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Pablo Casado abraza la estrategia de Cifuentes con su máster: cierra el grifo de la comunicación y abre el de la conspiración

Pablo Casado y Cristina Cifuentes, juntos en el homenaje organizado por el Partido Popular a Gregorio Ordóñez en enero

Raquel Ejerique

Pablo Casado sabía que tarde o temprano saltaría a los medios el caso de su máster. Había hecho el mismo posgrado que Cifuentes en 2008 y así lo exhibía en su perfil de la página del Congreso. Tuvo el acierto de no intentar borrarlo porque, para entonces, había cundido la noticia entre los periodistas de Madrid y algunos medios, entre ellos eldiario.es, habían pedido ya cita para aclarar con el entonces vicesecretario de Comunicación del PP si había irregularidades en su Máster de Derecho Autonómico y Local de la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid.

Era sospechoso porque el muñidor de los títulos, el imputado Enrique Álvarez Conde, era el mismo en ambos casos. El último fin de semana de gracia para Casado fue el de la convención de Sevilla del PP, aquella en la que se ovacionó a Cifuentes en pleno escándalo con un auditorio en pie. Entonces le quedaban a la presidenta apenas 20 días en el cargo y Casado ya sabía que algunos medios estaban investigando su expediente académico.

Nada más volver del congreso sevillano, el lunes 9 de abril, El País publicó la primera información: Pablo Casado tiene un máster como el de Cifuentes, pero no recuerda si fue a clase. Al día siguiente hizo memoria y convocó a la prensa con algunos papeles: ni fue a clase ni hizo exámenes. Sabía que el atrincheramiento y las mentiras de su compañera de partido Cristina Cifuentes habían provocado la mayor crisis de credibilidad de su carrera política y estaban a punto de costarle la presidencia de la Comunidad de Madrid.

Así que el hoy presidente del PP decidió hacer lo contrario, en apariencia: una maratón de comparecencias con una pretendida transparencia que, en realidad no fue tal porque los documentos que ha mostrado no son los relevantes para probar su inocencia y sus explicaciones encerraban incoherencias e incluso alguna falsedad en cuanto al trabajo fin de máster y el sistema de convalidación. Eso sí, admitió desde el principio que no había ido a clase y que, en lugar de exámenes, presentó trabajos, unas condiciones favorables que Cifuentes tardó 15 días en admitir. También reconoció Casado que tuvo una cascada de convalidaciones: 18 de 22 asignaturas. Y que todas las facilidades las trató con Enrique Álvarez Conde.

Casado apareció en la sede del PP con buen talante, ganas de hablar y un tríptico de publicidad que describía el máster que cursó. También con cuatro trabajos a los que no dejó acercarse, ni siquiera permitió abrir una hoja a los periodistas. Básicamente enseñó unos folios encuadernados con un título del que hay que colegir, por cuestión de fe en el político, que tienen un contenido y que es acorde a los cuatro sobresalientes que obtuvo por ellos. También mostró la famosa hoja rosa de convalidaciones que en realidad es un resguardo que está fuera de toda norma académica. Se puede leer en ella que Casado solicita: “Se considere la concesión de convalidación de créditos que permita la normativa vigente” con su carrera de Derecho, así en general. La realidad es que las convalidaciones en la universidad no se hacen así. Se solicitan asignatura a asignatura (artículo 3.3) y es el alumno el que está obligado a pedirlas desglosadas y a demostrar sus conocimientos para no tenerse que examinar de nuevo. Nada de esto hizo Casado, porque hizo “lo que me pidieron”.

Pese a que ese papel rosa era el indicio de que le convalidaron de un modo anómalo, coló el relato de que Casado había presentado datos y documentos, aunque el concepto de transparencia no se refiere a mostrar papeles sin capacidad de examinarlos sino a dar acceso total a información relevante. Salieron en su defensa los suyos: “Ha dado explicaciones”, decían sus colaboradores, “ha sido transparente”, “ha hecho una ronda por todos los medios”. Todavía hoy, cuando Casado es preguntado, se aferra a que enseñó papeles a los periodistas el 10 de abril. Pero desde entonces han pasado muchas cosas: la apertura en pieza separada de su máster o la imputación de tres compañeras en su idéntica situación de convalidación. Esas son las novedades a las que la exvicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría se refería este miércoles cuando apuntaba a la necesidad de que Casado dé explicaciones.

Esos días de abril, Casado apareció en todas las teles y radios, atendía personalmente a los medios, incluso enviaba explicaciones y el reglamento de su máster por whatsapp a cualquier hora que fuera requerido. Todo eran facilidades y ganas de explicarse. Para entonces, al otro lado no había una jueza sino una universidad pública que no daba ninguna información porque según ha anunciado está investigando tanto el máster como la carrera de ADE cursada allí. De momento nada se sabe de este expediente.

