ANÁLISIS

El Papa bendice (por fin) el final de la era Rouco Varela en España

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Salieron contentos. Muy contentos. Los cardenales Omella y Osoro (arzobispos de Barcelona y Madrid, y presidente y vicepresidente de la Conferencia Episcopal) habían mantenido dos reuniones, en apenas 48 horas, con el papa Francisco. La primera tuvo lugar el jueves, fuera de programa, y se prolongó durante casi dos horas, en un ambiente distendido y sin testigos. La segunda, el sábado en el Palacio Apostólico junto al portavoz de la CEE, más formal pero que sirvió para hacer oficial lo que se había hablado en la Casa Santa Marta: la renovación del episcopado español para, siete años después de ser proclamado Sumo Pontífice, intentar abrir en España una etapa marcada por el diálogo y el fin de la confrontación política.

Pero hubo una tercera reunión, una semana antes, que fue la que marcó definitivamente el devenir de las otras. El cardenal Antonio María Rouco Varela, el hombre clave de la Iglesia española en las últimas dos décadas, también se entrevistó con el Papa. Después de tres años de solicitar sin éxito una audiencia y tras los fracasos de sus peticiones al nuevo Nuncio en España, Bernardito Aúza, el purpurado gallego consiguió ser recibido por Bergoglio. El considerado durante años como 'vicepapa' español se alineó hace tiempo con el sector de los críticos o 'enemigos' del Papa en el Vaticano. Pero en esta ocasión tenía la misión de advertirle al pontífice de la urgencia de 'defender' España frente al gobierno 'socialcomunista'. Para convencerle, llevó gran cantidad de documentos y dossieres sobre obispos y asociaciones. Francisco, explican fuentes eclesiales, lo escuchó atentamente. Pero después de media hora, Rouco Varela no salió nada contento del encuentro.

Bergoglio, “perfectamente informado” de lo que pasa en España

“El Papa está muy al tanto de todo lo que sucede en España”, señalaba este sábado el cardenal Omella, a la salida de su reunión con Francisco. Y es que, por primera vez en un pontificado, Francisco no sólo escucha los informes que llegan de la Nunciatura ni de la Conferencia Episcopal. “Este Papa tiene su propio canal de información”, asegura a elDiario.es un importante eclesiástico, que añade que “cuando Rouco fue a Roma, Bergoglio ya sabía lo que le iba a contar. Y le hizo saber que su tiempo ya ha pasado”. Y es que Bergoglio está perfectamente informado acerca de las relaciones Iglesia-Estado, el drama del coronavirus o el futuro del Valle de los Caídos, sin los mensajes sesgados que, en ocasiones, se atribuyen el calificativo de 'católicos' en España.

Ahora tras siete años de papado del argentino parece haber llegado (por fin) la renovación a la cúpula eclesial española. En su encuentro privado con Osoro y Omella, Francisco repasó la situación de las diócesis pendientes de relevo (en los próximos dos años, más de un tercio), así como nombres, estilos y orientaciones de los posibles candidatos. Como sucediera hace casi medio siglo, cuando el Papa Pablo VI encargó al cardenal Tarancón y al nuncio Dadaglio acabar con los obispos franquistas y buscar prelados dispuestos a echar una mano en la transición democrática, ahora Francisco cuenta con Osoro y Omella para, junto al Nuncio Aúza (con larga experiencia política al frente de la delegación vaticana en Naciones Unidas, y que relevó al polémico Renzo Fratini), encontrar obispos comprometidos con las reformas en la Iglesia, y apostar por la “unidad y el diálogo” con la sociedad, y con el Gobierno, para afrontar los problemas de España.

En otras palabras: que la Iglesia española deje de formar parte del problema, y aporte soluciones a los problemas que preocupan a la ciudadanía, en su mayoría (aunque cada vez menos: el CIS de septiembre habla de un 59% de católicos, el menor dato desde que se tienen registros) creyente: la inmigración, el desempleo, el impacto de la crisis provocada por el coronavirus y el cuidado de los más débiles.

Adiós a los obispos ultras

Tras las reuniones de estos días, la cúpula episcopal viene con las ideas muy claras, y un plan de acción, tanto al interior como al exterior de la Iglesia. En el primer campo, una clara apuesta por la Iglesia en salida, especialmente centrada en los más desfavorecidos. En este sentido, la próxima encíclica de Francisco, dedicada al mundo postcoronavirus, dará muchas pistas de actuación. Junto a ello, el nombramiento de nuevos obispos con otro estilo, distinto al que, durante varias décadas, han pastoreado la Iglesia española: prelados en la línea de Juan Pablo II (y Benedicto XVI), más preocupados por la involución doctrinal que por la cercanía a los fieles. Munilla, Reig, Sanz, Herráez, Asenjo o el propio Rouco son un ejemplo de ese episcopado en retirada.

El Papa hizo un claro llamamiento al “diálogo” y la “unidad” de todos los estamentos sociales y políticos, Iglesia incluida, para alcanzar acuerdos. Así lo subrayaron tanto Omella como Osoro a la salida de su encuentro, en una breve comparecencia ante los medios. “Hacemos un llamamiento a la unidad. Que nos unamos más todos, partidos políticos, asociaciones, instituciones civiles, sindicatos, la misma Iglesia. Todos. Hay que trabajar conjuntamente en todos los problemas sobre todo de estos momentos”.

“Tenemos que apostar por el diálogo, que a veces nos falta en la sociedad de hoy”, clamó el presidente de la CEE ante los medios. “Tenemos unas heridas muy fuertes como el tema de la COVID-19, como la gente que se queda sin trabajo, el futuro, el tema de la escuela, la inmigración y la acogida (…). El Papa nos pidió no ser insolidarios, ni con los trabajadores ni con los migrantes”. “Y seguir con la evangelización, que es lo nuestro”, culminó Omella ante los medios. Una Iglesia menos politizada y más presente en los dramas de la gente.

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