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Operación Balmis: la primera vacunación masiva de la historia fue española y da nombre a la lucha contra el coronavirus

Corbeta María Pita zarpando de uno de los puertos del Caribe (1803-1804). / Grabado de Francisco Pérez (BNE)

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El Ministerio de Defensa ha bautizado como Operación Balmis al dispositivo puesto en marcha en todo el país para tratar de frenar la expansión de la pandemia por coronavirus. Así, todos los cuerpos de Defensa se encuentran bajo un mando único dirigido por el jefe del Estado Mayor de la Defensa, el general Miguel Ángel Villarroya.

El nombre de la operación lleva el nombre de Francisco Javier de Balmis y Berenguer, un médico y militar español del siglo XVIII que a su vez dio nombre a la “Expedición Balmis” que se encargó de llevar a las Américas la vacuna contra la viruela y que supuso un hito en la historia de la medicina.

Según recoge un completo reportaje de la agencia SINC publicado en 2013, en 1796 el británico Edward Jenner descubrió la vacuna contra la mortal viruela. El problema surgió a la hora de extender la vacuna entra la población con un sistema de transporte todavía por desarrollar y en una época en la que no existían sistemas de refrigeración.

Balmis, médico alicantino, convenció al rey Carlos IV de la importancia de llevar la vacuna a America Latina, donde los primeros colonos españoles habían llevado la enfermedad.

Según informa la información de SINC firmada por Veronica Fuentes, “la primera misión humanitaria de la historia, bautizada oficialmente como Real Expedición Filantrópica de la Vacuna”, partió de A Coruña el 30 de noviembre de 1803 y pretendía vacunar a miles de personas contra la viruela.

“La importancia de esta iniciativa no estriba únicamente en ser la primera que propuso la vacunación en masa, sino en su dimensión geográfica y demográfica. No solo alcanzó a los habitantes de lo que conocemos como continente americano, llegó también a las islas Filipinas, China y Japón”, explica a SINC Agustín Muñoz Sanz, jefe de la unidad de patología infecciosa del Hospital Infanta Cristina de Badajoz.

Vacuna trasportada en 22 niños abandonados

Para conseguir tal objetivo, Balmis planteó que el único método para transportar el remedio en perfectas condiciones era utilizando seres humanos, ya que entonces era imposible trasladar la vacuna al no contar con una técnica capaz de mantener con vida el virus debilitado durante un viaje tan largo.

Balmis sugirió utilizar a 22 niños abandonados para que hicieran de transmisores del virus y la vacuna durante el viaje de España a América, una práctica totalmente aceptada en esos años.

“Técnicamente era imposible transportar el virus de la vacuna a través del Atlántico, y su mantenimiento mediante infecciones en niños fue una idea brillante que permitió llevar la vacuna en un estado activo”, subraya Antonio Alcamí, virólogo del Centro de Biología Molecular Severo Ochoa.

Para mantener viva la vacuna durante la travesía, se iba inoculando en el cuerpo de los niños de forma escalonada.

“De este modo se aseguraba la viabilidad del virus vehiculado en el fluido pustuloso y, como consecuencia, su capacidad de provocar una respuesta inmunológica, es decir, el efecto buscado de la protección por la vacuna”, apunta Muñoz Sanz a SINC.

Hasta la iniciativa de Balmis se utilizaba el pus fresco o remitido a distancia entre dos cristales, como hacían los ingleses, pero cuando el producto llegaba a América los virus eran inviables y, por tanto, inefectivos. De hecho, después de ocho años de negativa, los expertos británicos tuvieron que abdicar y reconocer el valor del método español.

La expedición llegó a Puerto Rico en febrero de 1804 y desde allí se trasladó a Venezuela, Cuba y México. Fue en el país azteca donde se dividió en dos: el grupo dirigido por Balmis, que siguió la ruta hacia el norte y llegó hasta Filipinas, introduciendo la vacuna en Asia; y el liderado por el médico militar José Salvany, que recorrió los países de Sudamérica.

“El trabajo de Balmis tiene valor, no tanto por llevar la vacuna, sino porque se preocupó de propagar, enseñar y perpetuar la vacunación. Tenía un programa paraestablecer una red de vacunadores locales que la mantuvieran activa”, afirma Tuells.

“Utilizó niños que no habían padecido viruela en vez de adultos para no interferir en el proceso inmunitario. Desde luego, el experimento no habría sido aprobado hoy por un comité de ética”, añade el experto.

Resultados

Los resultados fueron un éxito. Se inmunizó a miles de personas –niños y adultos–, y en los lugares donde se mantuvo la vacunación, las epidemias decrecieron. Además, Balmis publicó miles de tratados sobre los efectos y la eficacia de la inoculación según el clima y sobre cómo proteger la vacuna en los tres años que duró el viaje.

“La expedición Balmis, llamada así en su honor, sentó las bases de un modo de ayuda entre los humanos que hoy conocemos como filantropía. Y estamos hablando del comienzo del siglo XIX”, mantiene Muñoz Sanz. Por su parte, Alcamí opina que “el concepto de una expedición cuyo motivo principal era humanitario y con el propósito de mejorar la salud pública fue innovador en su época”.

Más de dos siglos después, los expertos en inmunología y virología no olvidan una de las grandes hazañas de la historia de la medicina y de la humanidad. Es más, la figura de Francisco Javier Balmis, con sus luces y sus sombras, sigue siendo un referente para todos los médicos que se dedican a salvar vidas en los rincones más recónditos del planeta.

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