Gloria estudia Comunicación Audiovisual en la Universidad de Murcia y pasa a segundo de carrera este año académico. Desde que entró a la universidad, calcula que ha pisado las aulas aproximadamente 20 días. Como ella, otros muchos jóvenes han tenido que vivir los primeros años de experiencia universitaria sin poder apenas acudir de manera presencial: “La pandemia nos ha impedido tener la oportunidad de vivir esa experiencia de la que tanto nos hablan los mayores”, lamenta.
Al contrario que el curso pasado, la mayoría de universidades españolas retomarán la presencialidad en unos días. Algunas, como la Universidad de Murcia o la Carlos III de Madrid, han empezado la semana del 6 de septiembre, mientras otras, como la Universidad de Valencia o la de Alicante arrancarán el año académico el lunes 13 de septiembre. Durante el principio de la pandemia, estos centros educativos tomaron diferentes medidas para seguir con las clases a pesar de la situación epidemiológica, la mayoría de ellos optaron después del confinamiento por un sistema híbrido de presencialidad (poca) y clases telemáticas.
En la Universidad de Alicante, según relata Evelyn, estudiante de tercer curso, dieron la opción de seguir las lecciones desde casa, lo que llevó a algunos estudiantes a no pisar prácticamente las aulas y no poder entablar relaciones en directo con los compañeros. “Comparada con otra gente he ido bastante a clase y he tenido la suerte de que siempre que iba estaban mis amigas, pero hay gente que no ha podido ir tanto y no conoce a casi nadie”, cuenta.
En la misma línea, Gloria también vio complicado conocer a gente nueva: “Ver físicamente a los compañeros solo suponía poder saludarles y poco más, o tomar un café en la cantina en caso de tener a alguien de mucha confianza y saber que el riesgo de contagio es menor”, señala la estudiante de Murcia.
El caso de Diego, estudiante del Grado en Tecnologías Marinas, es muy similar. Empezó sus estudios en el curso 2019-2020, el estallido de la pandemia y el posterior confinamiento le pillaron de pleno y espera que este año la actividad académica se acerque lo máximo posible a la normalidad. “Al principio, como dijeron 15 días, pensamos que 15 días de vacaciones estaban bien. Yo estudio en Tenerife y soy de Lanzarote. Me volví a mi isla antes de que decretaran el estado de alarma”, recuerda Diego. “A mi universidad le costó mucho adaptarse a dar las clases online. Al principio, ni recibíamos respuestas”, comenta. Durante el curso pasado, calcula que habrá pisado unas 40 veces las aulas de la facultad de Náutica de la Universidad de La Laguna, en Tenerife.
“El primer año, cuando llegué, todo era muy normal, salías sin problemas, podías ir a cualquier sitio, no necesitabas mascarilla. Era completamente libre. Se reunían muchos estudiantes, ibas por la tarde, salías. Era otro ambiente mucho más acogedor y del ámbito estudiantil. Era mucho más entretenido”, explica con cierta nostalgia.
Aún no han empezado las clases, pero sí las recuperaciones de septiembre y, según cuenta, hasta el último momento no saben si estos exámenes son o no presenciales. “Todo es un poco incógnita hasta el día antes del examen. Creo que el próximo curso va a ser de presencialidad completa porque ya estamos todos vacunados. Yo espero que así sea”. Como la vida social se ha reducido considerablemente, Diego hace deporte con amigos todas las tardes. “Ya que voy a estar todo este tiempo sin salir, aprovecho y hago otras cosas y eso me ha hecho meterme en otras actividades, para entretenerme por las tardes y cubrir ese hueco”.
Expectativas al entrar en la universidad
El doctor en Sociología Mariano Urraco explica que la situación de estos jóvenes universitarios tiene que ver con las expectativas, creadas a partir del imaginario colectivo. “Cuando uno entra en la universidad, ya entra pensando en lo que va a encontrarse y lo que va a hacer. Y parte de esa experiencia se desvanece entre las manos de los estudiantes que han entrado en esta situación tan extraña de pandemia”.
