La pandemia aviva la polémica sobre la jornada continua en colegios
Siempre fue un asunto polémico y la pandemia y sus restricciones han venido a darle una vuelta de tuerca al espinoso asunto del horario en los centros escolares. Familias e incluso profesores discuten en sus centros si es más conveniente la jornada partida, con un descanso a mediodía para retomar después un último tramo de clases, o la continua, en la que la actividad docente se imparte toda seguida por la mañana.
Las administraciones educativas reaccionaron a la pandemia y la preocupación que había en verano de 2020 con la situación de los colegios apostando por la jornada continua. Allá donde no está implantada (está instalada sobre todo en la mitad sur del país) como tipo de jornada estándar, se optó por ofrecer a los centros la posibilidad de implantarla si así lo querían (Madrid) o se impuso sin alternativas (Navarra). El año pasado todo el mundo lo entendió: el curso era incierto y la seguridad primaba, había que reducir al máximo las situaciones potencialmente peligrosas como los comedores escolares. Pero llega junio, la incidencia baja (no tanto, últimamente, aunque la previsión es volver a bajar según vaya avanzando la vacunación), las restricciones se suavizan y, sin embargo, las administraciones se mantienen en la misma idea, para indignación de algunos.
En Navarra, la decisión de Educación de mantener la imposición de la continua el próximo curso por motivos sanitarios (se evaluará a mitad de año si se cambia) no ha caído nada bien entre las familias. Todas las asociaciones de madres y padres (AMPA) han exigido al consejero que deje a los colegios volver a lo que tenían. “Tenemos voces a favor y voces en contra de la continua, pero entendemos que imponerla no va a arreglar la situación escolar”, explica Noelia Echarri, secretaria de la federación de AMPAs Herrikoa. La situación en la región es particular, porque los centros pueden elegir entre jornada continua, partida o flexible, que es una especie de híbrido entre ambas.
En comunidades como esta o la Valenciana, que venían de una jornada partida, se puede solicitar el cambio siguiendo un procedimiento que implica realizar un plan para ejecutarla y que la comunidad educativa la convalide. En la Comunitat Valenciana, por ejemplo, para que salga adelante tiene que votar al menos el 80% de las familias, y hacerlo positivamente más del 50% para que sea una realidad. En caso de cambio, se evalúa como ha ido el curso y siempre es posible –aunque de facto no pasa– volver al punto de partida.
En Madrid se decidió permitir la jornada continua como un elemento excepcional el pasado curso, pero la Consejería ha decidido prorrogar la medida y muchas familias no lo ven correcto. “Si era excepcional no entendemos que se prorrogue”, explica Mari Carmen Morillas, presidenta de la FAPA Giner de los Ríos. “Si es por cuestiones sanitarias, que se implante en todos los centros. A ninguna de estas dos cuestiones nos han respondido”, lamenta. Algunos centros han decidido unilateralmente prorrogar la jornada continua del año pasado y hay familias que no lo están llevando bien. “Nos llegan muchas quejas de familias que han elegido un centro por su proyecto educativo o quizá también porque les permite conciliar mejor y ahora se lo han cambiado”, lamenta Morillas.
El asunto toca tanto la fibra que en ocasiones llega a los tribunales: no está relacionado con decisiones pandémicas, pero este mismo curso el Tribunal Superior de Justicia de la Comunitat Valenciana obligó al colegio Gabriel Miró, de Alicante, a volver a la jornada partida tras el recurso de una madre, pese a que el 70% de las familias había votado a favor de la continua.
Diferentes debates
Parte del problema con este debate es que se mezclan diferentes cuestiones. Por un lado, la jornada continua es una reivindicación histórica de los sindicatos de profesores. Por otro, hay familias que ven en este elemento que debería ser educativo un apoyo a la conciliación. Otras lo ven como una oportunidad para tener a sus hijos en casa más tiempo si salen antes.
Vicent Mañes, presidente de la Federación de Directivos de Centros de Primaria públicos Fedeip, rechaza algunas de estas 'verdades establecidas': “Dicen que es una reivindicación del profesorado, pero en nuestro centro tumbó la propuesta el claustro porque no teníamos suficientes horas de coordinación para que saliera bien”, explica. Respecto a la conciliación, cree que es un debate superado. “La jornada continua mejora la conciliación familiar, contrariamente a lo que se podría pensar. Las que quieren hacer cosas con sus hijos pueden recogerlos a las 2 o a las 3 si se quedan a comer. Pero en la Comunitat Valenciana las actividades extraescolares son de obligada oferta de 15 a 17 horas, y totalmente gratuitas. Sin embargo, si van a clase acaban a las 16.30”, explica.
