Es un gas azulado y con ese olor característico a tormenta que dejan los chaparrones, sobre todo en verano. Pero se trata en realidad de uno de los contaminantes “más problemáticos” que se acumulan el aire, según la Agencia Europea de Medio Ambiente (EEA). El ozono troposférico oxida de forma severa los tejidos vivos, y España está a la cabeza en cuanto a concentraciones de esta sustancia en el aire, a muertes asociadas a ella y pérdida de cultivos. Este ozono malo corroe.
El último informe de la EEA deja claro que el ozono troposférico provoca unas 1.700 muertes prematuras en España al año, lo que coloca al país el cuarto con mayores decesos tras Italia, Alemania y Francia. Ana Santurtún, investigadora en la Unidad de Medicina Legal y Toxicología en la Facultad de Medicina de la Universidad de Cantabria, explica que no hay duda en cuanto “al aumento de ingresos de urgencia por casos de asma relacionados con altos niveles de ozono troposférico”. Santurtún advierte de que ese incremento de ataques serios de la enfermedad se ha registrado “incluso cuando los niveles de O estaban por debajo de los límites máximos legales”. El efecto pernicioso sobre la salud salta a la vista.
El ozono en la troposfera se produce por complicadas reacciones químicas que los rayos del sol provocan en otros gases: desde el dióxido de nitrógeno que sale de los tubos de escape de los coches hasta otros compuestos orgánicos volátiles como los hidrocarburos. “La radiación solar es muy importante”, insiste Santurtún. Un punto que hace que el cambio climático pueda estar detrás de tendencia al alza de este gas en España. De hecho, el informe de la EEA establece que “en el periodo entre 2003 y 2012, sólo el 2% de las estaciones medidoras europeas registraron incrementos”. Eran las españolas.
El concepto de ozono suele asociarse a un elemento positivo: la capa de ozono protege a la biosfera de los letales rayos ultravioleta. El agujero en esta capa debido a la emisión de aerosoles fue uno de los aldabonazos que alertaron sobe el efecto invernadero. Pero ese es el O situado en la atmósfera. Cuando esta molécula deambula más abajo, en la troposfera, es cuando actúa como contaminante agresivo.
“Es muy oxidativo”, abunda la investigadora cántabra. “Están demostrados sus efectos en el nivel neurológico que provoca cefaleas y en el oftalmológico al irritar los ojos. Pero es especialmente negativo para el aparato respiratorio”, insiste. No es sólo que las concentraciones del gas al pasar a los pulmones dañen directamente las células sino que, además, “hacen que los pulmones no se dediquen a su función sino a combatir esta agresión”. Santurtún lo explica: “El O llega a los pulmones y ataca las células ,así que el sistema inmunológico se activa contra este agente externo y se produce una inflamación. Como consecuencia, el intercambio de gases (la respiración) no se hace con eficacia”.
Aparte de agredir al organismo, el gas es un grave problema para la flora. “Es el contaminante más agresivo para los vegetales”, concluye la Agencia Medioambiental. España suma 121.651 Km de zonas agrícolas expuestas a excesos de O. Es la segunda marca europea, sólo por detrás de Italia (que llega a los 126.270 Km). Entre ambas representan el 60% de toda la extensión de la UE con esos parámetros negativos. Las primeras víctimas son los cultivos de los que se alimenta la población.
La Unión Europea advierte de que “la exposición directa al O es considerada más dañina para la vegetación que cualquier otro contaminante”. Hace unos meses la investigadora española María Val publicó un estudio en el que analizaba que el cambio climático y la contaminación por ozono podrían reducir hasta en un 10% la producción de trigo en España. Las predicciones del Ministerio de Agricultura para 2014 suman 6,7 millones de toneladas, con descensos del 17% en Castilla y León, del 22% en Castilla-La Mancha o el 20% en Aragón. Y con un incremento del 13% en Andalucía. Agricultura apunta como causa, sobre todo, a la sequía. En el nivel europeo, un antiguo cálculo achacó a la contaminación la pérdida de 27 millones de toneladas de semillas (trigo, arroz y soja) en 2000.
Los bosques filtran menos dióxido de carbono
Y no únicamente los cultivos mueren oxidados por el O. Europa calcula que la capacidad de los bosques continentales de tragar dióxido de carbono (CO), gas mortal, se ha reducido en un 4% debido al menor crecimiento de la biomasa forestal. Los árboles son el gran almacén de carbono. Para el norte de Europa, la masa de bosques más densa, se piensa que el ozono ya circundante puede frenar en un 10% el crecimiento de las plantas.
Para poner todo esto en cifras económicas, la EAA dice que los propietarios de bosques suecos reportan pérdidas de 40 milllones de euros anuales por la contaminación. Eso por no mencionar que “el 84% de las zonas catalogadas como RED Natura 2000 –la lista de áreas con protección medioambiental por sus valores naturales– superó concentraciones de O por encima del nivel crítico”.
Ante esta situación, Ana Santurtún afirma que “lo importante sería crear un sistema de alertas a la población”. De esta forma, las personas que presenten debilidades o especialmente vulnerables: niños, enfermos respiratorios... tendrían la capacidad de protegerse. “Esos sistemas son más bien inexistentes”, concluye la científica.