Dos miembros de los tribunales que examinaron en las oposiciones a profesor de Secundaria, FP y Escuelas Oficiales de Idiomas de la Comunidad de Madrid salen al paso de las protestas de los aspirantes para defender su labor y la de los tribunales de los que formaron parte. Vaya por delante que los dos funcionarios consultados que han querido contar su visión a eldiario.es, aclaran que sus testimonios y opiniones son a título personal, hablando de sus experiencias y sus tribunales, y no las hacen extensibles al resto.
Entre las quejas más comunes de los aspirantes en las oposiciones de “la escabechina” (en Madrid han suspendido unos 17.000 aspirantes de los 20.000 que se presentaron) están las sorpresas por bajas calificaciones a profesores interinos que llevan años —décadas incluso— dando clase de sus especialidades, la opacidad con los criterios de corrección, que se conocieron de manera genérica y en una fecha muy cercana al examen, o que no se les haya permitido ver sus exámenes en las reclamaciones ni se hayan motivado las calificaciones.
“Algunas de las quejas [que realizan los opositores] son infundadas. En mi tribunal ha habido un rigor y un sentido de la justicia totalmente garantes del proceso”, explica Luis (nombre ficticio), de la especialidad de Matemáticas.
“Mi tribunal era muy serio. Hemos corregido todos los exámenes cada miembro, hemos comparado las notas con una tabla de Excel para ver si había grandes diferencias entre las notas que poníamos cada uno a cada ejercicio y cuando la había sacábamos el examen y mirábamos si alguien se había equivocado, saltado algún ejercicio o aplicado mal los criterios”, argumenta.
Las rúbricas
Aunque los criterios no fueran públicos, existían, relata Luis. “Teníamos unas rúbricas detalladas. Para la primera parte, si el opositor llegaba hasta un punto en un problema, tenía medio punto, hasta otro sitio, medio punto más. Y así”, ilustra. “Veo muy difícil que en esta primera parte hubiera injusticias, aunque estoy de acuerdo en que se deberían publicar los criterios que nos pasó la administración”, admite.
Ricardo, tribunal de la especialidad Intervención Sociocomunitaria, de FP, corrobora la versión de Luis, siempre hablando de su experiencia concreta y su tribunal. García explica el proceso de cómo crearon las plantillas para corregir los exámenes.
“Los opositores sacan cinco bolas [con cinco temas] y eligen uno para desarrollar. Después de eso, hemos tenido tres días para elaborar las plantillas de calificación con las que corregir los exámenes”, relata. “Estas plantillas desagregan los epígrafes de cada tema con las cuestiones que deben aparecer: si se cita autores relevantes, una bibliografía o si se menciona o no el papel de la familia en un caso [referido a su especialidad]. A partir de ahí, en la corrección se van poniendo ticks a los ítems en función de que aparezcan o no lo que nosotros consideramos que debe estar en el tema”, pone como ejemplo.
Y el método les ha funcionado, asegura. “Las diferencias de las notas entre los profesores del tribunal eran muy pequeñas. Además, cuando hay más de tres puntos entre la nota más alta y la más baja [con la que cada uno de los cinco miembros del tribunal ha calificado cada examen] se eliminan ambas. Pero aunque no existiera ese criterio las diferencias serían de décimas”, comenta.
También lamenta, sin embargo, que esas plantillas no sean públicas. “Para que el opositor conozca en qué se está equivocando”, argumenta. “No se pueden hacer públicas con anterioridad porque los temas se conocen una vez se sacan las bolas. Conviene recordar que antes no existían esas plantillas, ahora se hace para dar más seguridad, pero el elemento subjetivo siempre va a estar presente”, concede.
¿Por qué tantos suspensos y notas tan bajas?
Luis trata de explicar por qué cree que ha habido tantas notas bajas y suspensos, al menos en su tribunal. “Mi experiencia es que menos del 10% de los opositores escribieron un tema trabajado y estudiado: el resto improvisó, y son temas técnicos que no se aprueban por estudiar. El examen de la oposición de Matemáticas tiene nivel de hasta 2º de grado de Ciencias Matemáticas, no se examina al opositor del temario con el que trabajan los interinos, si se echa un vistazo al temario se verá que a pocos estudiantes de 2º de Bachillerato les son familiares los conceptos de los títulos”, razona.
Es el caso de algunos opositores que han explicado a este diario que se presentaron a las oposiciones sin intención alguna de sacarse una plaza o hacer un buen examen, porque en algunas comunidades autónomas, como Madrid, solo por presentarse a la oposición ya se entra en la bolsa de interinos y se puede optar a trabajar durante el año.
“Es que puedes saber muchas matemáticas, pero si tienes un tema que es 'la evolución histórica del álgebra', implica aprenderte nombres, demostraciones, construcciones matemáticas. Es como en Literatura. Puedes saber mucho de poesía, pero si te piden que recites un poema de Dámaso Alonso no te lo vas a saber si no te lo has aprendido de memoria”, remata Luis.
