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Granjas de conejos: infiltrados de una ONG documentan ilegalidades sanitarias y maltrato animal

Conejos con infecciones y heridas abiertas sin atención veterinaria; operarios matándolos sin aturdimiento previo, estampándolos contra el suelo o contra un hierro; tirados vivos a contenedores de cadáveres para que mueran agonizando... Es solo una parte del horror que ha documentado Igualdad Animal en una exhaustiva investigación en más de 70 granjas y cuatro mataderos de conejos en toda España, algunos de ellos premiadas por el sector.

España es el quinto país del mundo en producción de conejos, con más de 70.000 toneladas de carne entre 2005 y 2010. Actualmente existen por todo el país 3.369 explotaciones, de las cuales 2.501 son exclusivamente para carne. En los últimos años se ha reducido el número de explotaciones para cebo y de granjas intensivas, y ha disminuido la producción de carne de conejo. Aun así, los últimos datos, de 2012, indican que ese año se sacrificaron en mataderos más de 52 millones de estos animales.

Las denuncias de que en muchos de ellos se cometen irregularidades e incluso ilegalidades ha llevado a la organización a embarcarse en un proceso de investigación de dos años y tres meses para documentar todo el proceso de producción de carne de conejo, desde los centros de selección y multiplicación –donde se selecciona el material genético con el que se insemina a las hembras de cría– hasta los mataderos, a los que llegan después de pasar por granjas de engorde, con 70 días de vida.

Enfermedades y condiciones insanas

En España unos 68 millones de conejos son criados de forma intensiva. De acuerdo con los datos de Igualdad Animal, el 22% de ellos muere en las granjas por estrés, enfermedades o heridas sin tratar, y por las pésimas condiciones higiénico-sanitarias en las que malviven.

Los investigadores infiltrados han documentado graves lesiones en muchos conejos, como patas rotas mal curadas que han derivado en malformaciones del esqueleto, o patas inflamadas por permanecer continuamente sobre suelo de metal. “Las heridas abiertas y las infecciones son frecuentes, por ejemplo en los oídos, hasta el punto de que la torsión de cuello por el dolor obliga a los conejos a arrastrar la cabeza”, detalla el informe de Igualdad Animal.

La investigación concluye que estas irregularidades, en muchos casos ilegalidades, se dan también en granjas premiadas por el propio sector. “En muchos casos, los granjeros, los veterinarios y las administraciones conocen estas situaciones, incluso las cometen”, sentencia Javier Moreno, portavoz de la organización. “Prueba de ello es la ausencia de inspecciones técnicas de Sanidad periódicas. Tenemos constancia de que en al menos 19 granjas no había pasado un inspector de la Administración en dos años”, destaca el cofundador de Igualdad Animal.

“Exigimos a los responsables políticos en cada Comunidad Autónoma una respuesta inmediata ante los hechos denunciados, y la falta de control sobre esta industria que hemos podido constatar”, sostiene Amanda Romero, coordinadora de la organización en España.

Tomás Rodríguez, director de Intercun, la más importante organización de la industria cunícula, resta credibilidad al informe porque considera que “no es representativo”. “Es un estudio muy poco riguroso, sin ninguna base científica, que no se puede extrapolar al sector. Nadie más que nosotros estamos interesados en el bienestar animal, porque, cuanto mejor cuidados estén los conejos, de más calidad será el producto”, argumenta.

En relación a las inspecciones periódicas, el director de Intercun señala que cada una de las explotaciones está controlada por un veterinario acreditado por la Administración, a la que hace llegar un informe cada vez que un grupo de animales es enviado al matadero. “Los protocolos que hoy existen son suficientes para garantizar la regularidad de las prácticas de las explotaciones, aunque la Administración no esté constantemente visitando las granjas”, concluye.

