Después de muchos años en el extranjero de trabajo duro y lejos de mi familia y amigos, regresé a España con la extravagante idea de estabilizarme laboralmente. Pero tras varios años tan frustrantes como interminables, me temo que en España se sigue menospreciando la carrera investigadora mientras se expulsa a grandes profesionales mediante una amalgama de requisitos astronómicos que nuestros gobernantes nunca se aplicarían a sí mismos. Por ejemplo, en el acceso a las universidades.
Mientras en la mayoría de países el único requisito obligatorio es tener un título de doctorado, en el caso de España nadie puede ser candidato a una plaza universitaria sin haber obtenido la correspondiente acreditación universitaria a través de la Agencia Nacional de Evaluación de la Calidad y Acreditación (ANECA) dependiente del Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades.
Desgraciadamente, a la ANECA no parecen gustarle mucho que los que venimos del mundo de la investigación o de universidades extranjeras accedamos directamente a plazas de funcionariado (profesor titular y catedrático), y castigan a los que no tenemos docencia previa o no la podemos convalidar fácilmente con requisitos inasumibles. Un ejemplo es la categoría de Física, donde se exigía hasta hace poco la proeza nada desdeñable de haber publicado más de 50 artículos.
La situación para los candidatos que no poseen docencia no ha mejorado tras la reciente reforma de la ANECA, exigiéndose ahora un currículo “excepcional” que se equipara con haber sido beneficiario de los prestigiosos fondos europeos “ERC” (hito que muy pocos pueden conseguir sin un potente equipo a tu lado).
El autor de este artículo es más modesto. Yo solo soy un astrofísico especializado en ciencias planetarias que acumula más de 15 años de experiencia investigadora tras haber participado en tres misiones espaciales, impartir decenas de charlas y seminarios, ser el máximo responsable de dos proyectos de investigación, o de haber obtenido una de las mejores becas que conceden las agencias espaciales. Para desgracia de mis deseos de estabilidad laboral, solo había publicado 47 artículos, por lo que me puse manos a la obra y tras meses muy duros, sin vacaciones ni fines de semana (y muchas noches sin apenas dormir) logré llegar a los 50 artículos que se pedían desde la ANECA para poder solicitar la acreditación a profesor titular, y envié mi solicitud en febrero de 2023, satisfecho por cumplir con todos los requisitos que aparecían en la normativa.
El verdadero rostro de quienes forman parte de algunas comisiones de la ANECA empezó a revelarse en junio del mismo año, cuando la comisión de Física (técnicamente conocida como la comisión A2) me sorprendió indicando que no había aportado evidencias de otro de los requisitos obligatorios: presentar 10 artículos en los que hubiese tenido una contribución destacada. Dado que el reglamento de la comisión de Física incluye un supuesto por el que la persona candidata puede presentar “indicadores que demuestren de forma inequívoca el papel como contribuidor destacado”, preparé y envié un dossier de más de 80 páginas donde expliqué que como autor había liderado 14 artículos. Al mismo tiempo, demostré que estos trabajos estuvieron financiados por mis proyectos de investigación, que algunos de estos artículos incluyen una sección de contribuciones donde se resalta de manera oficial mi papel en ellos. También expliqué con detalle cuál había sido mi contribución en cada artículo, y presenté cartas escritas y firmadas por mis propios colaboradores que certificaban que había tenido una contribución destacada en mis propios trabajos.
En septiembre, la comisión de Física me denegó la acreditación, declarando que no había demostrado mi contribución destacada en al menos 10 artículos e ignorando las pruebas aportadas en el dossier. Tras una fase de alegaciones donde volví a insistir en las pruebas aportadas, la misma comisión volvió a fallar en mi contra, argumentando que ser el autor líder no probaba que hubiese tenido una contribución destacada en ninguno de esos artículos. La comisión, además, invalidó las cartas de mis colaboradores (algunos de ellos figuras muy destacadas a nivel mundial en ciencias planetarias), insinuando que podrían haber falseado sus declaraciones por relación de cercanía.
No contentos, esta comisión de Física de la ANECA admitió por escrito el haber cambiado las reglas del juego a la hora de evaluarme (negándose a aplicar la parte de la normativa que me beneficiaba y penalizándome con normas y excepciones que no existen en el reglamento oficial). Además, me dejaron en una situación de indefensión jurídica al ignorar mis peticiones de actas de evaluación y otros documentos necesarios para poder preparar adecuadamente mis alegaciones. Y todo esto, adornado con la guinda del pastel: tras haber alegado su decisión inicial, rebajaron mi calificación en Investigación al mínimo posible, algo completamente prohibido.
Quizás los más jóvenes se sorprendan, pero los cuarentones también podemos pecar de inocencia. En enero de este año contraataqué enviando una reclamación al Consejo de Universidades, un órgano del Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades capaz de enmendar las decisiones de la ANECA (o al menos eso pensaba yo). Esta reclamación de 14 páginas estaba aún mejor argumentada gracias a la ayuda legal que tuve que contratar, y la acompañé de 11 documentos, entre ellos una carta de la presidencia de la Sociedad Española de Astronomía confirmando que en astrofísica el ser autor principal es una prueba evidente de haber tenido una contribución destacada.
Como colofón, incluí centenares de correos electrónicos de mi correspondencia privada desde el año 2010 que tuve que encontrar y clasificar para aportar pruebas definitivas de que había tenido una contribución destacada en mis artículos. Sin embargo, el Consejo de Universidades optó por dejar sin réplica la mayor parte del contenido de la reclamación y sólo enmendó la bajada de nota calificándolo de “error” por parte de la comisión de Física. Desesperado por esta situación, informé a la dirección de la ANECA, pero se negaron a ver nada irregular o sancionable en esta situación.
Mi caso no es tan raro ni excepcional. Existen más compañeros y compañeras que admiten en privado evaluaciones como esta, y no solo por parte de la comisión de Física. No obstante, espero que mi experiencia sirva para que los/las más jóvenes sepáis a lo que os podéis enfrentar en la ANECA, y para que los que hayáis sufrido evaluaciones similares no os sintáis solos. Por mi parte, no pierdo la esperanza de que alguien me explique cómo se pueden liderar 14 trabajos de investigación sin haber contribuido de forma destacada en ninguno de ellos.