En ese alarde comunicativo, Casado recibió durante dos horas a eldiario.es esa misma tarde de la rueda de prensa, pero no solo no supo despejar dudas sino que se enzarzó más. Básicamente reveló que las convalidaciones no las pidió él, contra lo que dice el reglamento, que no conoció a sus profesores y que hizo las tareas según su propio criterio. Las dejaba en un despacho de Álvarez y sacó cuatro sobresalientes. Lo que no contó es que precisamente Álvarez Conde era su profesor en tres de las cuatro asignaturas. La otra docente era Alicia López de los Mozos, también imputada. Tampoco contó que sus compañeros sí hicieron un trabajo fin de máster evaluado por un tribunal. Él no sabía nada, e hizo “lo que me dijeron”.

Tan mal le salió la pretendida transparencia que sus declaraciones a este medio acabaron dando lugar a que la jueza del caso Cifuentes, Carmen Rodíguez-Medel, abriera una pieza separada para investigar el posgrado del dirigente del PP el pasado 15 de mayo.

Cambio de rumbo

A partir de ese momento, Casado empezó a virar su estrategia. La apertura de puertas a los medios se fue entornando y, en el siguiente envite sobre su meteórica carrera académica, dos días después de que se abriera su investigación judicial, empezó a asomar la teoría de la conspiración. Fue cuando El Mundo publicó que había sacado media carrera de Derecho en un año: “Llevo un mes sufriendo un auténtico acoso en toda mi titulación. ¿Qué es lo próximo? ¿Investigar mi expediente de EGB? Qué casualidad que surja ahora, que los medios de comunicación dicen que voy a ser candidato a una cosa o a otra”, en referencia a la posibilidad entonces de ser candidato a la Alcaldía o la Comunidad de Madrid. Su futuro político, pese al máster, iba a ser mucho más prometedor que lo que él imaginaba en ese momento.

Su equipo empezó a decir a los medios que ya no iba a hablar más del máster ni de su expediente académico porque había dado todas las explicaciones y se empezó a cerrar el grifo de la comunicación al tiempo que se abría el de la conspiración. Ahora avisan de que ya no se habla de esto o directamente no contestan los mensajes, como le ha pasado varias veces a eldiario.es.

El mismo día que se conoció que la jueza había imputado a sus dos profesores de máster y al vicerrector que firmó sus convalidaciones, Pablo Casado anunció que se presentaba a candidato a presidir el PP. Ante la sorpresa por la temeridad de ser candidato pudiendo acabar imputado (la jueza había solicitado al Congreso información sobre si Casado es aforado), el presidente del PP vinculó esta novedad judicial a sus aspiraciones políticas.

Lo cierto es que las imputaciones de sus profesores se habían comunicado la semana anterior y la jueza continuaba con sus providencias y solicitudes, cuyas fechas son todas anteriores al 18 de junio, el día que Casado anunció que concurría a presidente del partido. Sin embargo, el político ha seguido insistiendo en la conspiración, ahora periodística: “No hay que ser un experto en periodismo para saber que casual, casual, no es por las fechas”, decía en la Cadena Ser. Preguntado sobre si dimitirá del cargo si resulta imputado aseguraba que “no hay investigación, lo que hay es muy mala intención por parte de algunos”.

Sí hay una investigación en marcha de su máster, la llamada pieza C, y está en el juzgado de Instrucción 51 de Madrid. Una vez elegido presidente, su colaborador Javier Maroto ha tomado el testigo de la defensa y apunta directamente a una posible malicia de la jueza para explicar que no se haya encontrado de momento rastro académico de los trabajos de Casado (puede ser normal que no se hayan encontrado los trabajos, pero tampoco se ha hallado rastro del tribunal de convalidación que se debió formar legalmente): “No sé si hay alguna razón además de la judicial para que erre que erre esté preguntando sobre un tema sobre el que no tiene jurisdicción”, decía Maroto. Otros apuntan a la casualidad de que el tema máster se reactive justo cuando ha sido elegido presidente del PP. La explicación es muy básica: simplemente la magistrada volvió de vacaciones el lunes, el día después del congreso popular. Y a esas vacaciones de verano se debe el silencio sobre el máster de Casado durante todo el proceso de primarias.

A diferencia de Cifuentes, Casado no ha anunciado querellas contra los periodistas que publican sobre su expediente académico (se sacó dos carreras y un máster trabajando, siendo diputado y presidente de Nuevas Generaciones), aunque apunta a manos negras o intereses ocultos igual que hizo la expresidenta, que le ha apoyado en las primarias.

El rumbo que se ha marcado para salir limpio del caso máster es claro y similar al de Cifuentes: ya ha dado explicaciones, él “hizo lo que le pidieron” y es un ataque relacionado con sus aspiraciones políticas.

Justamente la misma estrategia que le costó el cargo a la expresidenta de Madrid y de la que Pablo Casado se quiso distanciar cuando se conoció que sus condiciones para sacarse el título (que no ha retirado de la universidad) fueron cuanto menos ventajosas. La investigación judicial, la imputación de tres compañeras de máster en su situación (con las mismas convalidaciones masivas) y la todavía inexplicable falta de documentos en los archivos de la universidad pública le han forzado a virar de la sonrisa y pretendida transparencia al silencio y las acusaciones de persecución y hostigamiento. Una estrategia que tendrá que testar en profundidad la próxima semana, cuando pasarán por el juzgado 51 de Madrid sus dos profesores, varios alumnos y la persona que le firmó las masivas convalidaciones, el exrector Fernando Suárez.

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