Moreno menciona también las irregularidades en la construcción de los centros de explotación y la suciedad de las explotaciones. Y enumera ejemplos: granjas con déficit en la gestión del estiércol, naves con deyecciones esparcidas dentro de las propias instalaciones donde están los conejos o jaulas oxidadas. Y las deficientes medidas de seguridad, como la presencia de otros animales que pueden transmitir enfermedades a los conejos. “Eso por no hablar del comportamiento de los operarios, que llegan a fumar dentro de las naves”, asegura.

“En las jaulas algunos animales vivos, en ocasiones enfermos o heridos, comparten el exiguo espacio con otros que ya han muerto, y muchos son arrojados aún con vida a los contenedores de cadáveres, para dejarlos morir de hambre, de sed o devorados por las larvas nacidas de la descomposición. Las escenas de canibalismo entre estos conejos hacinados no son extrañas: madres que atacan a sus crías recién nacidas, o agresiones entre adultos debido al estrés. Estos y otros síntomas, como los individuos que muerden compulsivamente los barrotes, son bien conocidos por la industria y tienen que ver con el encierro”, explica Amanda Romero, coordinadora de la organización.

Igualdad Animal ha publicado una recopilación de fotografías tomadas durante la investigación, y que muestran muchas de estas irregularidades. Y un diario en el que los investigadores recogen las experiencias por las que han pasado y sus conversaciones con personal de las granjas, en el que relatan la muerte con dolor de muchos animales. “Hemos comprobado que algunos operarios matan a los conejos sin aturdimiento previo, a golpes, y a muchos recién nacidos 'no rentables' los asfixian sin miramiento alguno”, explica Romero.

Transporte deficiente y ventas ilegales

La organización explica que la cadena de producción intensiva recluye a las hembras “en jaulas de las que no salen jamás, para ser inseminadas artificialmente cada 21 días”. Los gazapos pasan a los pocos días de nacer a jaulas de engorde para ser después trasladados al matadero. Igualdad Animal calcula que las malas condiciones de transporte –sin comida ni bebida durante horas de viaje, apilados en cajas de plástico– matan a unos 48.000 animales al año antes de llegar a su destino.

Los defensores de los derechos animales critican “procedimientos habituales” en estos establecimientos, como el marcado de las conejas para su identificación sin ningún tipo de anestesia. Y las muertes con dolor. “Muchos de los conejos son aturdidos manualmente, y no todos quedan inconscientes antes de ser degollados”, explica Moreno.

“Se cuelga al conejo de las patas traseras y se le degüella cortándole la yugular (vemos cómo algunos siguen moviéndose y recuperan la consciencia pasados algunos segundos). 'No somos racistas, matamos blancos, negros, de todo' es la expresión que utiliza un matarife mientras observa como su compañero degüella conejos. Las bromas entre trabajadores son constantes mientras grabamos toda la escena”. Este es el relato de uno de los infiltrados en el matadero de conejos Capilla, en Gaibiel (Castellón).

Tomás Rodríguez, director de Intercun, defiende que desde el año pasado están trabajando en la elaboración de un código de buenas prácticas que va más allá de lo establecido por la legislación y que aún está en fase de elaboración “a falta de algunos detalles científicos”. “En marzo, además, Intercun firmó un convenio con el INIA (Instituto Nacional de Investigación y Tecnología Agraria y Alimentaria) para investigar sobre bienestar animal”, añade.

“Todos tenemos derecho a conocer lo que está ocurriendo en estos lugares, algo que estas industrias ocultan”, insiste la ONG. Otra de las denuncias de Igualdad Animal apunta a, entre otras cosas, la existencia de granjas que venden ilegalmente conejos, vivos y muertos, a particulares, bares, restaurantes y carnicerías, sin que los animales pasen por mataderos y, por tanto, sin que superen un control veterinario o sanitario. La organización ha lanzado en las redes un vídeo en el que el actor Pablo Puyol explica las conclusiones de la investigación. Un relato acompañado por estremecedoras imágenes.