Esto no explica, sin embargo, los casos de muchos opositores que han sacado ceros o unos habiéndose examinado de materias de su especialidad, sobre las que habían hecho la tesis en algún caso o que llevan años (hasta 20, en algún caso) enseñando en institutos o centros de FP. Le pasó a Alicia (un cero tras un año estudiando) o a Luisa, que escribió 18 folios de su especialidad, Descartes, para sacar un 2,2.
Los funcionarios cuestionados no se mojan, ellos hablan de sus casos. En el de Ricardo, explica que cuando ponen una nota “no se hace con el criterio de que el examen sea apto o no como se haría en la universidad. El listón lo podemos poner un poco más alto, se trata de pasar un número importante de exámenes para que unos cuantos puedan pasar a la 'encerrona' [como se denomina la segunda parte de la oposición, en la que el aspirante debe defender una unidad didáctica ante el tribunal]. Pero la idea es elegir a los mejores y hay que poner un filtro”.
Las (no) soluciones
¿Existen buenas soluciones para los problemas que han planteado los opositores suspendidos? Luis y Ricardo coinciden en que debería haber más transparencia con los criterios de corrección, como se ha comentado. Aunque con matices.
Ricardo no cree que los tribunales deban enseñar los exámenes a los opositores en las correcciones. “Yo tampoco lo haría, esto no es un proceso de aprendizaje-enseñanza de un instituto. Hablamos del acceso a la función docente y si lo hiciéramos, todo el mundo pediría ver su examen. Eso no se hace en ningún sitio. Costaría mucho dinero, y no creo que haya que invertir recursos en decirle a la gente que quiere acceder a la función pública qué debe hacer, esto es una prueba de selección”, elabora.
¿Y dejar hacer la segunda parte de la prueba a todos, que no sea eliminatoria? Luis tampoco lo ve. “Es comprensible que sea así, sería estéril corregir todas las segundas fases con notas tan bajas como ha habido en la primera, mucha gente se presenta por probar”, reflexiona.
Ricardo coincide, al menos en parte. “Por eficiencia y economía no creo que daban pasar todos. De hecho, antes las pruebas eran más selectivas, tenías que aprobar el primer examen del primer día para poder hacer el segundo y luego el tercero, este año hacen media los dos primeros. Y creo que correlaciona haber hecho un buen examen en la primera parte con el que lo ha hecho en la encerrona. Esta es mucho más difícil que un examen escrito y es complicado que alguien la haga bien si no ha hecho un buen ejercicio escrito”, observa.
Otro debate diferente sería darle una vuelta al sistema de oposiciones y decidir si lo que se quiere es favorecer a los interinos o a los nuevos aspirantes. Una opción sería situar la nota de corte de la primera parte por debajo del 5 para pasar a la segunda fase. De esta manera, se permite a más gente continuar con el proceso y, si hacen un buen segundo examen (se supone que los interinos lo harán, porque la segunda prueba está más ligada a la actividad docente diaria) entran en juego sus puntos de experiencia laboral en la parte del concurso y subirán muchos puestos.
Respecto a los exámenes tipo test o con temarios cerrados [en las oposiciones no hay temarios oficiales, solo los títulos y cada aspirante debe desarrollarlos por su cuenta o en academias], los examinadores no creen que sea la solución.
“El opositor se los aprendería de memoria, pero eso eliminaría la parte de la creatividad y el discurso elaborado”, explica en referencia a su especialidad, Intervención Sociocomunitaria. “La función docente, dar clase, no es abrir el grifo y soltar lo que uno se ha aprendido previamente. En un supuesto de intervención social hay que meter elementos creativos, cómo resolver situaciones concretas y no existe una única forma de hacerlo”, opina.
En Matemáticas, al menos en la primera parte, no tienen ese problema tanto. Un problema matemático es un problema matemático, con su solución. Otra cosa es la segunda prueba del primer día y la programación didáctica. “Estas rúbricas son más abiertas”, concede. “Pero lo hemos hablado cuando divergíamos. A veces hemos llegado a consensos, a veces no, pero luego hacíamos la media. Es cierto que es un poco más abierto y puede haber diferencias entre tribunales, pero es difícil unificar criterios a ese nivel”.
García coincide con este razonamiento. “Yo estudié Ciencias de la Comunicación y me enseñaron que la objetividad no existe. Que la manera de acercarse a ella es sumar muchas subjetividades, y eso hemos hecho”, asegura.
Ambos están satisfechos con el devenir de la oposición. García, que se ha presentado voluntario, añade que incluso “han ido mejor que hace dos años” en muchos sentidos.
---------------
Este artículo ha sido editado a las 13.25 para eliminar una referencia errónea respecto a la nota de corte en las oposiciones en Andalucía.