El Opus quiere convertir Torreciudad en santuario oficial con todo el 'negocio de la fe' que lleva asociado
Torreciudad: ¿fe o negocio? Ambos conceptos, que en el caso de la Iglesia suelen estar entrelazados, vuelven a mezclarse en el caso de la disputa entre el Opus Dei y el Obispado de Barbastro-Monzón a cuenta de la titularidad del 'complejo' (así lo denomina el Vaticano) construido por orden de Escrivá de Balaguer y que, desde hace décadas, custodia la talla de la Virgen de Torreciudad, que antaño se conservaba en una pequeña y desvencijada ermita situada a pocos metros de la polémica construcción.
Y es que mientras la Santa Sede, a través del comisario plenipotenciario, el decano del Tribunal de la Rota Alejandro Arellano, habrá de tomar una solución que ambas partes deberán acatar, el Opus Dei se ha lanzado a una estrategia basada en el impacto económico de Torreciudad. ¿Con qué objetivo? El de hacer ver que, sin la presencia de la Obra en la zona, se acabarían las peregrinaciones que cada año, según la Memoria de la Conferencia Episcopal, llevan a Torreciudad a doscientos mil fieles y que, según un informe elaborado por la Cámara de Comercio de Huesca (y en la que han colaborado destacados miembros del Opus Dei, pero no de la diócesis) tiene un impacto anual de 97 millones de euros.
La estrategia, que no ha sentado nada bien en el Vaticano, busca presionar al delegado del Papa para ceder el complejo a la Obra, con la velada amenaza de abandonar el recinto, en plenas celebraciones por el 50 aniversario de su fundación (y de la muerte de Escrivá). De hecho, el propio Arellano hizo una visita fugaz al complejo el pasado 7 de diciembre, sin pernoctar –como habían anunciado las autoridades del Opus– en el mismo, y visitando a su vez al obispo de Barbastro-Monzón, Ángel Pérez Pueyo. Y todo sobrevolado por el futuro de la todavía prelatura en el aire, después de que Roma echara por tierra sus proyectos de estatutos.
En todo caso, lo que ha revelado la polémica es que Torreciudad no es un 'santuario' (lo que permitiría la celebración de romerías, peregrinaciones o acuerdos con otras rutas de peregrinación, como Lourdes o El Pilar), sino un 'oratorio semipúblico'. Un término que, en teoría, no ofrecería la posibilidad de construcción de hospederías, hoteles o venta de objetos litúrgicos sin el permiso del obispo del lugar (que es con quien el Opus mantiene el conflicto).
En la práctica, tal y como desvela el informe encargado por la Asociación Patronato de Torreciudad (integrada por miembros de la Obra), el 82% de los visitantes realiza pernoctaciones en el territorio, estimándose una estancia media de 4,4 días con un gasto medio de 73 euros por persona y día, lo que da buena muestra del negocio que ofrecería una declaración del terreno como 'santuario'. De hecho, el citado informe se titula 'Estudio de impacto socioeconómico del santuario de Torreciudad'.
La cuestión de la nomenclatura es tan relevante que un error en la elaboración de la 'Memoria 2023' de la Conferencia Episcopal ha provocado un profundo disgusto entre buena parte del episcopado español. En el documento que los obispos presentan anualmente al Gobierno para justificar el uso del dinero recibido por la Iglesia española a través de la Renta, se incluía información e imágenes de la construcción inspirada por Escrivá de Balaguer dentro del apartado 'Santuarios'. Y lo hacía con todo lujos de detalles, y dando por buenas las cifras aportadas por el patronato de Torreciudad, sin contrastar con la diócesis.
Un error que fue rápidamente puesto en conocimiento de los responsables de la CEE, y que obligó a la Oficina de Comunicación de la Conferencia (dirigida por el sacerdote navarro Josetxo Vera, perteneciente a la Prelatura) a emitir una 'Nota aclaratoria sobre los santuarios en la Memoria de actividades de la Iglesia' en la que admite que “erróneamente se ha incluido” entre los 639 santuarios españoles “el templo nuevo de Torreciudad (Huesca), que hasta ahora no es tal santuario sino un oratorio semipúblico”.
Tal y como admite la nota, conviene aclarar que, conforme al derecho canónico, “con el nombre de santuario se designa una iglesia u otro lugar sagrado al que, por un motivo peculiar de piedad, acuden en peregrinación numerosos fieles, con aprobación del Ordinario del lugar” (CIC 1.230). Para ostentar esa consideración, “corresponde al Ordinario del lugar aprobar los estatutos de un santuario diocesano; a la Conferencia Episcopal, los de un santuario nacional; y solo a la Santa Sede los de un santuario internacional”, subraya el comunicado de la CEE, que recalca que el uso del término “santuario” en su acepción tradicional y popular “no puede aplicarse a la calificación canónica”.
Una apreciación muy relevante toda vez que confirma que solo el obispo Pérez Pueyo tiene potestar para erigir un santuario diocesano, primer paso para el verdadero objetivo: conseguir el tratamiento de santuario internacional, para colocar Torreciudad al nivel de Fátima, Lourdes o Guadalupe. En lo pastoral, lo celebrativo y, lo que resulta más relevante, lo turístico... y lo económico.
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