hace una semana una cuenta atrás pusieron fecha y hora a la inmunidad de grupo. De esta forma, en torno al 20 de agosto, España habrá conseguido vacunar al 70% de la población. Pero ¿en qué se traduce ese logro?
“Si conseguimos la cobertura que esperamos tener dentro de 100 días, y en ese periodo intermedio los ciudadanos mantienen las medidas de protección adecuadas, podremos empezar a tener una interacción social mucho más normal de acuerdo a lo que conocíamos antes del coronavirus”, confesó la semana pasada Fernando Simón. El director de Alertas y Emergencias Sanitarias fue un paso más allá este lunes y se atrevió a decir que en “no muchos días” se podrá abandonar también la mascarilla en exteriores, aunque eso no implique “dejar de mantener la distancia física”.
La decisión acerca de las mascarillas ha despertado debate entre los expertos, pero no es la única que está sobre la mesa y que adelanta un escenario prepandémico antes de cumplirse los 100 días estipulados. Las comunidades autónomas y el mismo Gobierno han entrado en una carrera por visualizar cuanto antes la vieja normalidad y ser los primeros en apuntarse el tanto. En este momento, lo que prima es vender esperanza. Y aunque el actual ritmo de vacunación y la bajada de la incidencia acumulada permiten levantar ciertas restricciones, los expertos piden cautela para que no cunda la sensación de que la pandemia ha acabado.
En la misma línea, Simón recordó que “dar fechas concretas” puede transmitir la idea errónea de que se ha acabado con el virus y que tendrán que valorar si este tipo de medidas se pueden aplicar a la totalidad del país o solo en algunas comunidades. Entre otras cosas, últimamente se ha anunciado la apertura de puertas al turismo, la vuelta del público a estadios deportivos, la celebración de algunas fiestas multitudinarias como el Orgullo, el regreso a las clases presenciales en septiembre sin excepción –pero con precauciones–, la ampliación del horario del ocio nocturno y el fin de la mascarilla al aire libre.
“Hay convicción de que el plan de vacunación va muy bien y comprendo que las noticias positivas, con base, también son necesarias”, razona José Martínez Olmos, exsecretario general de Sanidad del Gobierno y profesor de Salud Pública en la Universidad de Granada. “Pero lo complicado va a ser mantener el equilibrio hasta entonces”, avanza.
En los últimos días se ha anunciado la llegada del turismo, la vuelta a los estadios, la celebración de fiestas multitudinarias, el regreso a las clases presenciales en septiembre, la apertura del ocio nocturno y el fin de la mascarilla al aire libre
Tanto epidemiólogos como psicólogos coinciden en la necesidad de dibujar un horizonte tras los 100 días y de relajar el discurso, pero critican que algunas de las medidas se vayan a tomar sin haberlo siquiera alcanzado. “Poner fechas a la normalidad puede salir igual de mal que en la noche del despendole”, vaticina el epidemiólogo Manuel Franco, que lo compara con la caída del estado de alarma. “Yo creo que el momento es muy optimista, pero dar el mensaje de que se puede volver a todo lo que conocíamos antes de la pandemia es una falta de respeto a los sanitarios y a los que siguen hospitalizados y en las UCI”, asegura el también profesor de la Universidad Johns Hopkins.
España no ha conseguido alcanzar el objetivo de los 50 casos por cada 100.000 habitantes, aunque este martes ha logrado bajar del riesgo “alto” por primera vez desde marzo. Sin embargo, el indicador más preocupante en algunas comunidades autónomas sigue siendo el de las UCI. Euskadi y La Rioja registran un 30 y 29% de ocupación de COVID-19, mientras que Madrid sigue encabezando la lista con un 38%.
Fernando Simón ha advertido que la relajación de las medidas es pertinente “siempre que se mantengan otras”, y eso es lo que opinan también los especialistas consultados. “El optimismo forma parte de la política sanitaria, pero los mensajes deben ir acompañados siempre de que aún no estamos exentos de riesgo”, considera Martínez Olmos.
El momento es muy optimista, pero dar el mensaje de que se puede volver a todo lo que conocíamos antes de la pandemia es una falta de respeto hacia los sanitarios
“Ahora más que nunca nos movemos entre lo técnico de los datos sanitarios y la parte más social y anímica”, afirma Manuel Franco. “Hay que ser cautelosos: vamos estupendamente y la vacunación pinta bien, pero siguen falleciendo 70 personas al día y es una barbaridad que hemos naturalizado”, recuerda. El epidemiólogo apuesta por compararse con otros países que van más avanzados en el plan de inmunización antes de “lanzar campanas al vuelo”. En ese sentido, incluso el primer ministro del Reino Unido, Boris Johnson, ha llamado a la calma después de haber pasado de registrar cero fallecidos por COVID a cinco. “Imagínate lo que nos queda a nosotros para estar en ese escenario”, dice Franco.
José Martínez Olmos asegura que hay dos efectos a tener en cuenta si la retórica política se deja llevar por el optimismo sin aportar una gota de realismo epidemiológico. “El primero es que anticipar con tanto tiempo puede provocar que se relajen las medidas; y el segundo, que se dejen de tener en cuenta los muchos imprevistos que pueden cambiar el panorama”, repara, refiriéndose a variantes como la india y al nuevo anuncio de Janssen de que reducirá a la mitad la remesa de vacunas esperada esta semana.
“Ahora todos quieren ser el poli bueno y corren a vender esperanza, pero justo por eso hay que mantener la cabeza fría”, pide Manuel Armanyones, psicólogo en el e-Health Center de la Universidad Oberta de Catalunya. El investigador aplaude la llegada del optimismo al discurso político, pero introduce un elemento en la ecuación que puede complicar las cosas: la motivación de la ciudadanía.
La motivación, clave en el cumplimiento de las medidas
“Hemos pasado tanto miedo, que cualquier cosa que nos cause placer se maximiza”, explica Armanyones. Se refiere a los gritos de “vida” y “libertad” que se escuchaban la última noche del toque de queda. “La necesidad de volver a la normalidad es muy superior al temor al virus o a sufrir una neumonía bilateral o a ingresar a las UCI. Esa dualidad se ha perdido y el reto ahora está en conseguir que la motivación perdure lo suficiente hasta llegar a los 100 días”, abunda.
Es importante hacer planes de futuro, tener una meta, y que se nos muestre que habrá un final si seguimos esforzándonos un poco
En oposición al criterio de algunos epidemiólogos, el psicólogo valora que poner fechas es positivo. “Es importante hacer planes de futuro, tener una meta, que se nos muestre y diga que habrá un final si seguimos esforzándonos un poco”, argumenta. Para darle un impulso a la motivación es bueno también “lanzar mensajes de agradecimiento a quienes siguen protegiendo a los demás con sus actos, que son muchos”. Alberto del Campo, Profesor de Antropología Social en la Universidad Pablo de Olavide piensa, por su parte, que “la solución está en encontrar válvulas de escape compatibles con las restricciones”.
“Las fiestas populares, por ejemplo, cumplen esa función: necesitamos momentos no solo de relajación y goce, sino de abrazarnos, de alegrarnos con otros”, dice el experto, que apuesta en The Convertsation por provocar encuentros casuales con amigos, con pequeños grupos, pero con más frecuencia, o entre familiares que hace tiempo que no se ven. Para asegurarse de no poner en riesgo la parte del respeto por las medidas que siguen vigentes, Armanyones apuesta por mejorar la comunicación desde la administración: “No es incompatible dar aire con pedir prudencia, pero los mensajes deben ser pertinentes con la situación actual”.