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El 'me too' de la salud mental: los pacientes rompen el estigma y reclaman más recursos

Una psicóloga especializada en pandemias atiende a un paciente en el hospital provisional de IFEMA

Elena Cabrera

18 de marzo de 2021 22:28 h

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“Estigmatizar la enfermedad mental es algo propio de siglos oscuros e ignorantes”, ha publicado en Twitter la periodista Ana Ruiz Echauri. “Muchas de las personas que he conocido han pasado por experiencias semejantes. Es algo de lo que no se habla porque somos cobardes”, ha dicho en la misma red la escritora Noelia Pena. “Estigma, prejuicios y orgullito (pero del malo) porque 'no me va a decir nada que no sepa”, ha tuiteado 'el Nega' del grupo Chikos del Maíz, sobre la opinión pública ante la consulta psicológica. El miércoles, las redes sociales vivieron una apertura de la intimidad de muchas personas que quisieron llamar la atención sobre el silencio que se cierne ante las enfermedades de salud mental, utilizando el hashtag #YoTambienVoyAlMédico.

Este #MeToo de la atención psiquiátrica es una reacción al sonoro comentario del diputado del Partido Popular por Huelva, Carmelo Romero, quien gritó “¡Vete al médico!” tras la intervención de Íñigo Errejón en la que pedía una actualización de la Estrategia en Salud Mental del Sistema Nacional de Salud, que tiene diez años de antigüedad. El Presidente del Gobierno le contestó que hay una nueva estrategia en desarrollo que viene de la mano de 2,5 millones de euros en los Presupuestos Generales.

Nel Zapico, presidente de la Confederación de Salud Mental de España, participa en el comité redactor de esta estrategia y recalca que ese dinero solo es para darla a conocer: “No tiene nada que ver con la inversión que necesita la salud mental, que es muchísimo más grande”. La morbilidad (cantidad de personas que enferman) de la salud mental supone un 20% de los gastos de la sanidad en España y, sin embargo, los recursos destinados a ella no llegan al 6%, “por lo que habría que subir si no al 20, al menos al 15%”, señala, “para atender a la gente adecuadamente”. Zapico estima que la Estrategia estará lista para ser publicada a lo largo de este año.

La intervención de Errejón puso el acento, además de en la salud mental como tabú y en la urgente estrategia política, en un tercer tema clave: la necesidad de doblar el número de psicólogos. La organización Civio también ha colocado el tema recientemente sobre la mesa, señalando que aunque la salud mental está cubierta de manera gratuita por el sistema nacional de salud, en España hay barreras para su acceso. La primera sería que solo hay 5,14 psicólogos por cada 100.000 habitantes, lo que genera unas listas de espera con un tiempo medio de entre uno y tres meses. La media europea está en 18. Por ello, quien se lo puede permitir, paga para conseguir una atención inmediata en las consultas privadas. Estas no son baratas. Usuarios de Twitter como el mencionado músico de rap admitían haber abonado 50 euros por sesión. La ilustradora e infografista Ana Azpilicueta ha contado que paga 70 euros por visita. Según los datos de Civio, con un precio medio de 75 euros por sesión, un trabajador español que gane el salario mínimo (1.108 euros al mes) necesita invertir el dinero que gana en diez horas de trabajo para pagarla. “Necesité ayuda y la pedí porque puedo pagármela. Otros, no”, escribió en su cuenta de Twitter la periodista Luz Sánchez-Mellado.

Inequidad de un barrio a otro

Un problema importante sobre el que debería trabajar la estrategia es “el de la inequidad a la hora de acceder a medios”, con un marco que “sería deseable que fuera respetado por todo el Consejo Interterritorial”, advierte Nel Zapico, porque “no es lo mismo la atención en una comunidad rica, como Euskadi que en una comunidad más pobre como Extremadura”. Mikel Munarriz, presidente de la Asociación Española de Neuropsiquiatría, recalca que las diferencias están incluso más allá de las comunidades autónomas, “van casi de una calle a otra”.

Munarriz tiene claro que se necesitan “más personas” y que estas deben estar en equipos multiprofesionales. Aunque es interesante que se haya puesto el foco en la falta de psicólogos, se necesita “una dotación adecuada de todas las figuras profesionales” como los psiquiatras o los trabajadores sociales, porque los equipos multiprofesionales son la mejor manera de atender a las personas que padecen problemas de salud mental. Así como una aproximación más comunitaria, con una definición más abierta de lo que son profesionales de la salud mental, para que incluya a los de la Atención Primaria, los equipos sociales de base, los que trabajan con menores o con la tercera edad. “No podemos entender que la salud mental solo concierne a los lugares donde pone 'unidad de psiquiatría' en la puerta sino todos aquellos sitios que ayudan a que la salud mental de los ciudadanos se mantenga”, recalca Mikel Munarriz.

“No podía dormir, me dolía el pecho, el corazón me iba rapidísimo”, le contaba Arantxa a la periodista de elDiario.es Aurora Santos-Olmo. “Era noviembre y ahí dije que no podía más. Llamé a mi médico de cabecera y me dieron cita para enero. Después recibí una llamada telefónica y me dijeron que la psicóloga tenía COVID y no podía atenderme hasta febrero. Me llamaron a los cuatro días y me dijeron que mejor la cita en marzo”. En el caso de Arantxa colisiona la lista de espera con la tensión sobre el sistema de salud que ha generado la pandemia. Además, desde que esta empezó, un 15,8% de los españoles ha padecido ataques de pánico o de ansiedad, según el barómetro del CIS sobre salud mental. 

“Si no se ponen medios políticos vamos muy mal”, dice Nel Zapico. “La OMS está diciendo que para 2030 la principal causa de discapacidad en Occidente va a ser la incapacidad mental, y ahora, con la COVID-19, va a ser una auténtica debacle”, advierte. “Ha provocado un agravamiento en las personas que ya tenían un diagnóstico, a lo que se suma la cantidad de personas con trastornos del sueño, problemas con el alcohol, estrés, ansiedad, alimentación o personas, de las que no se habla mucho, sobre todo jóvenes, que se pasaron horas y horas y horas pendientes del juego online o la pornografía, lo que se denomina adicciones sin sustancia”, señala Zapico. Con él coincide Mikel Munarriz, al pedir que se desarrollen especialmente los servicios que tienen que ver con la infancia y la adolescencia y la transición a la edad adulta: “Si estamos mal en todo, en este sector estamos peor; hay que acelerar en eso”.

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