La pandemia y la caída de la natalidad se ceban con las escuelas infantiles: han cerrado uno de cada cinco centros
Corren malos tiempos para las escuelas infantiles. Entre los cambios de hábitos en las familias provocados por la pandemia, voluntaria o forzosamente, y la caída de la natalidad en los últimos años muchos de estos centros privados, especialmente los más pequeños que no dependen de la administración, han tenido que echar el cierre con carácter más o menos indefinido. Las patronales del sector calculan que un 20% de las escuelas infantiles no han levantado la persiana este curso, y muchas de ellas ya han colgado el cartel de traspaso en la fachada.
El primer ciclo de Educación Infantil (de 0 a 3 años) en España tiene una presencia muy alta de centros privados porque no es obligatorio pero, a diferencia del segundo ciclo (3-6), tampoco está universalizado, y arrastra un déficit histórico de oferta pública. La mitad de los pequeños que va a una escuela infantil de primer ciclo lo hace en un centro privado. Solo un 28% de los menores de tres años acude a una escuela infantil (el año pasado, a falta de los datos finales de este curso).
En concreto, en España había, antes de que empezara este curso al menos, 5.362 centros educativos privados de 0 a 3 años, que escolarizaban a más de 225.439 alumnos (45,3% del total) y que empleaban a más de 50.000 profesionales. Según explican las patronales (ACADE, CECEI, EyG, CECE, FCIC, SALVEM 0-3, que representan a todo el sector), la mayoría de estos centros son autónomos, pymes o micropymes, que sobreviven a base de las cuotas que pagan las familias y que cuando estas han desaparecido se han quedado sin ingresos y son los que más están cerrando.
El sector público, en el que entran tanto las escuelas de titularidad pública y gestionadas por la administración como las llamadas de gestión indirecta, que salen a concurso para el sector privado, cuenta con 4.973 centros de 0-3 años que matriculan a 244.319 alumnos (54,7%). Estos centros, sostenidos por el Estado, no han sufrido los cierres.
“La tendencia ya venía mal antes de la pandemia”, explica Jesús Gualix, responsable de Enseñanza Privada de FeSP-UGT. “La natalidad ha bajado, hay muchas escuelas infantiles y no hay tanto niño para ellas”, argumenta. La estadística oficial del Ministerio de Educación refleja que el número de alumnos matriculados en la primera etapa de la educación infantil ha caído ligeramente en los últimos cursos (un 0,7% desde el curso 2017-2018, sin incluir este año peculiar), aunque también que a día de hoy hay un 17,8% más de pequeños en los centros que hace una década.
“Una profunda crisis”
Sostienen las patronales, y corroboran los sindicatos, que la pandemia se ha unido a otras causas que ya por sí mismas tenían al sector “en una profunda crisis”: el “preocupante” descenso de la natalidad (ha caído un 27% en los últimos diez años); la “persistente competencia desleal de establecimientos que se publicitan engañosamente como centros de Educación Infantil” sin la oportuna autorización administrativa o la “imposibilidad de repercutir en las cuotas de las familias los incrementos de costes de funcionamiento y, sobre todo, los sociales, que han llegado al 45%” se dibujaban, para los dueños de los centros, como los causantes de esta crisis ya en enero de 2020.
Y en esas llegó la pandemia con su teletrabajo, su desempleo y sus ERTES. “Muchas familias pensaron que para qué necesitan las guarderías infantiles”, lamenta Gualix. Al menos no las privadas, si es que podían encontrar alternativas públicas. La patronal sostiene que la matriculación este curso ha caído entre un 40% y un 80“, según la zona. Y los centros más pequeñas, mayoría en el sector, no están en condiciones de afrontar semejante caída. Los propietarios lo venían advirtiendo desde el verano: ”Las escuelas que tienen gran cantidad de niños pueden recortar, y este año tendrán menos ingresos. Nosotros hemos pasado de no tener apenas beneficios a no tener el mínimo para empezar“, explicaba en septiembre Antonio Prieto Reyes, profesor y director del pequeño centro Alere Montessori, en Madrid, de solo dos aulas, que cerró.
Muchos centros se acogieron a los ERTE en su momento, pero no está claro su futuro. Se sabe que cerraron y que no han vuelto a abrir, pero no si lo harán de nuevo. Aunque hay muchos que ya han desistido, explica Gualix. “En las visitas ordinarias que hacemos a los centros dentro de nuestra acción sindical estamos viendo de todo de cara al año que viene. Tenemos información de escuelas que no han abierto pero tiene pinta de que abrirán, o al menos siguen en ERTE y no han cerrado, pero también hemos encontrado otras con el cartel de 'se alquila, que es terrible. Detrás de estas escuela no hay demasiado personal trabajando [unas 3-4 personas de media], pero cada escuela que cierra son unos pocos puestos de trabajo que se pierden”, ilustra. Si las cuentas son precisas y acaban cerrando el 20% que se calculan clausuradas ahora se podrían perder definitivamente 4.000 empleos.
Para las familias no ha sido una decisión fácil, pero muchas han optado por la prudencia, si los cálculos de las caídas de las matriculaciones que ofrece la patronal son correctos (de momento el Ministerio de Educación en su previsión de matriculaciones para este curso calcula una asistencia a las escuelas infantiles similar a la de otros años, a falta de los datos oficiales). En septiembre la información acerca de la pandemia y su manera de funcionar era escasa y la decisión fácil era dejar a los pequeños en casa.
“No lo teníamos claro, dudamos mucho, pero al final optamos porque la pequeña no fuera”, explica Luis, padre de dos niñas de dos y cuatro años. Su caso es probablemente paradigmático de lo que ha sido el curso y de la diferencia entre una etapa universalizada, el segundo ciclo de infantil, y otra que no lo está. Con la pandemia, tanto Luis como su esposa pasaron a teletrabajar y la decisión se tomó casi sola: la pequeña se quedaría en casa seguro, la mayor iría al colegio si no pasaba excesivamente alarmante. Así ha transcurrido el año.
¿Y las condiciones laborales?
Patronal y sindicatos coinciden en su preocupación por el cierre de centros, pero también tienen intereses divergentes. Gualix explica que uno de los focos del sector ahora mismo son las condiciones laborales de las trabajadoras (mayoría aplastante en el sector). La pandemia también ha afectado a las negociaciones para actualizar principalmente el salario de estas profesionales –que roza el Salario Mínimo Interprofesional (SMI)–, que se han visto casi paralizadas. En concreto, una educadora una escuela infantil privada gana 930 euros al mes, 30 euros más al mes que el antiguo SMI en su momento. Pero la reciente actualización de este indicador ha dejado esta cifra obsoleta, explica Gualix, que cree debe actualizarse.
“Nosotros defendemos que tenga un diferencial positivo respecto a otras categorías. En el convenio colectivo pusimos en su momento 30 euros más que el SMI, pero en el momento en el que el salario mínimo se ha puesto en 950 se lo ha comido. Exigimos un diferencial respecto a otras profesiones vinculadas al SMI, porque la titulación y la responsabilidad que tienen las educadoras merece un diferencial”, sostiene. A modo de referencia, quizá con un poco de demagogia, cuidar coches está mejor pagado que cuidar bebés: 1.300 euros al mes frente a 930, según ambos convenios colectivos.
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