Profesores y familias. Condiciones laborales y conciliación ¿Y el alumnado? ¿Y la educación? “Tenemos una tendencia a pensar que la continua es mejor, es así en toda Europa”, dice Mañes, que introduce un tercer elemento: los ritmos de la escuela, “condicionados por estos horarios tan marcianos que no existen en ningún otro país del mundo. El parón de tres horas a mediodía, de 12 a 15, comer a las 14 o 15 o que los centros abran a las 9 en vez de las 8”, reflexiona.
La evidencia científica sobre esta cuestión no acaba de arrojar mucha luz porque no es exhaustiva, aunque la información disponible deja algunas pistas. Si el foco se pone en lo que es mejor para el alumnado, como pide la federación de asociaciones de AMPAs Ceapa y que es la variable que se suele estudiar, los informes sobre la cuestión parecen apuntar a que la jornada partida es más favorable para ellos a nivel de atención y cansancio.
Una recopilación de las investigaciones realizadas hasta el momento hecha por el profesor Mariano Fernández Enguita refiere los trabajos de los franceses François Testu, Hubert Montagner o Devolvé sobre la atención (medida por la proporción de errores cometidos en la realización de pequeñas tareas) y la fatiga (autopercibida). “Los resultados son siempre muy parecidos”, escribe Fernández Enguita, “el patrón inicial de los trabajos de François Testu [consistente en] atención mediana a primera hora de la mañana, máxima a media mañana, fuerte caída al final de esta y mediana de nuevo a primera hora de la tarde se repite” en otros estudios.
Con la fatiga sucede exactamente lo mismo, pero a la inversa. Algo de fatiga a primera hora, mínima al rato y empieza a subir hasta alcanzar la cota máxima hacia las 13.30 para una jornada escolar que empieza a las 9. En el caso de la jornada partida, se evita este último tramo y se añade un rato por la tarde, en el que la atención es media. Cambiar la jornada partida por la continua supone, según estos datos, abandonar el tramo de la tarde (atención y fatiga medias) para ahondar en el último de la mañana (atención baja, fatiga alta) e incluso un ratito extra a primera de la mañana (atención y fatigas medias).
¿Qué pasa con el rendimiento?
Otro abordaje, ignorado por estos estudiosos franceses, es el del rendimiento académico. Un estudio de Francisco José Morales Yago, Arturo Galán y Ramón Pérez Juste, de 2017, analiza los resultados del alumnado en España y sostiene que “trascurridas tres décadas desde que comenzó a implantarse la jornada continua en algunas comunidades autónomas, se puede concluir que los progresos académicos esperados han sido reducidos y equiparables a los experimentados por comunidades que han permanecido en jornada escolar partida”. O sea, allá donde se implantó la jornada continua, los resultados no mejoraron.
Es el caso, por ejemplo, del fracaso escolar en las comunidades que presentan una tasa más alta de fracaso son Baleares, Extremadura, Andalucía, Canarias, Murcia, Castilla-La Mancha y Catalunya. Hasta antes de la pandemia, que provocó el cambio de jornada en algunas comunidades, todas ellas funcionan con jornada continua excepto Catalunya, la única de las que están por encima de la media nacional con jornada partida. En el otro sentido, la única con jornada continua con menos fracaso que la media del país es Galicia. El resto tienen –tenían– todas colegio por la mañana y por la tarde.
Esta estadística tiene una objeción, alertan los investigadores. “Las diferencias en el índice de fracaso no pueden atribuirse únicamente al tipo de jornada escolar, ya que los datos muestran un retraso histórico de estas comunidades autónomas debido a otras causas como subdesarrollo socioeconómico y cultural. Tampoco se pueden soslayar posibles variables explicativas como el nivel de inmigración y la diferenciación socioeconómica norte-sur”, explican. “En todo caso, queda claro que no se ha cumplido la previsión de que la implantación de la jornada continua ayude a reducir la tasa de fracaso escolar, ya que ésta se ha mantenido casi invariable o con leves bajadas, teniendo en cuenta que la media general en España ha bajado”.
Con los resultados de PISA de 2012 sucede algo similar, continúa este estudio. “De las 14 comunidades autónomas que participan en PISA (Castilla-La Mancha, Canarias y la Comunitat Valencia no participan), nueve tienen jornada partida y cinco continua. La puntuación de las que tienen jornada partida está por encima de la UE e incluso en siete de ellas también por encima de la OCDE. Por el contrario, de las cinco que tienen jornada continua solamente Galicia se encuentra por encima de la OCDE y UE”, concluyen.
Y luego están otras realidades. Cierra el director Bañes con un dato: “Todos los centros que optan por la jornada continuada nunca jamás vuelven a la partida, que es una posibilidad que existe. Cada año hay que evaluar los resultados obtenidos con este tipo de jornada y se hace en los consejos escolares, donde están las familias y toda la comunidad educativa. Ningún colegio vuelve al modelo anterior”, asegura.
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