Esto forma parte de una serie de ideas como “ir a clase, tener contacto [con compañeros], o ir de fiesta”, que han cambiado con la COVID-19 y que llevan a los estudiantes a adaptarse a nuevos escenarios: “Seguramente les va a afectar, es difícil ver cómo y cuánto, desde luego es una situación que es un desafío para ellos. Tener que enfrentarse al cambio, lo que esperaban y las expectativas, y lo que realmente están viviendo. Porque tampoco saben cuándo van a empezar [a vivir] lo otro, y sobre todo porque cuando empiecen a vivirlo ya estarán en tercer curso a lo mejor”, con lo que no podrán saber lo que es empezar la universidad de manera presencial.
Al otro lado del teléfono Pablo suena paciente. Aunque la pandemia, como a otros estudiantes de 20 años, le obligó a cursar parte de su primer curso de Magisterio desde su casa en Zaragoza, se considera más o menos afortunado porque, durante todo el curso pasado, pudo ir a clase una semana sí y otra no. Este año repetirán la fórmula, aunque con más prácticas presenciales. “Yo he tenido la suerte de que por lo menos hemos podido ir una semana sí y una semana no, pero sí que he oído que algunas carreras las han llevado enteras de manera online”, explica.
“El miércoles 15 empezamos las clases y, según está establecido en la página web, sigue estando la semana presencial y la semana online. A excepción de los días de prácticas, que entiendo que iremos”, anticipa.
Cinco amigos pre-pandemia
Ángela, que también tiene 20 años y estudia Derecho en la Universidad Carlos III de Madrid, cuenta divertida que los amigos de la universidad con los que se ha relacionado desde que comenzó la carrera en 2019 son exactamente cinco, las cinco personas que conoció en el primer cuatrimestre antes del confinamiento. Desde entonces, conocer a gente o incluso hacer trabajos en grupo ha sido mucho más complicado.
“En estos años, aparte de que ha sido más difícil aprender online, por ejemplo a la hora de hacer preguntas, ha sido muy difícil coincidir con tus amigos o coincidir con gente nueva”, comenta desde el otro lado del teléfono. Este lunes ya ha acudido a la universidad para asistir a una jornada de presentación.
“Cuando teníamos que hacer trabajos en grupo con gente que no conocíamos era todo por WhatsApp y el día de la presentación, cuando íbamos a la universidad, no tenías la misma confianza que cuando has estado con otra persona preparando durante una semana un trabajo”, lamenta Ángela, aunque reconoce que, poco a poco, van teniendo la sensación de que todo está volviendo a la normalidad.
Aun con todo, Mariano Urraco no se muestra negativo con esta nueva experiencia universitaria: “Es una cuestión de cómo sepan adaptarse”, puntualiza el experto. “Hay un componente psicológico claro de la persona consigo misma; y hay un componente social, cómo estos jóvenes están haciendo cosas distintas, pero también están haciendo cosas juntos, aunque sea en línea o con grupos burbujas. Aunque no se vean todos los días, seguro que estarán desarrollando dinámicas y tácticas para mantener un poco de contacto y para vivir la experiencia”, desarrolla el sociólogo.
El motivo de esta búsqueda de adaptación y de relacionarse aunque no sea de manera presencial es que “socializar es parte de nuestra forma de ser y nuestra esencia humana. Siempre se socializa, aunque no tengas la posibilidad de reunirte con los colegas después de clase y sentarte en el césped, te sientas en un césped virtual”, asegura el doctor en Sociología.
Esto es lo que le ocurrió a Gloria, que tuvo que utilizar aplicaciones de reuniones virtuales para relacionarse con sus compañeros. “No tuve la oportunidad de hacer muchos amigos al apenas poder vernos físicamente, aunque con mis tres amigas más cercanas solíamos utilizar mucho la aplicación Zoom para pasar la tarde, aunque aquello fuera sobre todo al estar en el mismo grupo de trabajo para dos asignaturas”, asegura la joven de Murcia.
Urraco puntualiza que, aunque lo entendido como “normal” siga siendo la experiencia universitaria presencial para muchas personas, “hay que ver que las formas de relacionarse cambian con el tiempo”. De la misma manera, “ya no va la gente al lavadero tampoco, y no podemos decir que la gente en los pueblos no se relacione”, concluye el doctor.