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La ONU y la UE preparan regulaciones para limitar el peligro de los pellets de plástico que la Xunta considera inofensivos

Raúl Rejón

8 de enero de 2024 22:28 h

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A pesar de que la Xunta de Galicia afirma que los pellets de plástico que inundan sus playas son inofensivos, tanto la Unión Europea como la ONU preparan regulaciones para atajar, precisamente, el “peligro” que suponen los vertidos de estos microplásticos.

“No son tóxicas ni peligrosas”, ha dicho este lunes la vicepresidenta segunda gallega y consejera de Medio Ambiente, Ángeles Vázquez, sin ofrecer más detalles sobre la composición concreta de los gránulos. La Xunta ha rechazado declarar el nivel 2 de emergencia, que permitiría la intervención de los medios del Estado movilizados por el Gobierno.

Sin embargo, el borrador de reglamento europeo para prevenir la pérdidas de pellets detalla que, ya en 2018, se reconocían los riesgos de los microplásticos. Y el Consejo Científico Asesor de la Comisión Europea reclamó en 2019 “la adopción de medidas preventivas”.

El objetivo de esa futura norma europea es, según detalla, recortar los vertidos entre un 54% y un 74% para “reducir la contaminación por microplásticos, preservar los ecosistemas y la biodiversidad” y, asimismo, constituir una “medida preventiva frente al riesgo potencial para la salud humana”.

Además, la Organización Marítima Internacional (OMI) discute una propuesta para incluir, justamente, los pellets de plástico en su catálogo de materiales peligrosos o dañinos –como los líquidos inflamables o los explosivos–. La propuesta partió hace dos años de Sri Lanka, apoyada por Noruega, tras padecer en 2021 un vertido gigantesco de 1.700 toneladas de pellets en sus costas. “El mayor desastre ambiental del país”, lo calificó el Programa de Medio Ambiente de la ONU (PNUMA).

Entrar en ese listado implica medidas más estrictas a la hora de transportarlos. Que, al menos, aguanten los golpes inherentes al transporte. La decisión final se espera, eso sí, para abril de este año.

Pero todavía hay más. El próximo tratado internacional, que será legalmente vinculante, sobre la contaminación por plásticos, hace una referencia expresa (al menos en el estado actual de redacción) a estos materiales: “Cada parte deberá prevenir y evitar emisiones y liberaciones de pellets, escamas y polvo de plástico procedentes de la producción, el almacenamiento, la manipulación y el transporte”. Y el objetivo del tratado, según su borrador, es siempre “proteger la salud humana y el medio ambiente” de la contaminación por plásticos.

Daño ambiental y económico

Cada año se producen en la Unión Europea más de 55 millones de toneladas de pellets de plástico. La estimación de la Comisión es que, solo en 2019, se vertieron al medio ambiente entre 52.000 y 184.000 toneladas de gránulos. El cálculo para todo el mundo supera las 400.000 toneladas. Son la tercera fuente de liberación de plástico a los ecosistemas y su vertido se debe, mayoritariamente, “a la falta de sensibilización y a una manipulación deficiente”.

Los pellets han llamado habitualmente menos la atención porque, como microplásticos, tienen menos impacto visual que los pedazos más grandes. “Se consideraba que eran unas partículas muy pequeñas y una sustancia inerte, pero no lo son tanto, sirven para transportar toxinas e incluso bacterias”, explica el coordinador del programa marino de SEO-Birdlife, Pep Arcos. De hecho, algunos científicos ya han descrito una patología específica, la plasticosis, que supone una fibrosis en el aparato digestivo de las aves marinas a base de ingerir plásticos.

“No sabemos todavía la magnitud de lo vertido”, apunta la responsable de la campaña de Océanos en Greenpeace, Marta Martín-Borregón, pero “la gran mayoría estará en la columna de agua, no en la playa, y allí absorben toxinas en la superficie que añaden a los ecosistemas y a la cadena trófica”.

El reglamento de la UE ahora en tramitación especifica que “se sabe que la granza [los pellets] es ingerida por diversas especies marinas y costeras (por ejemplo, tortugas marinas, aves marinas y crustáceos). Una vez ingerida, puede causar daños físicos o incluso la muerte”. Y si el material no logra atravesar los tejidos, “provocar malnutrición o inanición”.

También ha sido probado que estos gránulos sirven de transporte a patógenos como la bacteria del cólera. Los pellets representan un medio ambiente “ideal” para los microbios y pueden facilitar el transporte y dispersión de patógenos por los ecosistemas marinos y costeros, como demostró esta investigación de la Universidad de Sterling. “La plasticfera puede ser un reservorio” para organismos como la Escherichia coli o las bacterias Vibrio.

Las consecuencias todavía no pueden aquilatarse, pero es un auténtico desastre. Es dramático

Además, su peligrosidad viene incrementada porque “acaban también en los sedimentos marinos y van descomponiéndose en trozos aún más pequeños, los nanoplásticos”, aclara Oscar Esparza, encargado de Áreas Marinas Protegidas de WWF. “Las consecuencias todavía no pueden aquilatarse, pero es un auténtico desastre”, remata.

Los vertidos de plásticos son un peligro económico, según admite la Comisión Europea, ya que “pueden tener efectos negativos en las actividades locales, como la pesca comercial y la agricultura (por ejemplo, pueden disminuir las capturas de pesca como consecuencia de sus efectos en los hábitats marinos, los ecosistemas y las especies silvestres), así como en el turismo y las actividades recreativas”, detalla.

Óscar Esparza recuerda que un vertido así “alcanza la esfera ambiental, la económica y la social. Es dramático”. Pep Arcos, por su parte, insiste en que “estamos en una sociedad en la que el plástico es muy importante, pero la producción y gestión se han desbordado. Tenemos millones de toneladas de plásticos que van al medio marino”, remata.