Es el máximo responsable de la comisión antipederastia de la Iglesia portuguesa, que la pasada semana entregó sus conclusiones a la opinión pública. Y también, aunque de forma crítica (las cosas se están haciendo de manera muy distinta en España), es uno de los expertos del bufete encargado de la auditoría solicitada por la Conferencia Episcopal y que, como adelantó elDiario.es, acumula un retraso de meses en la presentación de sus resultados.
En una entrevista en Religión Digital, el psiquiatra Pedro Strecht, consciente de las dificultades, anima a los obispos españoles a no poner trabas a la investigación –como sucede en la actualidad–, porque “el dolor de la verdad no mata, libera”. “Tengo la esperanza de que la Iglesia aproveche este momento para regenerarse y relacionarse de una manera más segura y más sana con sus fieles”.
Strecht admite que lo que más le impresionó fue “conocer a las víctimas, escuchar su sufrimiento oculto durante tantos años o la forma en que se autosilenciaban, pensando que eran culpables y cómo estaban llenas de sentimientos de miedo, vergüenza y culpa”.
Interesaba proteger a la Iglesia como institución y no la verdadera protección y cuidado de sus fieles, especialmente de aquellos que, siendo menores de edad, estaban siendo víctimas de crímenes atroces
En cuanto al papel de los obispos, Strecht admite el “temor natural” por parte de “ciertos sectores de la Iglesia” a ceder información. “Al final, todos los obispos estuvieron dispuestos a colaborar, incluyendo la apertura de los archivos históricos y secretos de cada diócesis”. Algo que no está sucediendo, tal y como admiten desde Cremades, en el caso español.
“Interesaba proteger a la Iglesia como institución, su buen nombre y el de sus miembros, y no la verdadera protección y cuidado de sus fieles, especialmente de aquellos que, siendo menores de edad, estaban siendo víctimas de crímenes atroces”, lamenta el psiquiatra, que ve paralelismos entre los abusos en ambos países. Con un punto común: la “protección mutua” entre Iglesia y dictadura. “Hasta 1974, al igual que España hasta el 75, Portugal vivió en un régimen dictatorial, en el que, a pesar de existir un concordato, la relación entre Estado e Iglesia era de protección mutua”.
Esto se traducía, según Strecht, en una “sensación de impunidad total. Siempre existía la creencia, real, de que los niños callarían o, si hablaban, serían rápidamente silenciados y se enfrentarían a represalias de diversa índole”. Y, “en un último caso, siempre sería la palabra del niño contra la del abusador y éste sabía que estaría suficientemente bien protegido”. Prueba de ello “es que había casos que no figuraban en los expedientes, bien porque nunca se escribieron (ante una denuncia formal), bien porque se destruyeron a su debido tiempo”, añade el responsable de la comisión portuguesa.
El 95% de los casos denunciados (casi cinco mil) han prescrito, aunque al menos un centenar de curas abusadores siguen en activo. “Aunque hayan prescrito los abusos, es importante que la Iglesia sepa que existe un alto riesgo de repetición de los mismos actos por parte de los abusadores”, denuncia Strecht, que añade que “judicialmente no se puede hacer nada, pero según el derecho canónico se pueden tomar medidas”.
Vidas destrozadas que esperan una disculpa
Muchas víctimas “están muy mal y sus vidas han quedado totalmente destrozadas, y han seguido un camino con graves problemas de ansiedad, depresión, incapacidad de relación social, abuso de alcohol, intentos de suicidio”, por lo que “siguen necesitando, aquí y ahora, un apoyo psicológico que proponemos reforzar de varias maneras”, como se señala en las propuestas operativas. “La mayoría de las víctimas espera una disculpa o perdón de la propia Iglesia”, añade.
¿Qué le recomendaría a la auditoría de Cremades? “Todos los países son diferentes en sus culturas y formas de ver estos problemas. Lo mismo ocurre con cada obispo o miembro de la iglesia católica... Sin embargo, podría citar algo que sería útil para la comisión española y, en este punto, también para los obispos que se oponen a este trabajo: ”No tengáis miedo“, dice el Evangelio de San Juan. Y yo añado: el dolor de la verdad no mata, libera”.
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