El Papa nombra a su teólogo de cabecera para acabar con la Inquisición en la Iglesia
No eran pocos los que, tras su reciente operación, abonaban la idea de fin de pontificado. Un Papa enfermo, debilitado, sin apoyos en el interior del Vaticano, poco menos que a poco de renunciar tras diez años de dificultades. Sin embargo, Jorge Mario Bergoglio supo sacar un nuevo conejo de su chistera, con un truco de los gordos: el pasado sábado, 1 de julio –la misma fecha en la que el exsecretario de Benedicto XVI, Georg Gänswein, hacía las maletas y salía del Vaticano–, el papa Francisco nombraba a su teólogo de cabecera, el argentino Víctor Manuel Tucho Fernández, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, sustituyendo al español Luis F. Ladaria. La gestión de Ladaria en los casos de abusos, y especialmente su cerrazón a admitir cambios en el camino sinodal alemán y en lo referente a la bendición de parejas homosexuales, habían ido en algunos casos contra la voluntad del Pontífice.
Fernández, actual arzobispo de La Plata, es uno de los más estrechos colaboradores de Bergoglio desde hace décadas, hasta el punto de que existe un consenso generalizado que lo define como “el teólogo del Papa”. De su mano llegaron algunas de las reformas más sugerentes que ha apuntado este pontificado, como la comunión de los divorciados vueltos a casar, el debate sobre los curas casados, el papel de la mujer o una apertura a una nueva pastoral LGTBQ, como se observa en el Instrumentum Laboris del próximo Sínodo de la Sinodalidad. Su nombramiento, además, supone un reconocimiento a la teología latinoamericana, surgida a partir de la Teología de la Liberación y de la cercanía a los más desfavorecidos.
Esto implica una ruptura total con lo que ha sido, hasta la fecha, la Congregación, especialmente desde el Concilio Vaticano II, con prefectos europeos, de doctrina cerrada y conservadora, desde el temido Ottaviani hasta Gerhard Müller, uno de los mayores enemigos de Francisco en la Curia, pasando por el antecesor de Bergoglio, Joseph Ratzinger, bajo cuyo mandato se dio la última gran persecución de teólogos progresistas de la Iglesia.
Terminar con la persecución
Precisamente, el gran cometido de Tucho Fernández no es otro que acabar con la pátina inquisitorial del Ex Santo Oficio. “El Dicasterio que presidirás en otras épocas llegó a utilizar métodos inmorales. Fueron tiempos donde más que promover el saber teológico se perseguían posibles errores doctrinales. Lo que espero de vos es sin duda algo muy diferente”, escribía el Papa a su nuevo prefecto quien, en una carta a sus fieles de La Plata, admite: “Este Dicasterio en otros tiempos se llamaba 'Santo Oficio', y era el terror de muchos, porque se dedicaba a denunciar errores, a perseguir a los herejes, a controlar todo, llegando incluso a torturar y matar”.
Nos hace falta un pensamiento que sepa presentar de modo convincente un Dios que ama, que perdona, que salva, que libera, que promueve a las personas y las convoca al servicio fraterno
Frente a ello, añade Fernández, “Francisco me escribió que la mejor forma de cuidar la doctrina de la fe es hacer crecer nuestra comprensión de ella, porque 'este crecimiento armonioso preservará la doctrina cristiana más eficazmente que cualquier mecanismo de control'. Sobre todo si sabemos presentar a un Dios que ama, que libera, que levanta, que promueve a las personas”.
Bergoglio confirma en la carta de nombramiento al nuevo prefecto el carácter que quiere imprimir a ese puesto: “Es bueno que tu tarea exprese que la Iglesia alienta el carisma de los teólogos y su esfuerzo por la investigación teológica, con tal que no se contenten con una teología de escritorio, con una lógica fría y dura que busca dominarlo todo (...) Nos hace falta un pensamiento que sepa presentar de modo convincente un Dios que ama, que perdona, que salva, que libera, que promueve a las personas y las convoca al servicio fraterno”.
No investigará la pederastia
El pontífice ha liberado al nuevo prefecto de la otra gran pata de gestión de Doctrina de la Fe: la pederastia clerical, donde Francisco sí que quiere apostar por la contundencia en las condenas. “(El Papa) me dijo que no es necesario que yo dirija los asuntos referidos a abusos de menores, porque hay un equipo de especialistas que lo hace muy bien y que puede trabajar de forma bastante autónoma. Y que lo que él necesitaba es un Prefecto que pueda dedicar más tiempo a eso que da el nombre al Dicasterio: 'la doctrina de la Fe'. Es decir, que se promueva el pensamiento cristiano, la profundización de las verdades de la fe, el estudio de los grandes temas en diálogo con el mundo y con las ciencias. Y esta es una tarea que me encanta, para la cual sí me siento capaz como un pez en el agua”, confiesa Fernández, quien se mudará a Roma a principios de agosto y tomará posesión de su cargo en septiembre.
Un septiembre que se prevé movido en Roma, con la apertura del Sínodo de la Sinodalidad en el que se debatirán muchas de estas cuestiones. Con una mirada abierta y, por primera vez, sin el 'No', la condena y la prohibición como premisa. Algo que, hoy por hoy, Francisco solo podría asegurar con un hombre de su absoluta confianza. Y que, posiblemente, sea nombrado cardenal en un hipotético consistorio cuyo anuncio muchos esperan en breve.
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